domingo, 19 de agosto de 2012

RISCOS, LOS (LAS PALMAS DE GC)

Aunque trate individualmente cada uno de los riscos de la Ciudad  por las singularidades que a cada cual se han dado en la historia, muchas son las menciones generalistas que se dan a lo largo de la historia de la Ciudad al topónimo de Los Riscos, dado que concurren denominadores comunes en todos ellos dentro del tejido urbano.

Conforman geográficamente las laderas ascendentes hacia las cabeceras de los lomos o rehoyas que convergen en la Ciudad, desde el barranco de Mata hasta la Vega de San José.

Vista nocturna (Nacho Oramas)
Estas pequeñas lomadas contempladas desde las barcos que arribaban a Las Isletas, único lugar de abrigo para fondear las embarcaciones por su litoral, dibujaba un parapeto que escondía lo que la isla contenía.

Una de esas alturas es el Lomo Apolinario, en la antigüedad Lomo Albiturría, que haciendo una curva hacia el naciente llega hasta el emplazamiento del Castillo de San Francisco, para que en sus riscos se asienten los barrios de San Lázaro San Nicolás; a la otra banda del barranco Guiniguada, está el Lomo Blanco y asentándose en sus riscos el barrio de San Roque; y más allá del barranco Seco, tributario del Guiniguada, está flanqueando su rampa sur el Lomo de Santo Domingo, y en sus riscos los barrios de San Juan y San José.

Plano de Pedro Agustín del Castillo de 1686
(Archivo Casa Condal de la Vega Grande)
La primera constancia histórica sobre los riscos queda atestiguada en el siglo XVII por la representación cartográfica de los mismos en el plano de Pedro Agustín del Castillo de 1686. De hecho, las ermitas de cuyas advocaciones toman los nombres y a su alrededor se conformaron los caseríos iniciales, salvo San Lázaro que lo fue después de haberse construido el segundo hospital para los "elefanciácos".

Las razones de este asentamiento peculiar se remiten a la misma fundación de la Ciudad el 24 de junio de 1478 y al repartimiento de la propiedad de la tierra entre las clases privilegiadas. El primer casco urbano se configurará en tomo a la plazoleta de San Antonio Abad, continuando hacia Triana.

Las construcciones iniciales se situaban en el interior del sistema defensivo, consolidado a finales del siglo XVI, entre 1576 y 1584, con la construcción de dos murallas, una al norte y otra al sur de la Ciudad. Hasta el siglo XVII, la misma crece intramuros, dentro de las murallas; aumentan la población y la densidad de construcciones, pero no crece en perímetro.


Los Riscos del Sur en 1930 (Fernando Baena - Fedac)
Ante los ataques y saqueos de las flotas extranjeras que se adentran en aguas del archipiélago, la Ciudad atraviesa una época de inestabilidad. Las murallas suponían una defensa para la misma, a pesar de lo cual sufrió acosos y destrucciones, como la acaecida el 26 de junio de 1599 por la armada holandesa al mando de Van der Does.

Tras la misma, comenzó la reconstrucción de la Ciudad, pero también tiene lugar el desplazamiento de la población más humilde, ya que se llevaron a cabo modificaciones y ampliaciones en la trama urbana, con claras connotaciones clasistas. Así, las lomadas o "riscos" que rodeaban la ciudad se convirtieron en el mejor refugio, tanto por la dificultad de acceso, como por la fácil evacuación que ofrecían hacia el interior de la isla.

Los históricos "riscos"  representan suburbios históricos y actuales de la Ciudad de peculiar pintoresquismo, lugares donde vivían los artesanos y la clase más humilde en viviendas autoconstruidas o casas-cueva, y así se dice cuando los privilegiados construyeron las ermitas bajo la advocación de los respectivos santos, « ... para que las gentes humildes no perdieran su fe ...», pero más que nada, «...porque iban descalzos y mal vestidos para entrar en las ermitas de la Ciudad » donde van los privilegiados.


Vista parcial retrospectiva s. XIX (Fedac)
Lo que en la actualidad es considerado un peculiar pintoresquismo, tuvo sus orígenes en la no renovación de los contratos de arrendamiento por parte del grupo de poder con propiedades urbanas en la zona baja de la Ciudad y en el cese de ventas de inmuebles a censo enfitéutico o vitalicio, todo ello con el fin de alcanzar el desplazamiento de esta población humilde hacia otros lugares donde los solares y viviendas alcanzaban un precio más bajo. Con esta marginación, se alcanza la distinción social más agudizada a partir de la segunda mitad del siglo XVII.

«Estos barrios fueron, asimismo,  los primeros receptores de la emigración campesina a la ciudad. Así, junto a los marginados y a las clases menesterosas suburbanas se fue asentando un indigente proletariado rural que buscaba en la ciudad urgentes condiciones de supervivencia. No es preciso recordar que las condiciones de vivienda y, en general, de vida en los "riscos"  fueron lamentables durante siglos» (HERRERA PIQUÉ, A.: La ciudad de Las Palmas. Noticia histórica de su urbanización, Las Palmas de GC, 1978).

Lavanderas en 1925 (Fernando Baena - Fedac)
Pero este movimiento social tuvo también un ánimo mercantilista y censualista, pese a su ubicación marginal fuera de la muralla, donde fue obligada a asentarse la población más humilde:

«… el crecimiento urbanístico de los mismos sólo se ve afectado por el grave pleito que mantiene el Cabildo de la isla con varios propietarios, debido a la posesión y titularidad de los solares. Los litigios son múltiples, afectando a instituciones, como el convento de San Pedro y San Bernardo, y a particulares, como Sebastián de Betancurt y Franquis, Diego Ponce, y Francisco de Padilla.

El principal contencioso lo incoa la Real Audiencia por las desavenencias entre el Regimiento, el convento de Santo Domingo y Sebastián Betancurt por todos los sitios que fueron vendidos en los barrios de San José y San Juan. El pleito comienza el 22 de diciembre de 1690 y se prolonga hasta marzo de 1694, después de varias apelaciones y deslindes…» (QUINTANA ANDRES, P.C.: Producción, ciudad y territorio: Las Palmas de Gran Canaria en el Seiscientos, Las Palmas de GC, 1997).

Panorámica al amanecer (Maca Molist)
Pero siempre ha habido fórmulas para mejorar la imagen pública y, así, las ermitas construidas en los "riscos":

«… son algo más que unos edificios para el culto. Se muestran como una manifestación de un poder que progresivamente se vuelve más omnímodo. La vinculación de bienes, la necesidad ideológica de aparentar y el perentorio deseo de una mínima compensación a los grupos menos favorecidos, como mecanismo de control de algún motín o desaguisado social, son los elementos fundamentales que mueven a diversos integrantes de la élite a financiar directamente la construcción y reedificación de ermitas…» (Ibídem).

A lo largo de los siglos los Riscos han tenido bajo sus pies a la Ciudad, viendo el transcurrir de la historia, contemplando su devenir de insolidaridad. Y puede asumir como propio, como su sentir retrospectivo, ese bello poema de Saulo Torón:


He callado sintiendo el horror del combate,
el cañón que derrumba, la metralla que abate,
las espadas sangrantes en la siega feroz;
he callado sintiendo el temblor del espanto,
la tragedia del grito, el quejido del llanto…
porque todo se hacía en el nombre de Dios.

He mirado ciudades convertidas en llamas;
y entre escombros humeantes, muertos niños y ancianos,
en un bárbaro ataque sanguinario y atroz;
he mirado las cunas hechas pastos del fuego,
y he callado ante el loco, he callado ante el ciego…
porque todo se hacía en el nombre de Dios.

He sabido que el hambre hacía estragos tremendos,
que se han dado suplicios y castigos horrendos,
con el odio en el alma y el rugido en la voz;
y ante tanto hecho bárbaro, ante tanto delito,
he llorado de rabia, con dolor infinito,
¡porque todo se ha hecho en el nombre de Dios!

Poema: Habla una voz


Parece inspirado el primer verso en los abatares de los castillos de San Francisco y de Mata; el segundo en la destrucción que ordenó el almirante holandés Pieter Van der Does en 1599; y el último en la marginación social histórica que sufrieron sus vecinos. Y los tres versos, acabados con la exclamación farisea de "en el nombre de Dios" por la erección de sus ermitas, cuando los verdaderos objetivos de sus promotores fue alcanzar la limpieza de sangre de su linaje, o el prestigio social de su persona, o la segregación social de los menesterosos que deberían seguir como invisibles para la sociedad privilegiada del Antiguo Régimen.

Localización (Espacios Naturales de Gran Canaria)

No hay comentarios:

Publicar un comentario