viernes, 28 de octubre de 2016

CAÑADÓN/ES, EL/LOS (AGÜIMES Y OTROS)

Así como el topónimo genérico ‘cañada’ es habitual en todas las islas, en singular  y plural ‘cañadón’ y ‘cañadones’ lo encontramos exclusivamente en Gran Canaria, y todos ellos en la considerada por los estudiosos ‘isla vieja’ de los tiempos geológicos, de manera aproximada la mitad suroeste, mucho más afectada por la erosión.
 
Los Cañadones en Agüimes (Rafael Peñate Navarro)
En la entrada a este blog de los topónimos genéricos, ya anotábamos que ‘cañada’ señala la presencia de un barranco pequeño, estrecho si se refiere al relieve, que es la acepción más usada en Canarias; pero también puede significar “lugar de paso de ganado” en el pastoreo, marcando la diferencia del académico significado del DRAE «Espacio de tierra entre dos alturas poco distantes entre sí».

En cuanto a la voz ‘cañadón’, que pudiera entenderse aumentativo de la anterior, el DRAE nos ofrece tres acepciones descriptivas usadas en distintos lugares. La primera recogida, al uso en Andalucía y Cuba, es «Cañada honda». La segunda al uso en Argentina, Bolivia y Paraguay «Cauce antiguo y profundo entre dos lomas o sierras». Y la última en Uruguay, puede ser una variante de la anterior con agua «Hondonada en forma de amplio cauce, con riberas altas, por la que circula una pequeña corriente de agua».

No parece que ninguna de las tres se aproximan a los ‘cañadones’ que en la isla encontramos, y quizás lo sea por el encogimiento de los cauces por el tamaño de la isla. Aquí en la isla, porque lo fueran con toda probabilidad originados por grandes barranqueras de aguas en fuertes descensos en laderas dejando a ambos lados a su paso ‘puntones’ o rocas compactadas que resistieron a la erosión.

Cañadón de Tasarte (Google Earth)
Sí hay que entenderlos como viejos cauces de escorrentías o vertientes, venidos a menos por el descenso progresivo en siglos de la pluviometría, y si bien en tiempos de lluvias pueden llevar hilos de agua, a partir de su relativa desecación se convirtieron en lugares de paso de ganado por su accesibilidad, dado que  no llegaron a constituir ‘caideros’ formados en las caídas de agua en vertical, con la única excepción del Cañadón de Tasarte que puede llegar confundir en el inicio de su caída vertical de los 1.300 msnm., si bien el topónimo lo recibe cuando lo forma en la cota de los 1.000 msnm. Todos ellos en los tiempos actuales son rutas habituales de los senderistas por su espectacularidad y belleza.

Panorámica del Cañadón de la Chapa (Google Earth)
Encontramos en la isla los siguientes topónimos ordenados por municipios, entre ellos algunos derivados del primario. AGÜIMES: Los Cañadones; ALDEA DE SAN NICOLÁS: Blanquizal del Cañadón, Cañadón de Tasarte, El Cañadón, Los Cañadones y Filos de los Cañadones; SAN BARTOLOMÉ DE TIRAJANA: Alto del Cañadón, Cañadón de la Baranda, Cañadón de la Meseta, Cañadón de la Manzanilla, Cañadón del Jierro, Cañadón Sombrío, El Cañadón y Los Cañadones; TEJEDA: Cañadón de la Chapa, El Cañadón, Los Cañadones y Montaña de los Cañadones.

Vertientes del Cañadón de la Chapa (Yeray Santana)
Su localización es posible en los mapas que insertamos por las referencias próximas conocidas, y así los encontramos con una fisiografía con las formas más caprichosas que la naturaleza pueda crear. Desde la Montaña que lleva tal nombre en Tejeda cuyas laderas están formadas por cañadones, muy cerca de la Presa de las Niñas, que constituye todo un enigma entender como pudo erosionarse de tal forma cuando no cabe comprender como pudo acumular agua en su cumbre que originara tal erosión, pero con total seguridad alguna explicación geológica tendrá.

También Los Cañadones aldeanos, entre Vallehermoso y Guguy, donde se pueden contemplar los mecanismos erosivos de los siglos, conformando la alineación de filos, cañadones y rodaderas en dirección naciente-poniente, donde sólo este lugar recibió el topónimo si bien otras muchas escorrentías de Vallehermoso y Guguy podrían haber sido candidatos a ser reconocidos como tales porque horadaron igualmente el relieve.

Los Cañadones y el Filo en Aldea de San Nicolás (cibermaruja)
Otros muchos no ofrecen mayores complejidades de entendimiento, pues los encontramos en el cauce medio alto de un barranco, como lo pueden ser los tirajaneros de la Baranda, la Manzanilla y la Meseta, cerca de Montaña Negra, Los Bailaderos en el Pinar de Tirajana, y del Risco Blanco, respectivamente. 

Entre el grupo anterior no hemos de olvidar el Cañadón de Tasarte que demostró su origen el 21 de diciembre de 2009 cuando las aguas torrenciales caídas en el Blanquizal del Cañadón, entre la Montaña de Los Hornos y la Montaña de Ojeda, en la cota de los 1.400 msnm, motivó un gran aluvión que erosionó y modificó el propio cauce del barranco acentuando un desdibujado cauce y provocando graves incidentes en el barrio de El Palillo. La erosión y destrozos se debieron a la cantidad y fuerza del agua caída, corriendo por una pendiente media del 42% en los 2.300 metros recorridos entre el pueblo y los altos del cantil.
 
Instantánea de 2009 del cauce erosionado del Cañadón de Tasarte (aguasgrancanaria-com)
Más notorios y espectaculares son otros. Ya hemos tratado en otra entrada a este blog dos de los cañadones tirajaneros, muy conocidos por ser el supuesto paso de la prehistoria a la historia de la isla, obligado paso en la trashumancia, y posiblemente los más altos e impresionantes: Cañadón del Jierro y Cañadón Sombrío.

Como ejemplo típico de la espectacularidad paisajística que nos ofrecen los cañadones, tratamos con mayor profusión fotográfica el primero de los citados por orden alfabético, el de Agüimes. Situados al norte de Temisas, muy cerca del barrio en el que encontramos yacimientos arqueológicos de relieve, hemos de destacar la presencia en el lugar de las ruinas de un singular horno para la construcción de tejas del siglo XIX, construido con piedra y barro, revocado en su interior con arcilla roja, que mucha probabilidad de que fuera el proveedor de muchas de las cubiertas a dos aguas de las viviendas del lugar de muy bella factura.
 
Andén Blanco en Los Cañadones (caminosdecanarias.blogpost-com)
Muy cerca de Los Cañadones encontramos el Andén Blanco que debió ser mejorado de forma artesanal en tiempos pasados, así llamado por discurrir sobre el sustrato blanco de los riscos, y el cual habilitó en el pasado la subida al horno de tejas situado en lo alto de Los Cañadones.

A la espectacularidad de los propios cañadones, hay que destacar la gran panorámica que desde lo alto se domina del barrio de Temisas, pudiendo admirarse en su entrada a este blog la belleza de los techos de tejas de las viviendas más antiguas del pago.
 
Los Cañadones de Agüimes (Rafael Peñate Navarro)
La elaboración artesanal de tejas tiene presencia en la isla desde el siglo XVI, tiempos cuando el molde más elemental era la parte delantera del muslo humano, en mayor medida femenino debido al gran número de mujeres que practicaban este oficio, adquiriendo así la forma troncocónica estrecha en la parte superior y estrecha en la inferior para su sujeción en los techos, siempre utilizando arcillas encontradas aquí y con un proceso de cocción en hornos que poco variaron con respeto al horno que aquí encontramos del siglo XIX como ya se ha dicho, salvo su tamaño en relación con las cantidades producidas.

El tamaño de los hornos antiguos vendría limitado precisamente porque la elaboración de las tejas era un oficio complementario al principal de su actividad, normalmente el cultivo de sus tierras, hecho que limitaba el número de tejas elaboradas.
 
Horno de Los Cañadones y Temisas al fondo (Aider Gran Canaria)
La proliferación de los hornos en el XIX viene dada por el aumento de la demanda tanto para edificios públicos como para la arquitectura doméstico, y ello propició aumentar la producción a partir de su preparado en moldes.

«… la cadena operativa se caracterizaba por someter la tierra a un proceso de limpieza y retiro de impurezas (piedras, raíces) a través del cernido o cribado. Posteriormente, se mezclaba con agua y se dejaba esponjar. A la masa obtenida se le añadía arena de barranco o tomada en zonas con calidades propicias para el cocido. La mezcla era amasada utilizando herramientas y aperos de labranza (raspaderas, azadas).
 
Horno de tejas de Los Cañadones (Aider Gran Canaria)
En diversas ocasiones —tal como se hacía hasta pocas décadas atrás— se empleaba una vaca para pisar el barro pues la demanda era tan alta que los alfareros no podían elaborar tanta cantidad de barro sin el empleo de estos medios. Una vez obtenida la masa o pasta, dependiendo de las piezas a elaborar, se seguía un patrón determinado. Por ejemplo, en el caso de las tejas y tejones, se cortaba un trozo de barro y se vertía en estructuras de madera construidas de forma trapezoidal —en el siglo XIX éstas pasaron a ser de hierro—, denominadas gradillas (con diversas medidas según se quisiera realizar tejas, tejones, tejas de pequeño tamaño, etc.).

Detalles del revocado interior del horno (Aider Gran Canaria)
Tras establecer la cantidad de barro formativa de cada pieza se le pasaba el raidero, es decir, un útil de madera cuyo fin es ajustar la vitola o medida de cada pieza a un estándar, eliminando el barro sobrante. Finalmente, la masa a emplear se introducía en moldes de madera individuales, llamados galapos o galápagos, donde ésta tomaba su forma definitiva.

Una vez lograda la teja se extraía del molde y se ponía a secar al sol sobre el llamado mantillo o tendedero. Tras el secado —prolongado por varias horas— las tejas se trasladaban hasta el interior del horno, donde el tejero las colocaba con cuidado y con determinada distribución para facilitar su cocción.

Detalle de Los Cañadones de Agüimes (caminosdecanarias.blogspot-com)
Los ladrillos eran elaborados con una pasta similar, vertiéndose el barro dentro de unos moldes —habitualmente dobles—, la cantidad de pasta se ajustaba a la cavidad, se prensaban con las manos y se le pasaba un rayador para su enrasado. Una vez concluidas dichas acciones, se extraía el bloque del molde con un leve golpe y se secaban al sol sobre el mantillo en espera de entrar en el horno de cocción.

Vista de Los Cañadones desde Temisas (Google Earth)
La elaboración de los citados materiales era estacional, predominando las cocciones en los meses de verano cuando los hornos —descubiertos— podían tener un mayor rendimiento. Las tejas solían tener como medida estándar —la denominada en la actualidad teja vieja, antigua o canaria— unos 42 centímetros de largo, por 15-18 de ancho y 7 centímetros de alto (desde la base al arco). El ancho del labio solía ser de 1,5 centímetros y su peso medio, una vez guisada, se situaba en 1,5 kilogramos» (QUINTANA ANDRÉS, JIMÉNEZ MEDINA et ZAMORA MALDONADO, 2014, p. 7).

Localización de Los Cañadones en Agüimes (IDE Gran Canaria)

Localización del Cañadón de Tasarte y del Blanquizal en Aldea de San Nicolás (IDE Gran Canaria)
Localización Los Cañadones y del Filo en Aldea de San Nicolás (IDE Gran Canaria)
Localización Cañadón de la Baranda en S. Bartolomé de Tirajana (IDE (Gran Canaria)
Localización Cañadón de la Manzanilla en S. Bartolomé de Tirajana (IDE (Gran Canaria)
Localización Cañadón de la Meseta en S. Bartolomé de Tirajana (IDE (Gran Canaria)
Localización Cañadón de la Chapa en Tejeda (IDE (Gran Canaria)
Localización Los Cañadones y Montaña de los Cañadones en Tejeda (IDE (Gran Canaria)

viernes, 21 de octubre de 2016

JUEGO DE LA BOLA (MOGÁN Y TEJEDA)

Días atrás un anónimo lector del blog preguntaba a cerca del topónimo ‘Juego de Pelota’ en Mogán que me era desconocido, al margen de la sorpresa pues no había considerado la posibilidad de consolidación de un topónimo debido a un juego tradicional.

La curiosidad me llevó a indagar en el buscador del visor del IDE Gran Canaria, y siendo negativa la consulta, opté desde la primera acepción que nos aparta el DRAE del término ‘pelota’ «1. f. Bola de materia elástica que le permite botar, y que se usa en diversos juegos y deportes», al considerar que podría deberse la típica trasmisión de topónimos incorrectos de los últimos tiempos, asociando costumbrismos antiguos a las tendencias más actuales por su notoriedad, y así elevé una nueva consulta al buscador introduciendo el término ‘Juego de la Bola” más tradicional por el significado dado, y así obtuve dos topónimos que responden a dicha definición “Juego de la Bola”, localizados en Tejeda y Mogán.
 
Vegetación en los lomos de Puerto Rico (marianydani.blogspot-com)
Desde un principio había desechado toda posibilidad que tratara del juego de la Pelota Vasca, desde el conocimiento de que a la isla arribaron en los primeros tiempos de su historia muchos conquistadores y colonos de aquellas tierras pero no tuvo arraigo, y ello me reafirmó en el término ‘Bola’, pues entendía que podía tener relación con el tradicional juego de la ‘Bola Canaria”, algo similar al de la Petanca en su desarrollo, pero distinto porque en la canaria las bolas que se lanzan son de madera y en la petanca estas son de metal.

Pero mi sorpresa fue en aumento, cuando al localizar ambos topónimos en territorios rústicos, muy lejos de asentamientos de población, causándome cierta perplejidad pues en todos los juegos mencionados se hacía necesario disponer de un campo de juego, al menos, un suelo raso preparado de alguna manera para competir los jugadores, y no parecían por tanto reunir tales condiciones estos dos lugares, y menos aún, por la ausencia de asentamientos de personas que vivieran en sus proximidades, dado que la notoriedad de un topónimo lleva aparejado la percepción por la memoria colectiva de los lugareños.
 
El lugar de Mogán en el Lomo de los Pinitos Nuevos (Google Earth)
En el interés de conocer si concurrían tales circunstancias en otras islas, repetí la búsqueda del topónimo Juego de las Bolas, a sabiendas de que el juego de la “Bola Canaria” fue más conocido en tiempos pasados en La Palma, Lanzarote y Tenerife. La consulta en el buscador del IDE Canarias, incluyendo todas las islas, inventarió los siguientes lugares que he clasificado por isla según esté en suelo urbano (U) o suelo rústico (R), distinción que me puede aproximar a conocer que en los urbanos pueda deberse a la existencia de un campo de juego todavía en uso, por la semejanza de la Bola Canaria con la Petanca, si bien en el segundo las bolas son metálicas y en el primero de madera, y los neófitos los confunden. El resultado fue el siguiente:

·     La Gomera: Agulo (U) y Puntallana (R).
·     La Palma: Garafía (R), Puntagorda (R), San Andrés y Sauces (U).
·     Lanzarote: Teguise (R).
·     Tenerife: La Orotava (R), Buenavista del Norte (R) y Guía de Isora (R).
Por consiguiente, todos son en suelo rústico, con excepción de los casos de Agulo (Gomera) y San Andrés y Sauces (La Palmas), llamando la atención que el localizado en el municipio de Teguise (Lanzarote) el topónimo lo recibe una Punta y una Ensenada en la orilla del mar.

Conocida la clasificación del suelo donde se encuentra la gran mayoría de los topónimos, en suelo rústico, dentro de ambientes rurales, parece difícil entender como pudo tener origen un topónimo así.

Buscando respuesta a tal interrogante, como sabíamos de la antigua existencia de algunas variantes distintas de juegos de bolas y raquetas o algo similar para impulsarlas, es oportuno reproducir en su integridad la más documentada bibliografía sobre los juegos tradicionales canarios (NAVARRO ADELANTADO et HERNÁNDEZ ÁLVAREZ, 2014), que nos da cuenta de tres distintos que son el pelotamano, la bola canaria y la pina.

«Pelotamano
El juego de pelotamano es una de las ramas del viejo jeu de paume [traducido del francés, raqueta] que se ha conservado en la isla de Lanzarote hasta la actualidad. Lo más llamativo de esta circunstancia es que la pelotamano ha logrado mantener las antiguas formas de los juegos de pelota.
La llegada de la pelotamano a nuestras islas pudo deberse a la influencia normanda del primer momento de la conquista de las islas por Jean de Bethencourt, en 1402. En la Crónica bethencouriana se cuenta cómo a Bethencourt le acompañaron en su segundo viaje 80 hombres de guerra, de los cuales 23 llevaron a sus mujeres. Precisamente, Gadifer, el capitán que contrata Bethencourt para la conquista, fue un buen jugador de pelota, pues se le cita, en 1372, como ganador de una partida de jeu de paume al duque de Borgoña, a quien le ganó 31 francos de la época. No obstante, este juego también era parte de la cultura castellana, lo cual permitió su asentamiento.
El primer dato del juego en Canarias lo encontramos en Teguise (Lanzarote) en una escritura de 1616, donde se menciona la venta de unas casas que están junto a un juego de pelota. También se presume que la calle Pelota, del antiguo barrio de Las Palmas, debe su nombre a haberse jugado en ella, apareciendo ya citada esta denominación en el plano de Agustín del Castillo, en 1686. Se ha conocido la práctica de este juego, además de en Lanzarote y Gran Canaria, en Fuerteventura, La Palma y Tenerife, si bien en esta última isla de manera muy localizada.
Ilustración de Juan Hernández (Agenda Cultural 2007 A.C. Chuchango)
El juego de pelotamano consiste en devolver la pelota, golpeándola con la mano, antes de su segundo bote, que proviene del otro campo, o en su caso, pararla (atajarla) con la mano o con el pie, para que no siga su curso. Se intenta ganar terreno al otro equipo, marcando con una raya el lugar donde salió la pelota o pudo ser parada. El espacio de juego es alargado, limitado solamente por los laterales. En el fondo del saque existen dos piedras denominadas cabo de bote, una sobre cada línea lateral que describirá una línea imaginaria. Las dimensiones del espacio son de 60-70 pasos de largo, por 8-9 de ancho.
El campo de juego se divide en dos partes que separan a los dos equipos por medio de una raya denominada raya de falta; por tanto, limita el campo de saque del campo del resto. En el campo de saque se ubica el bote, que es un artefacto diseñado para efectuar el saque. La forma de puntuación es a faltas o puntos (15, 30, 40...) y a rayas, contabilizándose hasta un máximo de dos. La raya se marca con el dedo en la tierra junto a la raya de falta. Cuando se consiguen todos los puntos de un juego se contabiliza un chico. El conjunto de cinco chicos constituye un pajero. El número más habitual de jugadores es de cinco contra cinco, aunque también pueden jugar cuatro o seis por bando.
Bola canaria
La bola canaria es una manifestación más del grupo de juegos de la familia de la bocha [DRAE: Juego entre dos o más personas, que consiste en intentar que las bolas que cada uno lanza por turnos se acerquen más que las de los otros a un bochín lanzado a cierta distancia al principio de cada juego]. Nos encontramos ante uno de los juegos documentados más antiguos, del que ya se tiene constancia en el antiguo Egipto.
Ilustración de Juan Hernández (Agenda Cultural 2007 A.C. Chuchango)
Este juego se difundió desde la Península, pero no hay certeza acerca del momento de su entrada en Canarias. Probablemente, este juego tenga, como el juego de pelotamano, ya una raíz francesa y prácticamente a la par también castellana. Para reafirmar la primera hipótesis, diremos que en las Islas son los conejeros, o lanzaroteños, los jugadores más afamados y considerados tradicionalmente de más calidad. Respecto a la segunda hipótesis, diremos que el juego de bolas era una de las manifestaciones lúdicas más populares en la España peninsular del siglo XV.
Lanzarote representa el punto de mayor tradición del juego de la bola. Los antiguos jugadores atribuyen el origen del juego a esta isla, manteniendo que el juego siempre se difundió a otras islas de la mano de conejeros. Se practica, y se ha practicado este juego en Tenerife, Fuerteventura, pero posiblemente se jugase también en otras islas. Las mejores bolas se consideraban las de madera de palo blanco, que se utilizaba también para los dientes de molino, y que eran encargadas en La Palma.
El juego consiste en lanzar una bola desde el rayo, o marca de partida, con el objetivo de aproximarse lo más posible a una bolita, o boliche, con el mayor número de bolas disponibles del propio equipo. Los jugadores actúan a turno, decidiendo qué componente del equipo debe lanzar. La partida es a 12, siendo habitual jugar más de una. El número de bolas es de 12, repartiéndose, en el caso de tres para tres jugadores, dos bolas cada uno. Las bolas de un equipo se diferenciaban de las de otro por la presencia, o no, de una raya; también, en otros casos, de una tacha o pequeño clavo. El sistema de juego es denominado tres las dos mejores, o lo que es lo mismo: gana el equipo que primero llega a dos victorias.
Sin embargo, a pesar de que no cambia de manera sustantiva el juego, la principal diferencia con el juego de bolas reside en la calidad o material con que está hecha la bola. En Lanzarote se defiende la madera, en contra de la bola de pasta, que está también muy difundida. Los viejos jugadores defienden la bola de madera porque obliga a un juego más difícil, en el que es más costoso embochar, al ser la bola más ligera y con algo de menor volumen.
Pina
La pina es una de las ramas de otros juegos constituidos por los actividades de palo o bastón. Sus antecedentes se encuentran en el juego de la crosse [traducido del francés, culata], del que ya existen evidencias en miniaturas francesas del siglo XIV y más remotamente en la antigua Grecia.
La entrada del juego de la pina en Canarias tuvo que deberse a la difusión del juego de la chueca, que era una manifestación lúdica común en la España peninsular ya en el siglo XV. Rodrigo Caro recoge una mención de Diego de Guadix, en 1593:
«Chueca llaman en algunas partes d'España a cierto troçuelo pedacillo de madera (menos redondo que la bola) con que antiguamente jugaron los árabes en España y juegan oy en día los labradores en Castilla».
Las primeras referencias que se conocen de la pina en Canarias son un poco tardías y corresponden al siglo XIX. Fernández Castañeyra menciona el juego de la pina asociado a la fiesta en 1884:
«En la plaza, los días de fiesta, luchas y juegos de pelota y pina».
Ilustración de Juan Hernández (Agenda Cultural 2007 A.C. Chuchango)
La práctica de la pina, hoy desaparecida, se conoce, además de en Fuerteventura, en Tenerife, La Palma y en El Hierro, aunque se presume que su práctica pudo abarcar a todo el Archipiélago. Bethencourt Alfonso (1912) dedica un pequeño relato a la pina en Tenerife:
«Un número indeterminado de mozos armados de cayados o estacas, se dividen en dos bandos con fuerzas iguales, para situarse en un llano en dos filas paralelas ocupando en extensión lineal un centenar de varas más o menos. Lucha cada bando porque llegue a estacazos la pina o séase una bola de madera, el uno al extremo izquierdo del recorrido señalado y el otro extremo derecho para ganar la partida».
La referencia a la pina de Diego Cuscoy en su obra Folklore infantil (1943) muestra el paso de un juego de adultos a un juego de jóvenes.
Hasta donde conocemos, la pina fue un juego de labradores, cuya esencia consistía en llevar la pina, o pelota de madera, a golpes de palo hasta el fondo del campo contrario, mientras el otro equipo lo impedía y lo intentaba, a su vez, respecto al otro campo; los choques eran constantes y era un juego reservado a los hombres; el inicio y continuación del juego tras cada tanto se hacía desde el centro del terreno, que en el caso de El Paso (La Palma) tenía un pequeño agujero (aturridero); se limitaban los laterales pero desconocemos su trazado, sí en cambio los fondos que eran con líneas; la terminación del juego dependía del momento del día, de la luz... La fabricación de la pelota se realizaba con un trozo de pino, o de raíz de brezo, que se trataba de redondear para el juego; los palos eran ligeros, de unos 50 cms. de longitud, con cierta curvatura en su extremidad opuesta al agarre; el material podía ser de madera de almendrero o de pino».
Tras la lectura de lo escrito de los tres juegos, y concretando en los dos topónimos de Gran Canaria ambos en suelo rústico y en un entorno totalmente natural, sin apariencias de impacto antrópico, producido por el hombre, destacamos la gran posibilidad que los topónimos se deban a este juego de la pina, pues como ya se ha dicho, era un juego de labradores, cuyo campo de juego no requiere que esté preparado, ni tan siquiera que sea raso en términos totales, porque la pelota se realizaba con un trozo de pino, o de raíz de brezo, que se trataba de redondear para el juego, de donde no era una esfera perfecta y no rodaba con tanta facilidad, pues lo importante era el impulso por los golpes dados con los palos de madera de almendrero o de pino.

Esta definición del juego dista mucho de la que incorporó PANCHO GUERRA (1977) Léxico de Gran Canaria (p. 231), que dice: «PINA.- Juego infantil. Un taco y una "pala" (como en los "bolos")», posiblemente tomó la información dada por Diego Cuscoy de 1943, ‘de un juego de adultos que pasó a jóvenes’. Ya se ha visto que se trata un juego viril, de hombre curtidos en la labranza o análoga, de fuerza e ímpetu, con golpes y choques constantes entre los que compiten.
Ortofoto del lugar en Tejeda (Google Earth)
Tenemos otra referencia bibliográfica en la Agenda Cultural 2007, de la ASOCIACIÓN SOCIO-CULTURAL CHUCHANGO, y en relación con el juego de la pina nos enriquece más de su dureza:

«…los jugadores portan un palo o “pina” que se hace de granadillo (Hipericum Canariense L.), de mocán u otros, buscando su dureza y que tuviera la “pina forma de bulbo, a manera de maza, en uno de sus extremos.
El grupo que tenía en su poder la bola, trataba de darle lo más fuete posible con el palo y los que estaban en la otra parte trataban de atajarla con sus palos o sus cuerpos, ganando el que lograba rebasar al otro grupo.
Precisamente por la consistencia de la bola, la potencia con que se le pegaba y la velocidad que adquiere, el juego se considera muy peligroso y sólo es practicado por personas adultas».
Ya recogían tales energías en el juego los primeros diccionarios de la lengua castellana (COVARRUVIAS OROZCO, 1674), cuando recogían:

«PINA […] Cerca de los labradores quando juegan a la chueca en el exido son como puerta para salir y entrar por entre las dos pinas» (IBÍDEM, p. 589).
 y como no, también recoge:

«CHUECA, es una bolita pequeña, con que los labradores suelen jugar en los exidos, el juego que llaman de la chueca, poniéndose tantos a tantos; y tienen sus metas o piñas, y guardan q los contrarios no les pasen la checa por ellas, y sobre esto se dan muy buenas caydas y golpes. Dixose chueca de choque, que es el sonido que haze el golpe» (IBÍDEM, p. 295 vta.).
Barranco de los Jaboneros en Mogán
(marianydani.blogspot-com)
Intentamos ahora describir el territorio en que nos encontramos a los dos topónimos de Gran Canaria, sin que podamos deducir de los oficios y perfiles de los posibles jugadores practicantes en estos lugares bastante apartados, y ello desde la premisa que el topónimo se simplificó, probablemente por cierto rechazo social por su dureza, y de la ‘pina’ de los entendidos, de alguna manera acabó en la ‘bola’ del común, probablemente por la mayor notoriedad que tuvo el juego de la Bola Canaria que terminó por federarse en unión de la petanca.

Si bien la práctica del primero, la pina, requería un espacio de terreno raso de unos 300 metros según algunas fuentes, la bola canaria requería de un terreno de juego de juego más acabado y preparado, muchos de ellos cerrados por muretes, de un rectángulo de un mínimo de 18 y un máximo de 25 metros de largo, y de un mínimo de 3,5 y máximo de 6 metros de anchura, siendo sus mayores atributos la precisión y habilidad en el lanzamiento de las bolas con el ‘arrime’ o el ‘boche’ al boliche.


En el municipio de Mogán localizamos el topónimo al norte de Puerto Rico, más allá de Motor Grande, en la cabecera del Lomo de los Pinitos Nuevos, entre el Barranco del Jabonero al naciente y la Cañada de las Veredas al poniente que se juntan para formar el Barranco de Puerto Rico, donde en la actualidad la vegetación dominante es la típica de cardonales y tabaibales. Además del topónimo del lomo haciendo alusión a ‘Pinitos Nuevos”, inmediatamente al norte encontramos el Llano de Cortadores, alusiones claras a los antiguos oficios para la tala de árboles y leña para los distintos aprovechamientos, donde pudo ser considerable la presencia de los mismos por estos lares.

Y en el de Tejeda, lo encontramos al sur de la Presa del Caidero de la Niña, entre las Casas de Pino Gordo  al poniente y Vigaroy al naciente, y, al norte del Roque de las Mujeres, dominando una vegetación entre coladas basálticas encontrando un diseminado de palmeras, pinos, sabinas, sauces, almácigos, peralillos y brezos, en un tapizado suelo, como florístico importante en el que un gran número de especies vegetales de gran interés por su rareza y singularidad se ven amenazadas por la invasora y agresiva rabodegato (Pennisetum setaceum), y sin olvidar la omnipresente tabaiba. Distintas fuentes sostienen que siglos atrás las antes dichas especies de gran porte que poblaban estos lugares fueron objeto del aprovechamiento como madera o leña. También concurrió aquí en mayor abundancia que en la actualidad la actividad del pastoreo.
 
Casas de Pino Gordo (Rafael Peñate Navarro)
En ambos lugares pudiera ser que los practicantes de la pina fueran hombres vinculados al aprovechamiento de la madera siglos atrás, e incluso dedicados al pastoreo, o a al cultivo de cereales, quienes entretenían así sus pocos tiempos de ocio tras una larga jornada de trabajo, en aquellas juntas que convocaban de forma colectiva como buenos vecinos, pero todo ello hemos de entenderlo desde las conjeturas a que llegamos por las distintas premisas expuestas.

Las ocasiones para la práctica de la pina pudieron ser frecuentes, pues el entretenimiento y distracción era merecido después de una junta, como bien dice el refrán castellano “No sabe lo que es descanso quien no sabe lo que es trabajo”, si bien entenderíamos que a este caso habría que aplicarle al término del viril juego, aquel otro gallego que dice “Tras do traballo vén o descanso, máis tamén vén o cansazo” (Tras el trabajo viene el descanso, pero también viene el cansancio), mientras la junta de mujeres se dedicaban a “hilar, coser, majar lino” como se cuenta de las costumbres campesinas:

Vigaroy (Dizean)
«El día señalado para la trilla se convidan a los amigos y deudos, y cada uno viene con su yunta, el zagal y el gañán. Desde las primeras horas de la mañana se tumba la parga, que consiste en tender las gavillas en la era. Luego de terminada esa operación, se da a los trabajadores una copa [de] aguardiente y ½ hd. de pan. A las nueve entran las yuntas a trillar, arrastrando un trillo cada una y dirigidas por el zagal. Cada dos horas se voltea y sacude con horquetas la paja, a fin de que el grano vaya al fondo y la espiga sin romper a la superficie, operación que llaman dar la vuelta. A las doce se da a los trabajadores gofio escaldado con puchero y sopa de fideos, y una hora de descanso de yuntas, y a las cuatro o cinco está terminada la trilla. Se sueltan las vacas y todos los trilladores como puchero y gofio amasado, pan y queso» (GRAU-BASSAS, 1980, p. 52).
«En las faenas propias del país se prestan mutua ayuda, por cuyo motivo hay creadas las juntas que son la reunión de varios vecinos con un fin dado. Hay juntas de cavar o sorribar, de arar, trillar, plantar, descamisar, sacar trigo, y de hilar, coser, majar lino, etc. Estas juntas son una especie de fiesta o alegre reunión en donde se trabaja, y el amo o dueño del trabajo da de comer» (IBÍDEM, p. 77).
Localización en Mogán (IDE Gran Canaria)
Localización en Tejeda (IDE Gran Canaria)