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viernes, 13 de enero de 2017

CURATO, EL (MOYA)

Lugar que se localiza al naciente del Barranco de las Noscas, al norte de Carretería y al sur de El Lance, teniendo a su naciente las vertientes del Barranco de Azuaje. Estaba atravesado por el antiguo Camino del Lance de la Madera, en la actualidad asfaltado recibe el nombre de calle Curato, recibiendo las casas construidas en ambos lados un número de gobierno consecutivo, hasta llegar a Carretería por donde continua el mismo antiguo camino.

Vista de las tierras de El Curato en primer plano (Google Earth)
El origen del topónimo, situado en un lomo en el que encontramos muchos estanques construidos con argamasa en los pasados siglos, lo encontramos en la manda pía de su donación a la parroquia:

«Ademas de la casa parroquial, poseyeron los curas de esta iglesia una suerte de tierra y cuatro azadas de agua, donación de Dª Mª de Vera, quién, a veces, se llamaba María de Mendoza y Vera, como se llamó Luis de Mendoza y Vera, el primer patrón de la Capellanía de Ntra. Sra. de Guadalupe. Este apellido de Mendoza lo conservan y llevan con orgullo, en memoria de su quinto abuelo, D. Diego Gómez de Mendoza y Vera, veinte y cuatro [regidor municipal] de Jerez de la Frontera, y padre de D. Pedro de Vera, Capitán General de la Conquista. 
Este predio, llamado todavía “Finca del Curato”, fue regalo a los párrocos de este lugar, a principio del siglo XVII, con la condición de que dijeran quince misas rezadas anuales en la Iglesia de la Candelaria. Está situado donde llamaban en aquel tiempo, Lomo de Carne de Agua, lindando con el Vínculo de Solís. Lo usufructuaron los curas hasta la desamortización de los bienes eclesiásticos » (MARRERO MARRERO, 2015, p. 49).
Uno de los tantos estanques (Fedac)
Por si pudiera confundir la redacción dada por el párroco de Moya, puede llegar a confundir al lector entre el parentesco de María de Vera con Luis de Mendoza y Vera, ambos descendientes del matrimonio del conquistador Pedro de Vera con Beatriz de Hinojosa, citada en algunos documentos como Beatriz Camacho pues era hermana de Pedro Camacho, en concreto de su segundo hijo Martín de Vera considerado en la historia como el predilecto. 

Los otros hijos de estas primeras nupcias de Pedro de Vera fueron Diego ─el primogénito─, Francisco, Hernando y Rodrigo, y sólo le acompañaron en la conquista de la isla los dos últimos. Se le conoce sólo una hija llamada Francisca de Hinojosa. De sus segundas nupcias con Catalina de Zurita, viuda de Pedro Fernández Cabeza de Vaca, no tuvo descendencia (ROSA OLIVERA, 1963, p. 91).

Cartoteca de 1962 con los muchos estanques y pozas (IDE Gran Canaria)
Su hijo Martín de Vera, del que se cree participó en la guerra para la reconquista de Granada, se calcula pudo llegar a la isla después de que su padre llamado a la Corte fuera cesado del cargo de gobernador (1490), y fue quien como predilecto se hizo cargo de los bienes que su padre tenía en la isla, ya casado con Elvira Gutiérrez de Gatica, conociéndose por distinta información documental de su estancia en la isla, así como de sus bienes en tierras y nacientes de agua en Moya, muchos de ellos heredados de su padre y acrecentados por él:

«Martín de Vera obtuvo importantes repartimientos de tierra en Gran Canaria en 1505; en 1513 era regidor de esta Isla y con su representación hizo viaje a la Corte y obtuvo diversas mercedes reales, frente a los abusos del gobernador licenciado Sebastián de Bricianos; el 26 de enero de 1515 interinaba el elevado cargo de gobernador y justicia mayor de la Isla; y entre los años 1517 a 1524 el matrimonio suscribió diversos documentos ante los escribanos de Las Palmas: el 10 de febrero de 1517 vendieron unas casas en la calle de Triana a Gonzalo Pérez, maestro de azúcar; el 6 de mayo de 1519, en sus casas, se comprometieron a pagar a Pedro Miguel o a Rafael Fonte, regidor de Cádiz, 200 ducados de oro, y en garantía hipotecaron dos suertes de tierra de regadío, cultivadas de caña de azúcar, en el término de Moya; el 21 de febrero de 1524 Martín de Vera vendió a Alonso Velázquez otra suerte de tierras de cañas, en el mismo lugar de Moya…» (IBÍDEM, p. 96).

Inicio de la calle El Curato, en el término de Carretería, con un viejo estanque (Google Earth)
A Martín de Vera se le conocen con certeza tres hijos varones Pedro, Diego y Francisco, los dos primeros participantes en las conquistas en África y el último muerto en Marsella, pon consiguiente no estante en la isla.

Y también tres hijas hembras Inés, María y Ana. Las tres estantes en la isla, de Inés sólo se conoce que delató a una vecina ante la Inquisición; María se casó con Nicolás Rodríguez de Curiel, regidor que fue de Gran Canaria, teniente del gobernador Lope de Sosa, con quien tuvo tres hijos Martin, Catalina y Francisco bautizados en la parroquia del Sagrario Catedral de Las Palmas, quien creemos es la mencionada por el párroco de Moya como Dª Mª de Vera, y quien el 9 de marzo de 1550 registró sus tierras porque se las estorbaba un colindante.

Cartoteca de 1962 del lugar (IDE Gran Canaria)
La última de las hijas Ana Vera, se casó con Alonso de la Barrera, y su cónyuge en su testamento del 19 de diciembre de 1540 apoderó al canónigo tesorero e inquisidor Luis de Padilla ordenando la fundación de capellanía en la ermita de la Trinidad, situada en su ingenio del barranco de Guadalupe en Moya (tramo del barranco de Azuaje, junto a Casas de Matos, en la banda de Firgas), con el canon de sus tierras allí existentes, que presumiblemente pudieron ser recibidas de su suegro Martín de Vera.  De este matrimonio el hijo primogénito fue Luis de Mendoza y Vera, quien se casó con Ana Cerón, hija de Martín Hernández Cerón Ponce de León, gobernador de Gran Canaria y alcalde mayor de Sevilla. Los hermanos de Ana de Vera se llamaron Martín, Hernando, Rodrigo, María, Luis, Diego y Antón ─fallecido con 6 años─, y todos portaron el apellido De Vera.

Entendemos   que las mencionadas por el párroco Marrero Marrero como Dª Mª de Vera y María de Mendoza y Vera no son la misma persona, pues son tía y sobrina, y esta última sí es hermana de Luis de Mendoza y Vera.  Y también entendemos que fue la tía quien hizo la donación de las tierras al curato de Moya, por el tiempo de la donación, y porque su sobrina María de Mendoza y Vera, de la que no se tienen noticias documentadas por protocolos de bienes, es la que pudo morir en la pobreza como el párroco anota.
Antepasados de los donantes de las tierras al curato de Moya
Por esta secuencia de antepasados de quien dio las tierras para que el lugar fuera conocido como El Curato, llegamos a conocer del conquistador y gobernador Pedro de Vera, que fue llamado a la Corte y cesado por la denuncia del obispo ante su cruel y abusadora posición en el negocio de la esclavitud de naturales de las islas.

«… en otro documento, de 25 de junio de 1519, el portugués Pedro Yanes, de Lisboa, concede licencia a su mujer, María Hernandes, para que pueda cobrar de “Martin de Vera, vecino de Gran Canaria, hijo del señor gobernador Pedro de Vera, difunto", 20.000 maravedis, de ciertos esclavos que le había vendido» (IBÍDEM, p. 97).

Localización (IDE Gran Canaria)



viernes, 2 de diciembre de 2016

VIÑÁTIGO/S, EL (V. DE SAN MATEO, AGAETE, VALLESECO Y MOYA)

Topónimo que localizamos en la Vega de San Mateo, al sur de La Lechucilla y Los Roquetes, entre Camaretas al poniente y con la jurisdicción de Valsequillo, donde se localizan los Llanos de los Suárezde los González  y de los Rivero, y, el Llano de la Casilla.

En Agaete, lo encontramos al sur de Los Cabucos, en las fuertes vertientes que dan hacia poniente al Andén de los Trigueros y que se encuentran entre la carretera Fagagesto-Juncalillo (GC-070) y de la Carretera de los Pérez, lugar entre las cuencas del Barranco de Los Cabucos y del Barranco de la Montaña. Y en Valleseco, al naciente del Lomo de la Palma, muy cerca de los límites de Valleseco con Teror, al naciente en La Gambuesa del alto de la Cuesta del Muelle. Había un topónimo ya desaparecido en Teror, en el Heredamiento del Chorrillo. Curiosamente el acceso al lugar es llamado Camino de Viñático, usando la variante del término.

Igual variante localizamos en Moya, donde el lugar de Viñático lo encontramos al naciente de La Josefa, muy cerca de la carretera de Moya- Fontanales (GC-075), al sur de Carretería y al norte de Estebanejo, en los altos de las vertientes de poniente del Barranco de Azuaje.

Viñátigo (lostilos.villademoya.es)
Todos los topónimos vivos y los muchos otros desaparecidos guardan estrecha relación con el viñátigo (Persea indica) es una «especie característica de los bosques de laurisilva. Es endémica de los archipiélagos macaronésicos, estando presente en todas las islas de las Azores, en Madeira y Canarias. Se trata de un árbol de hasta 20 m, que se puede diferenciar por sus hojas lanceoladas, de color verde claro pero que se vuelven rojizas al envejecer, sin glándulas. Los frutos son elipsoides, de unos 2 cm y adquieren un color negro-azulado al madurar» (FLORADECANARIAS-COM).

En los primeros tiempos se consideró por su parecido que era una variedad del Laurel (Laurus novocanariensis), de la misma familia de las Lauraceae, y quizás influenciado por las vagas noticias del Laurel de Indias (Ficus microcarpa), de la familia de las Moraceae, de donde se inventarió como ‘índica’.


Lugar de Viñátigos en V. San Mateo (santisanrod)
Pero este endemismo era muy abundante en las islas en el tiempo de la conquista, ocupando los suelos preferentemente húmedos, en las umbrías y márgenes de barrancos, pero su explotación maderera por su calidad y la propia roturación de las tierras húmedas, prácticamente han contribuido a su práctica desaparición en Gran Canaria quedando pequeños relictos.

Del topónimo de la Vega de San Mateo junto al Barranco de La Lechuzilla, encontramos su mención en los repartimientos, en la descripción de las tierras que pedía Alexio de Belandia, el 21 de agosto de 1549, solicitante que dio origen al topónimo de Biliandria situado al suroeste de Viñátigos, refiriéndonos de otros topónimos próximos que han llegado a nuestros días.

Lugar de Viñásticos V. de San Mateo (Google Earth)
«… suplico me hagan merçed de un pedaço de tierras que es en el termino del Gamonal en la hoyada desde el portezuelo asomante a las camaretas y a la cañada de los viñaticos y por aquella misma hazera sobre la mano derecha del barranco a dar a una tierra albariza blanca que va a dar al camino de Tirahana e de la otra banda del linda contra el Risco de Tintiniguada e a dar abaxo a la montaña Bermeja e donde esta un pino en que podra aver çient fanegadas de tierras y mas» (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 484).

En la prehistoria de las islas el viñátigo, que no es voz aborigen como a continuación se dice, tuvo muchas utilidades para los aborígenes, tanto en la fabricación del ‘banot’ como arma, por su gran fortaleza.

Lugar de Viñátigos Vega de San Mateo (caminosdecanarias.blogspot-com)
«Madera empleada en la confección del ‘banot’. El fragmento incrustado en la vertebra parece proceder del viñátigo/viñático, “elemento fundamental de la antigua laurisilva canaria... Puede alcanzar alturas de 15 a 20 metros, y su madera, muy dura, de color rojo pardo, fue muy apreciada” (Ceballos y Ortuño, op. cit., pp. 94 y 345. Max Steffen señala que en otros tiempos fue objeto de exportación con el nombre de caoba de Canarias, y que la voz vinátigo, nombre vulgar de la Persea indica L., es un portuguesismo. También lo admite Pérez Vidal: la forma portuguesa es vinhático. En el diccionario de E. Pinheiro [n. 50] se cita como árbol de las Azores, nombre que también se da a la madera. Para Ceballos y Ortuño se trata de un árbol “francamente exigente en cuanto a humedad: se localiza siempre en umbrías o fondos de barrancos” (op. y Loc. cit.).

Banot: Fotografía y lámina (Museo Arqueológico de Tenerife)
[n. 50] EDUARDO PINHEIRO: Diccionário da Lingua Portuguesa, Porto, s. a. “Bajo la voz vinhatico se dice que es un árbol de las Azores; madera de ese árbol. Pero se trata de la misma especie presente en la laurisilva canaria y en general en la flora macaronésica”» (DIEGO CUSCOY, 1986, p. 776).

[op. cit. La obra arriba citada por el autor es L. CEBALLO y F. ORTUÑO: Vegetación y flora forestal de las Canarias Occidentales, Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, Madrid, 1931, 465 pp. (El Sabinar, pp 97-98)].

Pero nuestros aborígenes no sólo aprovechaban del viñátigo la dureza de su madera, sus hojas las utilizaban para hacer tintes naturales de color rojo para los textiles de junco.

«Consultados estos textos y las referencias que nos ofrecen los textos antiguos, podemos resumir que los antiguos pobladores de las islas elaboraban tintes con materias primas de origen vegetal, aprovechando las hojas, frutas y bayas, cortezas, raíces y la savia, de sobre todo especies de árboles de la laurisilva, del drago y el pino canario, y de plantas silvestres entre las que se encuentran identificadas los tajinastes (echium), y la hierba pastel.

Hojas y frutos del viñátigo (floradecanarias-com)
Para confirmar las posibilidades tintóreas apuntadas por estos últimos autores tanto para los soportes de origen vegetal como los de origen animal se realizaron pruebas con algunas de las materias primas de origen vegetal citadas, concretamente con: hojas de viñátigo (persea indica), frutos y corteza de acebiño (ilex canariensis), frutos y corteza de faya (myrica faya), corteza de pino (pinus canariensis), raíces de varias de las especies de tajinastes (echium) y hojas de hierba pastel (isatis tinctoria).

Como soporte para confirmar la adherencia y tinción se utilizaron franjas de tejido de junco preparadas para esta composición. […] Las tonalidades que obtuvimos con todos estos materiales varían desde amarillos (faya e hierba pastel), naranjas (faya, viñátigo), rojos (pino, viñátigo), carmines (faya y tajinastes), violetas (faya y tajinastes), tonalidades terrosas (acebiño), verde claro (acebiño e hierba pastel), y, verdes oscuros y azules (hierba pastel)» (HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, 1997, p. 28).

Y como buenos pastores, conocían también de lo venenosa que estas hojas podrían ser para su ganado, conocimientos que quedaron en la cultura pastoril de La Palma, no dudando fuera conocida en las restantes islas donde los aborígenes fueron apreciados y contratados para el pastoreo tras la Conquista.

«… en La Palma, en concreto en la Cumbre Nueva, donde los pastores talaban o cortaban las ramas bajas de los viñátigos (Persea indica), árbol de hojas venenosas, cuyo consumo por el ganado en grandes cantidades, incluso podría ocasionar su muerte … » (NARANJO RODRÍGUEZ, 2006, p. 43).

Ejemplares de viñátigos en Tenerife (lavegadesanmateo-com)
Conquistada la isla, además de conocerse que la corteza fue utilizada como antiséptica de la piel, el viñátigo y otras maderas de la laurisilva ─que se localizaba en el norte de Gran Canaria por su típica mayor humedad propiciada por los vientos Alisios─ eran reservadas por las autoridades para la construcción del interior de las naves, por el elevado interés estratégico de la industria naval en su condición de islas.

«Muchas partes de los barcos, en concreto las del exterior se hacían de madera de pino canario y la del interior de madera de las variedades de la laurisilva. Entre ellas destacaba el viñátigo y el barbusano, no sólo apreciados por su altura, sino también por la calidad de su madera y su resistencia a la podredumbre del agua» (LOBO CABRERA, SANTANA PÉREZ, et RODRÍGUEZ PADILLA, 2007, p. 106)

El particular hábitat de la laurisilva que ocupaba las zonas húmedas de la isla, y la propia prioridad que se dio para el destino del viñátigo a la industria naval, no impidió que se comerciara con ella para otros usos como se aprecia de la cita del Contrato de 1592-marzo-13, protocolo de Alonso Fernández Saavedra, legajo 802, f. 89 r.:

«Antonio Álvarez, aserrador, vecino de Canaria, se obliga a entregar a Bartolomé Pabón, 4 docenas de tablas de viñátigo y 1 docena de tablones de la misma madera y de palmo y medio de ancho y 12 pies de cumplido, y el tablado ha de ser de 12 pies de cumplido y 2 palmos de ancho, y los tablones de 2 dedos de frente, y por razón de aserrar y cortar y entregar en la Montaña de Doramas, donde las puedan sacar y cargar caballos, por razón de 20 reales por docena de tablas y tablones y tijeras de viñátigo. A cuenta recibe 30 reales. Bartolomé Pabón se obliga a la vez a hacer a Antón Álvarez una rueda de atahona con su dentadura, aspas y carrete por precio de 10 ducados, de palo blanco» (IBÍDEM, p. 258).

El viñátigo y sus frutos (floradecanarias-com)
Debió haber sido grande la tala del viñátigo que ya a comienzos del siglo XIX, se tenía que importar de La Palma su preciada madera que era utilizada para el tallado de imágenes religiosas combinada con el pinsapo, e incluso la reutilización de su madera en el desguace de los barco, de cuyas huellas en el arte tenemos unas singulares referencias documentales de la utilizada por el escultor José Luján Pérez para la elaboración las imágenes del ‘Apostolado’ que adorna el interior del cimborio de la Catedral de Las Palmas, conforme al encargo que le realizara el Cabildo Catedralicio, y que demoró en confeccionar por el agobio que padecía cumpliendo con encargos que le hacían distintas parroquias e iglesias.

«…en su casa, había puesto el Cabildo madera de viñátigo y pinzapo, de la que sin temor á engañarnos, hubo de gastar una buena, parte, cuando se le pidió cuenta de ella » (TEJERA Y DE QUESADA, 1914, p. 81).

Se trata del ‘Apostolado’ cuya pequeña historia empezó cuando el Cabildo consideró eran los adornos que remataran el cimborio, y el 16 de julio de 1798 da poderes al canónigo Zumbado para que contrate con Luján el precio de las estatuas, condicionando que las cabezas, manos y pies sean de madera menos corruptible y los vestidos de lona y los cuerpos de pinsapo del norte.


«El día 24 de dicho mes el Cabildo determinó que fueran dieciséis las imágenes (sic), a saber, los doce Apóstoles y los evangelistas San Marcos y San Lucas. Fue así como Luján se hizo cargo del ‘Apostolado’ y en septiembre de aquel año propone al Cabildo la compra de siete piezas de lona de 44 varas cada una en la tienda de don Francisco Aguilar, y la madera de viñátigo necesaria para las cabezas, manos y pies de las estatuas. (Cabildo, 25 de septiembre de 1798) [Sorprende la aclaración del autor de (sic), ‘copia textual del original’, en cuanto al número de 16 imágenes, pues en su p. 232 da cuenta que se encargaron a Luján 2 ángeles para el “sancta sanctorum de esta catedral”, si bien cuando se pagan se dice “los dos ángeles para el cimborio”].

El Cabildo contestó que se comprara la madera de los barcos varados que estaban en venta, y que si no bastaba con dicha madera, se le avisara al hacedor de La Palma para que enviara el viñátigo necesario. (Cabildo, viernes 28 de septiembre de 1798)» (CAZORLA LEÓN, 1992, p. 230).

Es más explícita la redacción contenida en el documento del Cabildo, viernes 28 de septiembre de 1798:

«Vista la minuta de la madera de viñátigo que hace juicio el escultor don Jose Pérez para cabezas, manos y pies de las estatuas del cimborio y en atención a que hay madera de barcos que se han varado para expenderlas, se acordó se reconozcan y de haberlas aparentes para dicho fin se compre de ellas la porción que sea necesaria y, de no ser suficientes las cuchas, se escriba al hacedor de La Palma remita de la madera de viñátigo el número de piezas en la conformidad que conste de la minuta» (IBÍDEM, p. 233).

Pero como ya se ha dicho arriba, Luján Pérez se encontraba agobiado con la imaginaría de parroquias e iglesias de las islas, y fue ganando algún tiempo, durante el que compró dieciséis varas de lona que fueron pagadas el 13 de marzo de 1800, y volvió a ganar más tiempo, haciéndose rogar, hasta que el Cabildo Catedralicio le requirió y el 21 de marzo de 1801, un año después, Luján comunica la madera que necesita.

«Luján manifiesta el 21 de marzo de 1801 que la madera que necesitaba para sus estatuas era: “Veinte tozas de viñátigo de tres varas de largo y cuarta y media de ancho, dieciséis palos de vara y cuarto de cumplido y una cuarta de grueso en cuadro por ser cada estatua de dos varas y medio de alto” (Libro Obra de la Iglesia 2).»

Apostolado del cimborio de la Catedral de Las Palmas (norlando.blogspot-com)
«Luján empezó el Apostolado en 1804. Y como no había madera suficiente para las estatuas y los canceles de la iglesia, fue enviado a Tenerife el carpintero Cabral (Antonio), para que, siguiendo las normas de Luján, comprara la madera más a propósito y la lona. (Cabildo, jueves 24 de mayo de 1804). Y Luján, mientras hacía su Apostolado, mudó de parecer en lo referente a los vestidos. En vez de hacerlos de lona, le parece mejor tallarlos en madera. Razón por la cual se pone en venta la lona comprada […] Las imágenes comenzaron a ser entregadas, en la segunda mitad de 1806, a los pintores para poderlas colocar en el cimborio.

En el libro Obra de la Iglesia 2 se nos dice:
“Sábado 9 de agosto de 1806: se pagan al maestro pintor Cayetano González por pintar uno de los doce apóstoles 20 pesos”.

“Sábado 16 de agosto de 1806: se pagan al maestro pintor Portugués la pintura de dos apóstoles 40 pesos. (Libro Obra de la Iglesia 2).

“Por 1.500 reales que según recibo de 22 de diciembre de 1808 pagó al maestro pintor Joseph Yanes por su trabajo en los cinco Santos que se colocaron en el cimborio a razón de 20 pesos cada uno”. (Cuentas Mayordomia Fábrica, 1789-1813, fol. 163).

La colocación del Apostolado en el cimborio tuvo lugar en septiembre de 1810» (IBÍDEM, p. 231-232).

Localizaciones históricas (Jardín Botánico Viera y Clavijo)
De las localizaciones históricas del viñátigo inventariadas por el Jardín Botánico Viera y Clavijo, la comparación de las conocidas hasta los años 30 del pasado siglo, con las inventariadas en el siglo actual distan mucho entre sí, y ello después de conocer de las utilidades que se le daban en nuestra prehistoria, las siguientes de nuestra historia, particularmente del primer siglo después de la Conquista, y las residuales siguientes.

Se anota su localización preferente en Los Tilos, de donde encontramos una ficha más descriptiva del viñátigo, con algunas curiosidades relativas a la paloma, a sus parentescos, y aunque pudiera ser reiterativo en parte con lo recogido al principio, resulta obligado para insistir en que se alcen las voces en defensa de su supervivencia cual arma de guerra que fue en el ‘banot’ aborigen:

Paloma Turqué (seo-org)
«Después del til es el árbol de mayor talla de la laurisilva canaria, pudiendo alcanzar los 30 m. de altura. Tronco recto y robusto con corteza gris oscura y fisurada. Hojas oblongo lanceoladas de hasta 20 cm. de longitud, algo coriáceas; cuando envejecen toman un color anaranjado y permanecen sin caer durante un tiempo. Las flores blanquecinas se agrupan en los extremos de las ramas. El fruto es una baya de unos 2 cm. de largo, de color negruzco y brillante cuando maduran, no comestible. Solo la paloma turqué y rabiche son capaces de digerirlos sin notar efectos secundarios. Florece entre marzo y agosto.

Elemento propio del bosque de laurisilva, es exigente en cuanto a humedad por lo que generalmente habita en los lugares más umbríos (fondos de barrancos, vaguadas y hoyas). Su madera de color rojo pardo es muy apreciada. Es pariente del aguacate, además de endémica de la Región Macaronésica (Azores, Madeira y Canarias). En Canarias faltan en Lanzarote y Fuerteventura. Ha sido elegido como símbolo vegetal de la isla de La Gomera» (LOSTILOS.VILLADEMOYA-ES).


Localización en la Vega de San Mateo (IDE Gran Canaria)
Localización en Agaete (IDE Gran Canaria)
Localización en Valleseco (IDE Gran Canaria)
Localización en Moya (IDE Gran Canaria)

viernes, 8 de julio de 2016

CAVADERO, BARRANCO, HOYA Y LUGAR DEL (MOYA)

El Barranco del Cavadero tiene sus nacientes en distintos tributarios, en el Risco de La Atalaya y en el Cortijo de Las Hoyas, discurriendo aguas abajo en dirección norte dando nombre al lugar que atraviesa en todo su recorrido, para converger en un único cauce en la Hoya del Cavadero; después de atravesar la carretera Montaña Alta-Fontanales (GC-070), aproximadamente en el punto kilométrico 19’5, y discurrir paralelamente a ella por el naciente durante unos 520 metros, hasta desdoblarse para rodear el Lomo de Enmedio, volviéndose a unir hasta llegar a su junta con el Barranquillo de Lomo de Las Piedras, donde toma el nombre de Barranco del Laurel.

Panorámica (Kjell O. Pettersen)
En el lugar encontramos un asentamiento muy diseminado, en el que se censan un centenar de habitantes, y se puede llegar hasta él por la carretera Acceso a Los Tilos de Moya (GC-704), accediendo a ella junto al puente del Barranco del Laurel o de Moya a partir de ahí, situado en la carretera San Juan(Guía)-Moya (GC-700). Subiendo por la primera, cuando termina la Reserva Natural de Los Tilos, dejando atrás la Ermita del Barranco del Laurel, la carretera enlaza con tres caminos vecinales. El de la izquierda conduce al pago de La Jurada, el del centro a la Hoya del Cavadero y el de la derecha al Lomo del Peñón.

Nos encontramos aquí en el corazón de la antigua Montaña de Doramas del siglo XVI, que se iniciaba más allá del Barranco de la Virgen hasta llegar al cercano pago del Barranco del Pinar, los límites jurisdiccionales de los términos municipales de Moya y Santa María de Guía, a partir de donde se iniciaba la también antigua Montaña de Gáldar que en dirección de poniente llegaba al Lomo de la Raya, muy cerca de Montaña Alta.

Desde los primeros tiempos de la Conquista de la isla, ambos territorios permanecieron protegidos como tierras realengas bajo el control del Concejo de la isla, no permitiéndose los asentamientos, ni las roturaciones de terrenos, ni la tala o quema de sus grandes árboles centenarios, que de forma especial en la Montaña de Doramas conformaban la mayor masa boscosa, que dio lugar a nacientes, madres y rezumaderos que dieron nombre al lugar de Fontanales, cuyo vestigio residual es la laurisilva y monteverde. Es este lugar de El Cavadero y el barranco que le dio su nombre, el mayor aporte de la riqueza hídrica para todo el conjunto, y especialmente para la actual Reserva Natural de Los Tilos, donde se mantiene una vegetación exuberante como relicto de lo que pudo ser cinco siglos atrás.

Vista (Google Earth)
Es precisamente este elevado número de afloramientos y escorrentías que alimentaban el barranco, lo que dio origen al topónimo Cavadero, que siguiendo las antiguas costumbres léxicas canarias apunta que es un derivado de Cava, siguiendo las reglas que se dieron en la antigüedad con los añadidos del sufijo _ero.

«El sufijo -ero aparece sistemáticamente en la formación de nombres de árboles frutales, como vemos en los siguientes ejemplos “planté los limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones”» (MORERA PÉREZ, 2004, p. 178).

Pero el sufijo no es usado exclusivamente para dar nombre a algunos árboles frutales, y la misma fuente nos incluye varias voces referidas a los aprovechamientos «Recolector de orchilla: “tanbien me presisa abisarle a Vmd. como distintos sugetos como son los orchilleros no los puedo ser retirar de las breñas” (Cartas, 85). […] y también pajero. Sitio donde se guarda paja, forraje seco, aperos de labranza, etc.: «con el motibo de aver un pagero de 400 fanegas de trigo del mismo maiorazgo de Arucas, se abanzaron a él» (Diario, 54); «Escritura (...) a favor de dicho señor de una era cercada, con pajero» (Diario histórico I, 199). Deriv. de paja (del lat. palea) ‘caña de trigo, cebada, centeno y otras gramíneas, después de seca y separada del grano’ y el sufijo –ero». (ÍBIDEM, p. 196).

Helecho "batatilla", Davallia Canariensis (nacerdelatierra.blogspot.com-es)
Pero este sustantivo del topónimo va más allá del significado que actualmente recoge el DRAE sobre la voz «cava 1. f. Acción de cavar y, más comúnmente, la labor que se hace a las viñas, cavándolas», despejando nos asalte duda alguna sobre cualquier relación con el cultivo de las viñas, pues ya se ha dicho que es un territorio de realengo, sin aprovechamientos agrícolas en la antigüedad, y de ahí que nos remitamos a los diccionarios históricos de la lengua.

«CAVA, vale lugar hondo, donde se suelen congregar las aguas que concurren de los collados vecinos, dize ser Arabigo, pero su rayz es Hebrea, del verbo ‘עקיצה’, caua congregari, in niphal alrededor de las fuerças suele hazer vnas cauas, o fosas hondas, y en mucha partes las hinchen de agua para mas seguridad, lo que está de la otra parte de la dicha caua, o foso hazia el campo llaman cárcava, como està dicho en su lugar arriba» (COVARRUVIAS OROZCO, 1674, p. 213).

Incluye este antiguo diccionario en la misma página, una voz derivada de la anterior, que en su significado nos lleva al cercano topónimo de La Horcajada, situado al sur del Risco  de La Atalaya y al naciente de la Heredad de Moya, de donde deducimos pudieran guardar estrecha relación con este que aquí tratamos. Dice lo siguiente:

«CAVADVRA, qualquiera cosa que se caua, y en el hombre en respeto del vestido, y calçado llamamos cauadura, lo que por otro nombre se dize horcajadura, que es aquella parte de dó de nacen los muslos, porque allí se diuide el hombre en dos partes, que son las piernas, y es hoca es propiamente la pertega que se remata en dos gajos, y enmedio dellos recibe la que llaman lata, y sobre estas arman los parrales».

Igual topónimo, singular y plural, lo encontramos en la Vega de San Mateo, y en Fuerteventura y La Palma, y en todos los casos, próximos y quizás debido a un barranco que le dio nombre. Así tenemos Los Cavaderos en Las Lagunetas, junto al cauce del Barranco de la Mina, en La Oliva (Fuerteventura) el lugar y el Barranco del Cavadero y en Barlovento (La Palma),  Los Cavaderos y el barranco homónimo. De donde puede asegurarse su estrecha relación con “las aguas que concurren”.

Las raices que le dan el nombre vulgar "batatilla" (nacerdelatierra.blogspot.com-es)
Pero no podíamos quedarnos con el origen del topónimo, y hemos indagado de la costumbre de su uso, encontrando dos referencias relacionadas con la cíclica hambruna en la isla de La Palma, intentando con ello adverar la tesis de su uso en las islas.

«Un informe de 1835 al gobernador civil de la provincia escrito por Dionisio Albertos de Miranda, párroco de Breña Alta, testimonia una realidad extensible al ámbito insular, la de que todos sus parroquianos breñuscos salvo una decena de pudientes vivían en la mayor miseria, alimentándose del pan obtenido de la raíz del helecho cultivado en cavaderos comunales; y que sólo un “rincón” del municipio -la vigésima parte- era de sus vecinos» (PÉREZ HERNÁNDEZ, 2000, p. 722).

«Ese amplio espectro de campesinado breñusco constituye el magma social que nos importa en este texto, cuyo 35% tiene tan poca tierra (menos de 50 áreas) que vive de continuo en un estado de precaria subsistencia familiar, mientras que el resto de campesinos padece situaciones periódicamente muy apuradas debido a sequías y malas cosechas, unido al agobio de los impuestos. Unos y otros tuvieron que recurrir a menudo a los “cavaderos del helecho” en las faldas de la Cumbre, en busca de su raíz, la que reducida a harina constituía el último recurso alimenticio e indispensable cuando escaseaban todos los demás» (PÉREZ HERNÁNDEZ, 1998, pp. 2711-2712).

Batatas (lanzaroteinternacional-com)
Nos introducen y aproximan estas referencias bibliográficas primero a unir el topónimo al término comunal, de lo público, y más importante aún al helecho, y el aprovechamiento de sus raíces como medio de sustento. Hablando de helechos, nos confirma que el medio natural debe ser rico en aguas y humedad, y están mejor adaptados a vivir en ambientes frescos o húmedos y a zonas cálidas, por lo cual su diversidad y abundancia va disminuyendo a medida que nos alejamos de las zonas tropicales. Es por ello que los lugares más favorecidos son aquellos que corresponden en general a los ambientes húmedos del monteverde, el que encontrábamos con mayor esplendor en el pasado de este lugar.

Pero no podemos referirnos a los más comunes cuando se refiere al recurrido sustento en los tiempos de miseria, ni al helecho común (Pteridium aquilinum) ni tampoco al helecho rizado (Nephrolepis exaltata). Es conocido en las islas un helecho vulgarmente llamado  batatilla o cochinita" (Davallia canariensis) (GIL GONZÁLEZ, 2005, Davallia)

Cardo penquero comestible (cynaracardatuopinion-com)
Que vulgarmente se le llame “batatilla” no hace referencia a la conocida como "batatilla de indias" (Ipomoea indica), y aunque sabemos que en las islas conocemos como «batata. 1. f. Tubérculo no solo de la planta del mismo nombre, sino también de determinadas plantas ornamentales, como el gladiolo, el lirio o la azucena» (ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA, 2010), por la aplicación del cariñoso diminutivo hace referencia a la raíz de la batata común (Ipomoea batatas) de mayor tamaño pero de igual uso culinario, y que el DRAE recoge «2. f. Tubérculo comestible de la raíz de la batata, de color pardo por fuera y amarillento o blanco por dentro, fusiforme y de unos doce centímetros de largo y cinco de diámetro.»

En tiempos de hambrunas en las islas, veces por el “aislamiento” a que se vieron sometidas por los corsarios con banderas de otros reinos, también por el desabastecimiento producido por sequías o contagiosas epidemias que obligaban al cierre de los puertos, y sin olvidar los estragos de las dos grandes guerras mundiales y la propia guerra civil, como en otros muchos lugares las gentes más humildes de las islas tuvieron que elegir auténticas recetas de la miseria para subsistir. Desde el agua hervida con afrecho, como sustitutivo del café con leche, esta reservada para los niños, o también con cosco, del que ya hemos hablado en nuestra entrada a esta Blog Lomo del Cosco, hasta la sustitución de las papas en los caldos con “batatillas de los helechos”, también en el mejor de los casos con castañas, o la sustitución de las verduras de sus potajes por pencas de tuneras (Opuntia ficus indica) o de cardos (Cynara cardunculus var. ferocissima), origen este último del tradicional potaje de pencas de los altos de Guía y Gáldar, y otros muchos recurrentes para engañar el estómago sin olvidar los siempre presentes higos y tunos secos.

Pencas de tunera limpias para cocinar
Alguna referencia más tenemos de estos recursos en Gran Canaria

«Alboreaba el año 1846, cuando Gran Canaria sufrió un brote epidémico de fiebre amarilla, procedente de las Antillas españolas. Ese año se había perdido la cosecha de patatas, principal alimento del pueblo, siendo escasas las de maíz, trigo, cebada y otros cereales y hasta una plaga de langosta vino por ese tiempo a consumir lo poco que quedaba en los campos. Cuentan las crónicas que no faltó quien llegase a comer "pencas de tuneras" y raíces de helecho, dándose el caso de que la miseria y el hambre hicieron más víctimas que la fiebre amarilla. La Heredad en la sesión de 7 de marzo de 1847 […] acordó del dinero del Secuestro hacer limosna a los infelices más necesitados » (RISKALLAL SANTANA, 1990, p. 102).

Juan Negrín, canario ilustre, médico, intelectual y político, cuando accede a la Presidencia de la II República, creó las bases para una economía de guerra y aprueba un sueldo de 10 pesetas diarias para los milicianos y se hacen famosas las “lentejas de Negrín”, que se hervían con piedras y algo de cebolla como alimento en el frente. Quizás por ello los carabineros combatientes fueron conocidos como “Los hijos de Negrín”. Era una manera de llenar los estómagos, y como médico sabía que solo así se reponían las fuerzas para continuar en el combate. Probablemente recomendara una receta que conoció en la isla.

Dejando atrás el origen del topónimo y las connotaciones sociales sobre las comidas en tiempos de miseria, conozcamos algo más de la historia de este lugar, del que sabemos que desde los primeros tiempos de la historia cuando la Conquista de la isla, eran tierras de realengo, de propiedad pública administrada por el Concejo de la isla en representación del Rey.

La privatización de estas tierras tienen sus inicios cuando en 1785 el Regidor Perpetuo Cristóbal Vicente Mujica solicita al Concejo la data de una porción de la Fuente del Laurel, a la que se oponía no sólo el gobierno insular, sino también los vecinos de Moya. Su petición se justificaba por “las innovaciones realizadas en la caza de ballenas” en Arguineguín,  con el apoyo de la Real Sociedad Económica del Amigos del País, actividad en que la Corona se había manifestado con fuerte interés por el gran auge que este negocio venía representando para los distintos Estados.  

Vista septentrional (Google Earth)
El fracaso de las expectativas, supuso el reconocimiento de una deuda de la Corona con Cristóbal Mujica quien había solicitado al Rey 200 fanegas de tierras en La Isleta, que le fueron denegadas por la Audiencia, al igual como ocurrió con las tierras solicitadas en el Lentiscal, proponiendo se le den 30 fanegas en Gáldar, Guía o Moya. En 1801 el Rey concede la Data por Real Provisión de tierras en la Montaña de Doramas, que debe ser ejecutada por la Audiencia.  Así lo realiza «por auto de 8 de octubre de 1801 se manda poner en posesión a Mújica de las 30 fanegas señaladas en Doramas con la obligación de plantar árboles en sus orillas y con las mismas condiciones que se establezcan en el repartimiento general de baldíos de los pueblos colindantes con la Montaña» (SUÁREZ GRIMÓN, 1978, p. 341).

Ello origina la oposición del Ayuntamiento de Moya por las tierras y el histórico pleito de la Heredad de Moya por la pretensión de hacerse con las aguas del Barranco del Laurel, en cuya entrada a este Blog ya hemos comentado.

Dice la misma fuente bibliográfica que

«La posesión de las 30 fanegas de la M. de Doramas se concede el 12 de octubre de 1801: 13 fanegas y medio celemín en el Llano de las Hayas (Moya) y 16 fanegas 11'5 celemines en el Llano del Diego Pérez (Guía), iniciándose la roturación y cultivo al año siguiente mediante contratos al partido de medias llanas por 1 año con distintos vecinos […] por influjos de Mujica o por propia iniciativa tratan de ampliar las dimensiones de la suerte recibida, al partido de medias introduciéndose clandestinamente  en la Montaña. En los autos seguidos por el Corregidor en 1803 sobre "averiguación de los reos cómplices en el incendio de la Montaña de Doramas", se procedió contra los usurpadores descubriéndose que Bartolomé Pulido, medianero de Mújica, había mudado los mojones, cortado los caminos y usurpado terreno. [..] La usurpación consistió en 3 fanegas 5'5 celemines en el Llano de las Hayas y 2 fanegas 2'5 celemines en el de Diego Pérez; los perjuicios se redujeron al cierre de un abrevadero a la salida del Barranco del Cavadero y a la ocupación de una parte del camino público haciendo otro nuevo. Por autos del Alcalde  Mayor de 29 de enero y 14 de abril de 1804 se ordena a Mújica restituir lo usurpado y éste solicita que queden a cuenta de las 170 fanegas que se le adeudaban.»

Vista meridional (Google Earth)
Las demandas de las 170 fanegas restantes se siguieron realizando por Cristóbal Vicente Mujica en los años siguientes, veces las pedía en estos lugares y otras en el Lentiscal, e inclusive en el sur de la isla, y en ocasiones le eran concedidas por el Corregidor y anuladas por la Audiencia. Al final porque siempre avalaba sus peticiones con el asunto de la pesca de las ballenas, del que no se veía éxito alguno, y consideraba que todo su argumento era para obtener ventajas en la agricultura. En 1820 vuelve a realizar la petición al Rey, quien pide informes al Jefe Político, que a su vez se la remite a la Diputación de Canarias. La Diputación requiere a los ayuntamientos de Guía y Moya para que le reintegren las fanegas, pero los ayuntamientos la mantienen entre sus Propios.  En su testamento de 20 de octubre de 1831 incluye el derecho a la data de las 170, pero las tierras seguirán de los Propios de los Ayuntamientos para su reparto entre los vecinos más necesitados (IBIDEM, p.345).

Con posterioridad a todos los acontecimientos, reacciones a favor y en contra de los repartos y datas en la Montaña de Doramas, la primera noticia documentada de la propiedad del lugar la tenemos en la partición de los bienes de Cristóbal Padilla y Ramos, el 10 de junio de 1860, en la que se incluye la siguiente finca:

«Cortijo denominado El Cavadero, situado en el Pago de Fontanales, término municipal de Moya, que mide treinta y nueve fanegadas, tres celemines cincuenta brazas, igual a veinte y una hectáreas sesenta y una áreas, noventa centiáreas, cinco mil cuatrocientas ochenta y cinco centímetros cuadrados, y linda al naciente con camino público que sube por el Lomo de Rivero y servidumbre que conduce al Cortijo de Las Hayas, al poniente con el Cortijo del Bermejal, que fue de don Nicolás Lorenzo y García y hoy es de don Bernardo García y Rodríguez, al norte con tierras del mismo Cortijo, servidumbre que llaman del Lomito de Enmedio y camino que viene del Lomo de Moya al de Rivero, y al sur con terrenos del Cortijo de las Hayas que poseen los herederos de don Andrés Melián, y las del propio Cortijo del Bermejal (Bermegal?), tiene como accesorios casas, cueva y gañanía dentro de esta cabida y linderos» (MARTÍN SANTIAGO, 2010).

El Cortijo El Cavadero correspondió por la partición a su hijo Juan Padilla y Gutiérrez Padilla, profesor de medicina y cirugía, que el 19 de diciembre de 1884 vendió al  labrador Antonio Tomás Castellano y Díaz, según protocolo nº 400, folios 1474-1475 vº del notario Agustín Millares Cubas. El mencionado Antonio Tomás y José Castellano y Díaz, son hijos de  Tomás Roque Castellano y de María de los Dolores Díaz.

Linderos mencionados del Cortijo de Cavadero (IDE Gran Canaria)
Especial mención merece la personalidad del vendedor del Cortijo Juan Padilla y Gutiérrez Padilla, más conocido en su tiempo como Doctor Juan de Padilla y Padilla quien fue alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en 1871 y nombrado por el Gobernador Civil  Pedro Mariano Ramírez como Subgobernador del grupo oriental de las islas, coincidiendo su mandato con las elecciones para Cortes Constituyentes celebradas en mayo de 1873 para la I República Federal Española tras la renuncia de Amadeo I de Saboya.

Al margen de su profesión de Médico y Cirujano, y que ejerció de profesor de Geografía en el Colegio de 2ª Enseñanza Santo Tomás de Las Palmas, fue estrecho colaborador del Dr. Gregorio Chil y Naranjo, y consocio fundador de El Museo Canario, dejando para la historia su importante labor de copista de importantes obras etnohistóricas, destacando entre otras la copia en 1876 del manuscrito de  Francisco J. de León y Joven, copia a su vez del manuscrito del bachiller D. Tomás Arias Marín y Cubas, “con varias notas del mismo Marín rebatiendo y negando algunos de los hechos que consigna Sedeño” en su Historia de la Conquista de Canaria (JIMÉNEZ GONZALEZ, 1998, pág. p. 242), y otras como la copia del famoso sermón del Prebendado Álvarez de Silva a la Virgen del Pino, que publicó sin licencia eclesiástica, obra denunciada a la Inquisición el 14 de marzo de 1756 que mandó destruirla por ser demasiado “barroca” (RODRÍGUEZ ARTILES, 1990, p. 38) y otras de José Viera y Clavijo.


Pero conozcamos más en detalle de su persona en palabras de otro importante personaje de la época Amaranto Martínez de Escobar, también consocio de El Museo Canario, datos biográficos que avalaron que una calle de la capital grancanaria lleve su nombre. Algo extensa, dados sus distintos escenarios y facetas sociales y profesionales, y de la que hemos suprimido algunos párrafos, sin que ello afecte a su contenido y condensar en ella la biografía de una personalidad algo desconocida en nuestros días, y que reproducimos destacando el crítico pensamiento político siempre vigente.

«Designado unánimemente por mis consocios  de El Museo Canario para escribir la necrología, la memoria fúnebre del ilustrado y malogrado compañero, del queridísimo y nunca olvidado amigo Doctor Don Juan Francisco Padilla y Padilla, no me era dado eludir tan sagrado compromiso, á pesar de ser el último de todos, y de todos el más incapaz para hacer exacta relación de los méritos y virtudes que enaltecieron al que dejó entre nosotros un vacío imposible de llenar. Y no podía eludir el compromiso, porque estaba obligado á satisfacer, con el tesoro de mi cariño, una deuda de gratitud al que, en momentos de angustia para mi, presa de cruel enfermedad y lejos de mi familia, no me abandonó ni un solo momento, prodigándome constante los auxilios de la ciencia y los dulces consuelos de la amistad.

[…] Fué la vida del Doctor Padilla una de esas vidas que se consagran por entero al engrandecimiento de la patria, condensando todas las energías de su sensibilidad y de su inteligencia al laborioso impulso de los elementos progresivos de la vida científica, la más esencial y permanente de la humanidad.

[…] La reputación de que gozaba el Doctor Don Juan Padilla y Padilla no era la de esos héroes que recogen laureles en los campos de batalla ni en el fragor de la lucha: no fueron sus conquistas y victorias esas victorias y esas conquistas del aventurero audaz que sorprende y encadena con la astucia de las armas al hombre débil é inofensivo: no, su reputación fué ganada sembrando beneficios; y obtuvo sus victorias y conquistas procurando el desarrollo de la enseñanza, el progreso de la patria, acumulando material para el estudio de la ciencia, y coadyuvando con los buenos á la solución de los oscuros teoremas sobre el origen de la raza indígena que habitara nuestras islas.
Retrato (El Museo Canario)

Esta ciudad de Las Palmas fué su cuna. En ella vió la luz el 21 de Agosto de 1826, siendo sus felices progenitores Don Cristóbal Padilla y Ramos, natural del Hierro, y Doña Micaela Padilla de la ciudad de Trinidad en la isla de Cuba: y en esta misma ciudad de Las Palmas, el 19 de Febrero de este año, pagó el Doctor Padilla el triste tributo que a todos nos obliga la limitación de nuestro ser.

En todos los periodos de la vida se reveló su espíritu observador y su amor a las ciencias; ya desde que comenzó sus estudios en nuestro Seminario Conciliar, ya después, en Paris, á donde se trasladó en 1846, para seguir la carrera de medicina y cirujia, obteniendo en Caen el título de Bachiller en Ciencias físicas en 6 de Abril de 1850, y recibiendo luego en la Universidad de Paris, al terminar los estudios de la Facultad, en 3 de Junio de 1858, el grado de Doctor. La tésis que con este motivo le tocó desenvolver nos muestra cumplidamente, no tan solo el alcance de su inteligencia, sino tal vez, con más exactitud, su carácter analítico é investigador, cualidad que siempre resaltaba en todos sus trabajos, como la nota predominante, y pudieramos llamar absorbente, de su pensar reflexivo. El tema importantísimo y delicado en extremo que trata de desenvolver, se condensa en estos términos: “Ulceraciones simples del cuello de la matriz y su tratamiento”. Nuestra incompetencia para el análisis y critica de este concienzudo trabajo, nos dispensa de una exposición, cuyos detalles íntegramente pertenecen a los hombres de las nobles ciencias médicas que no faltan para honra y prestigio de esta Sociedad. Ellos con recto y severo juicio han pronunciado hace tiempo su fallo, al honrar, como lo hicieron en vida y en muerte, al meritorio socio, cuya pérdida lamentamos.

Valieronle sus conocimientos médicos para ser nombrado, en 24 de Mayo de 1859, individuo de una de las Comisiones creadas por este Excmo. Ayuntamiento á fin de precaver la propagación de la viruela que ya causaba estragos en este vecindario; y siendo médico municipal de la Villa de Gáldar en el siguiente año de 1 860, se le designó por el Gobierno civil de la Provincia para formar parte de la Junta de Sanidad en aquella isla donde tan valiosos servicios prestó; hasta que habiendo trasladado de nuevo su residencia á esta Capital, la Junta Superior del Gobierno creada en esta isla en 1868, le distinguió, en 24 de Octubre, con el cargo de Vice Presidente de la Junta Superior de Sanidad y posteriormente, en  26 de Agosto de 1883, se le eligió Vocal suplente de la Junta de igual clase considerándose de gran utilidad sus servicios, porque no solamente desempeñaba estos cargos con el celo y eficacia que le inspiraba su misión humanitaria, sino también y especialmente con aquel entrañable afecto á su país que le singularizó durante su vida entera.

Por tan poderoso estímulo nunca fué extraño á cuanto decía relación con el bienestar político y social, que en el sagrado de su conciencia juzgaba conducente al mejor servicio de los intereses de esta Ciudad y de esta isla: y así es que le vemos intervenir en aquellos Centros donde pudiera fomentar la enseñanza, ó en aquellos otros donde, en conformidad con sus ideas y aficiones políticas, teniendo siempre por fin el adelanto social, aportase algún bien positivo o dentro del progreso histórico de las sociedades contemporáneas. Por eso le vemos formando parte constantemente mientras allí permaneció, de la Junta local de primera enseñanza de la villa de Gáldar desde el año de 1862, siendo también por la misma época, individuo de la Junta municipal de beneficencia, y ejerciendo, en unión de D. Fernando Pineda, el cargo de Comisionado de policía y ornato públicos. Jamás esquivó el desempeño de ningún puesto, donde estimaba que podía ser útil, sin considerarse nunca necesario.

Retrospectiva de principios del s. XX
del Museo Canario (Fedac)
Cuando de Gáldar se trasladó á esta ciudad, obtuvo el nombramiento de Catedrático del Instituto de segunda enseñanza de la Provincia de Gran Canaria establecimiento creado  por decreto de la Junta Superior de Gobierno de esta isla, cuya Junta, á beneficio de los acontecimientos de aquella época, inició una de verdadera prosperidad y adelanto para el país; y en 23 de Abril de 1875, sirvió en interinidad cátedra de lengua francesa en nuestro Instituto local; viéndosele, más tarde, en 1883, figurando como vocal en la Junta de primera enseñanza: y siempre distinguiéndose por su celo y por el estricto cumplimiento de los deberes que estos cargos le imponían.

¡Cuánto bien prodigó á la pública enseñanza el Doctor Padilla!

Como hombre político profesó siempre ideas republicanas, siendo el primero que en los comités y clubs celebrados en esta localidad con motivo de la memorable revolusión de 1868, se declaró abiertamente republicano federal, creándose entonces un partido que llegó. Adquirir grande importancia y á luchar con ventaja para nuestra representación en las primeras Cortes elegidas por sufragio universal.

¿Y cómo nó, cuando con tanto entusiasmo y con tanto ardor recordaba los episodios de su juventud: allá en Paris, cuando la revolución francesa de 1848, y el destronamiento de Luis Felipe de Orleans, en cuyos acontecimientos tomó parte activa muy especialmente en los dias 21, 22. 23, y 24 de Febrero, en que, como republicano y al lado de sus exaltados compañeros, nunca desamparó el puesto que como á Ciudadano le había sido señalado? También tomó parte en las célebres jornadas de Julio, cuando la muerte del arzobispo de Paris, Monseñor Affre, y en el momento en que éste fué herido en el faubourg de St. Antoine.

Como consecuencia de sus ideas y significación política, fué elegido en 1871, 2.° Alcalde de esta ciudad, y, por sus partidarios, Vocal del Comité directivo federal; y más tarde, en Marzo de 1873, siendo Poder ejecutivo de la República española, el eminente hombre de Estado Don Francisco Pi y Margall, se le distinguió con el cargo de Subgobernador del distrito de la Gran Canaria. Todavía, después de la restauración de la monarquía en nuestra España, en 1885, presidió, por elección de su partido, el Comité democrático federal.

Pero, señores; es indudable que nuestro malogrado amigo y compañero no era llamado al campo de las contiendas políticas, á pesar de sus arraigadas convicciones y de su inmenso amor á las instituciones democráticas; el genio y el carácter del Doctor Padilla no se compadecían con ese estado de lucha permanente, sin tregua, ni descanso, donde muchas veces, atendidas la falta de fé en los principios y la inmoralidad (¿por qué no confesarlo?) de los partidos políticos militantes, hay que apelar con frecuencia á malas artes para destruir perversas influencias y medios depravados de dominación gubernamental. No; su rectitud y su conciencia se oponían abiertamente al dolo; aquel espíritu pacífico resistía al combate rudo de encontradas tendencias en el seno de un partido, en el cual, lo mismo que en todos, se introducen siempre elementos de sofisticación que adulteran la idea y destruyen sus más sanas doctrinas.  Faltan la buena fé en los principios, la convicción en las creencias; falta la moralidad política. De aquí las decepciones, la traición por el medro personal, y el amargo desengaño para los que, siempre honrados y consecuentes, tienen que llorar los males de la patria.

Otras instituciones, otros centros reclamaban el laborioso concurso de nuestro amigo. Su talento y sus conocimientos necesitaban ocupación, si cabe decirlo así, mas seria y concienzuda.

Retrospectiva interior Museo Canario (Fedac)
Allí donde el estudio de las ciencias y la reflexión reclaman de lleno la inteligencia, estaba el verdadero fin y objeto del Dr. Padilla, y así lo demostró cumplidamente, desde que en 20 de Enero de 1872, ingresó como socio de número en nuestra Económica de Amigos del País, en cuyo seno inició gran número de trabajos que tan alto pusieron el nombre de aquella patriótica corporación; y, sobre todo, cuando, en unión de otros entusiastas conciudadanos, fundó, en 4 de Agosto de 1879, esta sociedad de El Museo Canario, cuya primera sesión se celebró, bajo su presidencia accidental, el 2 de Septiembre del mismo año, y en ella fué nombrado Bibliotecario inamovible. Esos mismos meritorios trabajos, llevados á cabo en la primera de estas Sociedades, ya como vice-Secretario y luego como Secretario general, hasta su fallecimiento; unas veces como Presidente y otras como vice-Presidente de varias Secciones, valieronle para ser nombrado Socio honorario en 3 de Mayo de 1877, honra debida que sólo se dispensa por grandes méritos y servicios al país. Era el nombre del Dr. Padilla tan conocido aquí y fuera de aquí, que las Sociedades Económicas de Amigos del País de la Habana, de Cádiz, de Sevilla y de Manila, reclamaron su ilustrado concurso, nombrándole su socio corresponsal. Su incansable y paciente ocupación en restaurar nuestras antigüedades, ordenar, clasificar objetos que forman hoy riquísimo tesoro en nuestro célebre Museo, cuya celebridad en gran parte se le debe, diole nombre para que, en 1886 fuese elegido individuo de la Sociedad Española de Historia Natural de Madrid.

No se ha de creer, sin embargo. que su talento y el amor á su patria se contrajesen al impulso de la ciencia: sus aficiones le llevaron también al campo de las Letras, y por eso le estimuló su paciencia a coleccionar las producciones literarias del Doctoral de esta Catedral D. Graciliano Afonso, del Presbítero  D. Mariano Romero, de D. Rafael Bento y Travieso, del Licdo. D. Bartolomé Martínez de Escobar, y de otros escritores y poetas canarios. Y era de ver el afán con que indagaba, buscaba y copiaba todos esos trabajos que procuraba completar para que nuestra Sociedad, arbitrando medios,  los diese á la publicidad formando una escogida Biblioteca de nuestros escritores. Estas aficiones le valieron ser socio de mérito de “El Porvenir científico y literario de la Juventud Canaria de Las Palmas” en Abril de 1882; y nuestro Excmo. Ayuntamiento le eligió Bibliotecario municipal, destino que apenas disfrutó un año cuando  nos lo arrebató la muerte.

No debemos olvidar que fué uno de los fundadores de la Academia de ciencias médicas de esta Ciudad y que se había dedicado con tanto empeño á los estudios históricos y antropológicos que los hombres de ciencia que visitaban nuestro Museo, comprendiendo la profundidad de sus conocimientos tomaban nota de sus explicaciones, atendían sus observaciones y le prodigaban merecidos elogios.

Fue activo y constante colaborador hasta su muerte de los Estudios históricos, climatológicos y patológicos que está publicando el que es también ilustrado consocio nuestro y Director del Museo, Dr. D. Gregorio Chil y Naranjo, quien siempre le consultaba sobre ciertas oscuridades de la ciencia, estimando en mucho su dictamen y razonamientos.

Vista (7mates-com)
No diré más, Señores, porque nuestro espíritu todavía se contriste delante de aquella tumba que conserva los venerandos restos del hombre bueno y honrado, del ciudadano laborioso y amante de su patria; del mejor y más cariñoso de los amigos, del modesto obrero de las ciencias y del que fué modelo de esposos y virtuoso padre de familia nunca bastante llorado.

Su sombra vaga todavía por esos salones y galerías que guardan nuestras antigüedades; por aquel laboratorio en donde con admirable constancia estudiaba, ordenaba y reconstruía esos preciosos objetos que enriquecen nuestro Museo y que todos admiran. Todavía nos preguntamos angustiados: ¿Quién llenará ese hueco que con honda pena contemplamos solitario?

¡Paz á sus restos y honor á su inolvidable memoria!» (MARTÍNEZ DE ESCOBAR, 1900).

Bien estaría que alguna iniciativa hubiera para testimoniar en este precioso lugar del Cortijo de Cavadero una sencilla señal de recuerdo al Doctor Juan de Padilla y Padilla, cuya propiedad fuera de su padre cuando sólo tenía cuatro años y después heredara, y que posiblemente vendió, renunciando al disfrute de su belleza natural para dejar parte de su vida e imborrable huella en El Museo Canario. Qué mejor que una de aquellas pequeñas pintaderas que allí tanto cuidó y admiró. 

Localización (IDE Gran Canaria)