Dice Viera y Clavijo en su Historia Natural: «Laurel (Laurus Nobilis). Vulgarmente loro, árbol famoso, sagrado, poético, triunfador, fausto, y siempre verde, y tan propio del temple de nuestras islas, que de él se componian principalmente sus espesos bosques.
Su tronco es recto, sin nudos, revestido de una.corteza oscura y lisa;...», si bien hay que destacar que con posterioridad a dicho autor del siglo XIX, la investigación botánica ha registrado una variable conocida como novocanariensis, epíteto que hace referencia al nuevo nombre con que se conoce esta especie que antes se incluía en la nobilis o en la azorica.
Su tronco es recto, sin nudos, revestido de una.corteza oscura y lisa;...», si bien hay que destacar que con posterioridad a dicho autor del siglo XIX, la investigación botánica ha registrado una variable conocida como novocanariensis, epíteto que hace referencia al nuevo nombre con que se conoce esta especie que antes se incluía en la nobilis o en la azorica.
Desde los primeros años de la conquista esa espesura de los bosques de la isla que dice el cronista era llamada Laurelar, topónimo que abarcaba todo el monte que se inicia en el Cortijo de San Gregorio, muy cerca de Piletas, inmediaciones de Tamaraceite, hasta la Caldereta de Pino Santo, atravesado por distintos barrancos y barranquillos tributarios en su mayoría del barranco de San Lorenzo.
Pero no todo el territorio estaría ocupado exclusivamente de Laureles; en la antigüedad el Laurel era un referente al que se asociaban otros árboles, y así consideraba Viera y Clavijo que el noble Viñátigo era una especie de laurel de Indias, que el Til no es Tilo sino una especie de Laurel (Laurus magnolise folia), o que a la Gibalguera le llamaban Laurel de Alejandría. Se sabe que los largos caminos eran «por debajo de una floresta continuada de laureles, acebuches, palmas, dragos, cipréses, cuyo olor perfumaba el contorno».
Pero no todo el territorio estaría ocupado exclusivamente de Laureles; en la antigüedad el Laurel era un referente al que se asociaban otros árboles, y así consideraba Viera y Clavijo que el noble Viñátigo era una especie de laurel de Indias, que el Til no es Tilo sino una especie de Laurel (Laurus magnolise folia), o que a la Gibalguera le llamaban Laurel de Alejandría. Se sabe que los largos caminos eran «por debajo de una floresta continuada de laureles, acebuches, palmas, dragos, cipréses, cuyo olor perfumaba el contorno».
Barranco del Laurelar (Mingole) |
«Otrosy que los puercos no puedan andar en todo la defendido de estos mojones que aquí yrán declarados los quales vayan el primero desde (…) e de ay travesar el dicho barranco por una linde de tierras de Fernando de Torres e de Denys Afonso a dar al almogade y de ay a una vereda que sube por las tierras de Cristóbal Ramírez a dar a las tierras del Espartero a dar a la Caldera a dar al lavreal y a las tierras de Porras que son en Terore y por encima de las dichas tierras a dar al Parral de Juan de Troya…».
Barranco del Acebuchal (Aarón Santana) |
Igualmente comenzaron las ocupaciones del territorio, como cuando el Comisario General de la Caballería Española Gaspar de
Montesdeoca Tamariz solicita 197 fanegas en el Pinar de Ojeda y Laurelar, y le son concedidas por data real 200 fanegas según consta en su testamento ante el escribano Perdomo Castellano de
4 de agosto de 1710.
De este amplio territorio llamado antiguamente desde Teror el paraje del "barranco allá" que fue un monte boscoso sólo nos quedan los topónimos de El Laurelar, El Granadillar, El Acebuchal, el Pinar de Ojeda, donde sólo hay un pino, y la progresidad desaparición de la antigua población arbórea, ha surgido El Tuneral.
Ya lo escribió Fray Diego Henríquez por 1714 «no se queden en silencio otros cuatro bosques que tomando cada uno el nombre de sus árboles se nombraron El Laurelar, El Granadillar, El Acebuchal, y el Pinar de Ojeda, a distinción de otro que es de pinos de tea porque este era de pino albar o pinabete».
Ya lo escribió Fray Diego Henríquez por 1714 «no se queden en silencio otros cuatro bosques que tomando cada uno el nombre de sus árboles se nombraron El Laurelar, El Granadillar, El Acebuchal, y el Pinar de Ojeda, a distinción de otro que es de pinos de tea porque este era de pino albar o pinabete».
Empedrado camino herradura San Lorenzo a Teror (Moreno Medina C.) |
Son caseríos ahora diferenciados a ambos lados del Camino de Herradura que desde el Lugarejo de San Lorenzo llegaba a Teror, lugares que la antigüedad estuvieron inmersos en El Laurelar.
Los viejos topónimos aparecen mencionados en distintas escrituras públicas: el día 30 de julio de 1736 el matrimonio Alonso Pérez y Gabriela Navarro fundan una capellanía a la que vinculan treinta fanegas que habían comprado en dos pedazos «Cortijo de tierra en el Laurelar y Suerte de tierra en el Chorrito del Laurelar», y fijan una pensión de misas y nombran capellán a Juan Pérez Ojeda, sobrino, a quien se exime de decir las misas hasta que se ordene de sacerdote, segundo apellido que se encuentra en el toponimo Pinar de Ojeda.
Las jurisdicciones municipales marcadas por la divisoria entre Teror y San Lorenzo, ayuntamiento hasta 1939, se resuelven en lo eclesiástico desde el año 1682 en que se llega a un acuerdo verbal entre los curas de Teror y San Lorenzo,a ruego de los vecinos del Espartero y Pinar de Ojeda, para que ser administrados por el cura de Teror, debido a que esta última parroquia les quedaba mucho más cerca.
Dos siglos después, el 6 de julio del año 1841 los vecinos de Espartero y Pinar de Ojeda también lograron su propósito de pertenecer al municipio vecino de Teror.
Como recoge Vicente Hernández Jiménez (Teror: Historias, semblanzas, apuntes. Las Palmas de GC, 1991) «Debió de tener algún poblamiento quizá desde la segunda mitad del siglo XVII porque en los Libros de Fábrica de la Parroquia del Pino se consignan en unos folios de 1722 que el Mayordomo se hacía cargo de 1.669 reales y dos cuartos por limosnas de potros y becerros del Pinar de Ojeda; eran donaciones de reses a la Virgen del Pino, que se remataban en las fiestas. En las Sinodales del Obispo Dávila y Cárdenas de 1734 se menciona este lugar, asignándole junto al Laurelar, veinte vecinos; es posible que el término vecinos se refiriera a cabezas de familia o casas, pues parece que estos lugares que englobarían lo que hoy conocemos por El Faro, El Espartero y El Pinar de Ojeda, debieron de tener una población superior a los veinte habitantes».
Todas las comunicaciones con estos pequeños pagos y caseríos son carreteras rurales, algunas de las cuales pudieron tener su origen en los antiguos caminos de herradura.
Los viejos topónimos aparecen mencionados en distintas escrituras públicas: el día 30 de julio de 1736 el matrimonio Alonso Pérez y Gabriela Navarro fundan una capellanía a la que vinculan treinta fanegas que habían comprado en dos pedazos «Cortijo de tierra en el Laurelar y Suerte de tierra en el Chorrito del Laurelar», y fijan una pensión de misas y nombran capellán a Juan Pérez Ojeda, sobrino, a quien se exime de decir las misas hasta que se ordene de sacerdote, segundo apellido que se encuentra en el toponimo Pinar de Ojeda.
Panorámica (Google earth) |
Dos siglos después, el 6 de julio del año 1841 los vecinos de Espartero y Pinar de Ojeda también lograron su propósito de pertenecer al municipio vecino de Teror.
Panorámica (Google earth) |
Todas las comunicaciones con estos pequeños pagos y caseríos son carreteras rurales, algunas de las cuales pudieron tener su origen en los antiguos caminos de herradura.
Localización (Espacios Naturales de Gran Canaria)
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