Flor del tazaigo o rubia (floradecanarias-com) |
Era
un lugar por donde discurría el camino de segunda categoría que partiendo de
las Cuevas de Guajo pasaba por Las Rubiesas y Hoya Mondongo para terminar al Puerto
de Melenara, con un recorrido de media legua (BOLETÍN OFICIAL DE CANARIAS,
3 de marzo de 1865).
Detalle de fotografía de 1940 (Fedac) |
Las Cuevas
de Guajo es un topónimo que no hemos podido localizar, si bien hay un lugar
cercano conocido como Cadenas del Guapo.
También hay cierta aproximación a "cuajo", cuya primera acepción según el DRAE es «Fermento de la mucosa del estómago de los mamíferos en el período de lactancia, que coagula la caseína de la leche», que casualmente parece guardar relación con "mondogo" cuyos significados son «1. m. Intestinos y panza de las reses, y especialmente los del cerdo. 2. m. coloquialmente. Intestinos del hombre».
También hay cierta aproximación a "cuajo", cuya primera acepción según el DRAE es «Fermento de la mucosa del estómago de los mamíferos en el período de lactancia, que coagula la caseína de la leche», que casualmente parece guardar relación con "mondogo" cuyos significados son «1. m. Intestinos y panza de las reses, y especialmente los del cerdo. 2. m. coloquialmente. Intestinos del hombre».
Costa de Telde 1915-1920 (Fedac) |
Volviendo
al topónimo de Las Rubiesas
probablemente tenga su origen en la planta que los aborígenes canarios llamaban
azaigo o tazaigo, que los castellanos llamaron "rubia", que
con el tajinaste eran las dos plantas
tintóreas que utilizaron los aborígenes.
Dice de ella Viera y Clavijo (Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, Madrid, 1982):
Dice de ella Viera y Clavijo (Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, Madrid, 1982):
La planta (floradecanarias-com) |
«... escogidas las raíces más
encarnadas del nuestro azaigo o tazaigo, desecadas, limpias y
machacadas en un mortero, se molieron en un molino de gofio, hasta reducirlas a
polvo grosero, y se guardaron en un saco.
La lana se había preparado también, hirviéndola al fuego media hora en una caldera de agua, sacándola después y poniéndola a escurrir, mientras se disponía la lejía siguiente: en una caldera de agua fresca se echó como una décima parte de agua de salvado, esto es, de agua en que se había cocido afrecho, y que después de colada, se había tenido algunos días en reposo, para que se pusiese aceda, añadióse para cada libra de lana hilada, cinco onzas de cristal de tártaro, que viene a ser la sal que se extrae de las rasuras de las pipas, particularmente del vino tinto.
La lana se había preparado también, hirviéndola al fuego media hora en una caldera de agua, sacándola después y poniéndola a escurrir, mientras se disponía la lejía siguiente: en una caldera de agua fresca se echó como una décima parte de agua de salvado, esto es, de agua en que se había cocido afrecho, y que después de colada, se había tenido algunos días en reposo, para que se pusiese aceda, añadióse para cada libra de lana hilada, cinco onzas de cristal de tártaro, que viene a ser la sal que se extrae de las rasuras de las pipas, particularmente del vino tinto.
Bayas del tazaigo (floradecanarias-com) |
Jarrón acabado con pintura roja (Museo Canario) |
Púsose al fuego esta lejía,
metióse en ella la lana y se dejó cocer dos horas, teniendo cuidado de
revolverla, y de que se levantase la lejía y rebosara.
Pasadas las dos horas, se sacó la lana, y se exprimió nuevamente, y metida en un saco, se dejó a la sombra, durante siete días.
Procedióse a teñirla, a cuyo fin se echó agua fresca en una caldera, y así que empezó a calentarse, se le incorporaron dieciséis onzas de polvos de raíz de azaigo, y se revolvieron muy bien.
Metióse después la lana, todavía húmeda, y se dejó cocer por espacio de una hora, cuidando de que el agua no hirviese, porque esto perjudicaría al color, bien que se permitió unos tres o cuatro minutos. Entonces se extrajo la lana del cocimiento, se lavó y quedó con un color rojo oscuro de sangre de toro muy firme ...».
Pasadas las dos horas, se sacó la lana, y se exprimió nuevamente, y metida en un saco, se dejó a la sombra, durante siete días.
Procedióse a teñirla, a cuyo fin se echó agua fresca en una caldera, y así que empezó a calentarse, se le incorporaron dieciséis onzas de polvos de raíz de azaigo, y se revolvieron muy bien.
Metióse después la lana, todavía húmeda, y se dejó cocer por espacio de una hora, cuidando de que el agua no hirviese, porque esto perjudicaría al color, bien que se permitió unos tres o cuatro minutos. Entonces se extrajo la lana del cocimiento, se lavó y quedó con un color rojo oscuro de sangre de toro muy firme ...».
Imaginamos
que los aborígenes canarios no tendrían un proceso tan complejo para utilizar sus
raíces como tintes, pues además pudo tener aprovechamientos curativos como nos dice
Viera y Clavijo las raíces de la "rubia"
«resuelven los humores viscosos, y la sangre
extraviada, por lo que se aplica cocida con vino en las caídas».
Vista de la urbanización industrial (Google earth) |
De
esta planta que pudo encontrarse en este lugar y crear el topónimo, en la actualidad
conocemos de ella que la Rubia fruticosa
es un endemismo macaronésico, presente en todas las islas Canarias, en Madeira
y en las islas Salvajes.
Es arbustiva de base leñosa, trepadora o enredadera, con espinas en los tallos y el borde y envés de las hojas, que son verticiladas y de elípticas a ovadas. Flores pequeñas, de color amarillo pálido o verdosas, situadas en racimos axilares o terminales. Los frutos son bayas globosas de unos 4 o 6 milímetros de color blanquecino o negruzcos dependiendo de las variedades (FLORADECANARIAS-COM).
Es arbustiva de base leñosa, trepadora o enredadera, con espinas en los tallos y el borde y envés de las hojas, que son verticiladas y de elípticas a ovadas. Flores pequeñas, de color amarillo pálido o verdosas, situadas en racimos axilares o terminales. Los frutos son bayas globosas de unos 4 o 6 milímetros de color blanquecino o negruzcos dependiendo de las variedades (FLORADECANARIAS-COM).
Localización (Espacios
Naturales de Gran Canaria)
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