Entendiendo la
toponimia como ciencia de naturaleza pluridisciplinaria, más allá de su
contenido lingüístico, es en sí misma un instrumento útil para la geografía y
geología, biología (antropología, zoología y botánica), historia, sociología y
etnografía, y una interminable nómina de ciencias entre las que hemos de
destacar la genealogía, que es nuestro
objetivo. Pero no es exclusivamente su naturaleza pluridisciplinar la que debe
ocuparnos, sino también su naturaleza interdisciplinar, por las relaciones que
en ambos sentidos se establecen.
Veamos primero
de los paralelismos etimológicos atendiendo a las definiciones que nos aporta
el DRAE. De la voz ‘toponimia’ recoge dos acepciones:
1. f. Conjunto de los nombres propios de lugar de un país o de una región.
2. f. Lingüística. Rama de la
onomástica que estudia el origen de los nombres propios de lugar, así como el
significado de sus étimos.
No ofreciendo
dudas interpretativas la primera acepción, profundicemos algo más en la
segunda, pues el sentido lingüístico la sitúa como rama de la ‘onomástica’, de la que el mismo diccionario define el sustantivo con dos
acepciones:
2. f. Ciencia
que trata de la catalogación y estudio de los nombres propios.
3. f. Conjunto
de nombres propios de un lugar o de un país.
También la antes
mencionada voz ‘étimo’ la recoge como: 1.
m. Raíz o vocablo de que procede otro.
En esa
naturaleza interdisciplinar que existe entre Toponimia y Genealogía, título de nuestra ponencia, veamos lo que
el DRAE recoge para la segunda,
tomando por su relación las siguientes acepciones:
1. f. Serie de progenitores y ascendientes de una persona.
2. f. Escrito que contiene la genealogía de una persona.
5. f. Disciplina que estudia la genealogía de las personas.
6. f. Origen y precedentes de algo.
Queda claro que
alude a personas, de su origen y precedentes, de sus progenitores y
ascendentes, y es en ese contexto en el que hemos de estudiar la toponimia de
Gran Canaria, isla estudiada y en particular a la que nos referiremos en todo
momento.
Joan
Coromines
i Vigneaux
(Barcelona, 1905-1997) |
De forma más
amplia, recurrimos a la mayor definición dada por uno de los grandes filólogos
españoles, quien al estudiar la toponimia de Cataluña nos dice en su lengua
vernácula, cita que traduce el profesor Joan Tort (Departament de Geografia
Física. Universitat de Barcelona) como:
«El estudio de los nombres de lugar es
una de las cosas que más ha desvelado la curiosidad de los eruditos e incluso
la del pueblo en general. Es natural que sea así. Estos nombres se aplican a la
heredad de la que somos propietarios, o a la montaña que limita nuestro
horizonte, o al río de donde extraemos el agua para el riego, o al pueblo o la
ciudad que nos ha visto nacer y que amamos por encima de cualquier otra, o a la
comarca, el país o el estado donde está enmarcada nuestra vida colectiva.
¿Puede pensarse que el hombre, que desde
que tiene uso de razón se pregunta el porqué de todas las cosas que ve y que
siente, no se preguntaría sobre el porqué de estos nombres que todo el mundo
tiene continuamente en los labios?» (COROMINES, 1965, I, p. 7).
Hemos de
destacar de su larga definición contextual su primer pensamiento “Estos nombres se aplican a la heredad de la
que somos propietarios…”, pues así comenzamos a centrarnos en los antro-topónimos
que guardan estrecha relación con los estudios genealógicos.
Leoncio Afonso Pérez (Breña Alta, 1916) |
Su definición nos la aporta de forma cercana el ya centenario profesor Leoncio Afonso Pérez Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna, Licenciatura en Filosofías y Letras:
«Los topónimos de este grupo: nombres,
apellidos, apodos, etc., normalmente hacen referencia en su origen al
propietario del espacio al que se refiere. Otras veces proceden de las
cualidades de las personas que residen en un lugar, de su profesión, categoría
social. También se refieren a hechos más o menos trascendentes, que han
ocurrido y que perviven en la memoria colectiva, lo mismo que los lugares con
una función al servicio de la colectividad. Todo ellos han pervivido mucho más
allá del momento en que se originó el nombre» (AFONSO PÉREZ, 1996, p. 75).
Conocida esta
definición y función de los antro-topónimos, parece obligado conocer que
generalmente la toponimia se inscribe en una doble dimensión: la del tiempo, o ‘memoria toponímica’; y la del espacio o
‘función toponímica’, dado que tiempo
y espacio fueron dimensiones muy importantes para la creación de los antro-topónimos
por la memoria colectiva de los lugareños, de la cual la dimensión del tiempo
nos permite aproximarnos al marco de su creación y función.
Al referirnos a
un espacio territorial delimitado por el mar y a un tiempo determinado como
ocurre con la isla de Gran Canaria, reglas que pueden ser aplicadas a las
restantes islas, hay que tener en cuenta la preexistencia del grupo étnico
aborigen, unos bautizados-sometidos y otros alzados, y la arribada del grupo
étnico de los conquistadores y colonizadores-pobladores, este último con
mayores variables étnicas que hemos de definir como europeos dado que concurrieron
diferentes lugares de procedencia y distintas lenguas, a los que se sumaron los
esclavos y libertos de origen africano, de donde puede deducirse que arribaron
a la isla multitud de etnias, y donde la mayoritaria de procedencia ibérica, es
donde cohabitaban diferentes reinos además del entonces no superado poder feudal
de la nobleza, a los que habría que sumar los judeo-conversos, que eludieron su
expulsión.
Fácilmente se
entenderá que el gran mestizaje étnico tuvo singular importancia, precisamente
porque ello complica en mayor manera y tamaño el estudio de la genealogía, que
obtiene en su investigación una buena ayuda en los expedientes de pureza de
sangre. Pero el colectivo que lo alcanza, por esas causas apuntadas es
minoritario, y obliga en su investigación al recurso de los Libros parroquiales
de bautismo y matrimonio, fuentes que han de tomarse con exquisitez por las dificultades
añadidas de la elección de apellidos, ello sumado a la dificultad de su
accesibilidad y lectura caligráfica del castellano antiguo y la propia
caligrafía de quien realizó la anotación.
Es por ello que para
la genealogía cobra especial apoyo investigador la toponimia, y en particular
el estudio de los antro-topónimos. Todos los colectivos humanos de todos los
tiempos, han practicado sistemas para delimitar de algún modo su territorio, para establecer su
relación de propiedad y pertenencia, para señalar los límites de un derecho
privativo, pieza fundamental del Antiguo Régimen que propició y obligó a la
endogamia.
Dada la
concurrencia de muchos antro-topónimos que tienen su origen en los apellidos, saben
bien ustedes, que hasta el siglo XIX se podía dar el caso de hermanos y
hermanas que tuvieran apellidos diferentes aun siendo hijos del mismo padre y
de la misma madre. Esto era así porque en esas familias se extendió la
costumbre de escoger sus apellidos para cada cual, hija o hijo.
También conocen
ya que los apellidos patronímicos son los que proceden de nombres propios. Los
más frecuentes en Canarias son los terminados en ‘EZ’ (de España) o ‘ES’ (de
Portugal), exclusivos de las genealogías ibéricas que tienen su procedencia en
los Visigodos. ‘EZ’ y ‘ES’ significan ‘hijo de’. Por ejemplo, ‘Pérez’ (Pér-ez)
es ‘Hijo de Pero’ que en la actualidad es Pedro. Y creo no equivocarme que es
esa su interpretación.
Y en muchos
casos en las islas encontramos los apellidos toponímicos, los que hacen
referencia al lugar donde se había nacido. Eran muy habituales entre los
conquistadores o nuevos colonos-pobladores en Canarias, ya que para crearlos
era necesario que quien los llevara saliera de su lugar de origen, se
trasladara a otra población y coincidiera en el nuevo lugar con alguien que se
llamara igual.
A partir de
estas premisas previas, conozcamos de los tiempos toponímicos.
PRIMER TIEMPO TOPONÍMICO
Este sistema
surge desde que el conquistador se convierte en colonizador-poblador de tierras
y aguas en pago de sus salarios de conquista, y ello se hace por los regidores recogiendo
la data en los Libros de Repartimientos, o después por los Reformadores de los
mismos, muchos de ellos desaparecidos por el expolio del corso holandés vice-almirante
Pieter van der Does en 1599 y la
destrucción de archivos por el incendio del Ayuntamiento y Audiencia de la
Ciudad Real de Las Palmas en 1842.
Una primera
aproximación a los repartimientos conocidos en la isla nos la aportó el
Comisario de Patrimonio Sebastián JIMÉNEZ
SÁNCHEZ (1940): Primeros
repartimientos de tierras y aguas en Gran Canaria. Más detallada y completa
es las transcripción realizada de los repartimientos correspondientes al
período entre 1511-1558, realizada por los profesores Manuela RONQUILLO RUBIO y
Eduardo AZNAR VALLEJO (1998): Repartimientos
de Gran Canaria; y la más reciente publicación del ARCHIVO HISTÓRICO
PROVINCIAL DE LAS PALMAS (2015): Datas de
Gran Canaria. Documentos para su estudio.
La última
publicación incluye el amplio trabajo del profesor Pedro C. QUINTANA ANDRÉS,
“Estudio Preliminar”, que en las páginas 17 y 18 detalla el Reparto de tierras en Gran Canaria
efectuados en la gobernación de Pedro de Vera, resumiendo de las distintas
bibliografías utilizadas.
Por ellos
sabemos que desde el primer momento, sometido el pueblo aborigen, se inicia el
proceso de reconocer con tierras y aguas a los nuevos colonos-pobladores.
Primero, los delegados nombrados por la Corona para efectuar los repartimientos
de tierras y aguas calcularon el caudal de agua necesario para irrigar, en un
determinado espacio temporal (medio día o jornal de un regador), una parcela de
cañaveral. Se obtuvo así un módulo de repartimiento de tierra de regadío, la
fanega, irrigada con su correspondiente caudal de agua, la azada de agua, y
siguiendo al efecto una frecuencia de riego denominada dula.
Con estas
reglas, los delegados regios distribuyeron las tierras destinadas al regadío
entre los conquistadores y nuevos colonos, atendiendo a su rango y
participación en el proceso de conquista y colonización. Así, en el caso de
Gran Canaria, los peones fueron agraciados con la peonía de regadío,
equivalente a cinco fanegas o una suerte, con cinco azadas de agua; los
caballeros conquistadores recibieron el doble que los peones; y, finalmente, se
premiaba con más tierra y agua a los mayores inversores en la economía
azucarera, es decir, a quienes construyeran un ingenio de moler cañas. Se
deduce entonces que los principales beneficiarios de las tierras de regadío
fueron la minoría de grandes conquistadores y los genoveses, agentes
financieros del proceso de conquista y colonización.
De alguna manera,
por interés personal se ocultaba el verdadero perfil social o distinción del
peticionario, recurriendo a señalar un oficio menor para así alcanzar la data,
por el tamaño y acumulación de tierras iremos conociendo de los grandes
patrimonios de las familias genealógicas.
Ya el legislador
por Cédula Real de 1480 buscó, desde el primer repartimiento, impulsar el
asentamiento estable en la isla, y así, los repartimientos a colonizadores
venían condicionados por causas de incumplimiento a tal fin: la obligatoriedad
de poner en explotación las tierras recibidas y el carácter de merced de las
concesiones regias; el abandono del asentamiento por retorno a los lugares de
origen o por marcha a tierras más lejanas; el incumplimiento de la exigencia
familiar, por soltería o por multiplicación de residencia; etc., y se limitaba
la inversión máxima de los extranjeros, aunque siempre hubo fórmulas o favores
para alcanzarla.
De esta manera,
conocemos de los apellidos que se establecieron en la isla, como punto de
partida aunque tuvieran anterior historia genealógica fuera de ella, que no
atribuimos a la generalidad de los arribados, pues muchos se enrolaron en la
conquista para quedar liberados de su castigo en prisión.
Al describir las
suertes de tierra repartidas, conocemos del beneficiado, del lugar, de los
linderos con otros beneficiados, y de alguna manera comienzan a convertirse sus
nombres, apellidos o cargos en topónimos que llegan a nuestros días, y que
clasificamos como antro-topónimos.
También
conoceremos de los repartimientos, de sus reclamaciones como pagos de salarios
de conquista o de pleitos por tierras, a través de los Documentos de los
Archivos del Sello, del Archivo de Simancas, de los Archivos de Protocolos de
Sevilla y otros más, entre los que tenemos que incluir los del Archivo
Histórico Diocesano y el Archivo Histórico Nacional. De ellos tenemos libros,
artículos y ponencias con información suficiente para conocer de aquellos que
nos eran desconocidos o escasamente documentados. Investigadores que a nivel
individual o colectivamente han construido una buena fuente bibliográfica de
los documentos canarios en estos archivos: Eduardo AZNAR VALLEJO, Juan Manuel BELLO LEÓN, Francisco CABALLERO MUJICA, Alejandro
CIORANESCU, Mª. Dolores DOMINGO ACEBRÓN, Isabel FUENTES REBOLLO, Emelina MARTÍN
ACOSTA, Mª Luisa MARTÍNEZ DE SALINAS ALONSO, Francisco MORALES PADRÓN, Natalia PALENZUELA DOMÍNGUEZ y Ana VIÑA BRITO.
Y como no todos
fueron objeto de divergencias que se trasladaban a la Corona, serán los documentos
notariales los que adquieren un valor importante como fuente bibliográfica, con
investigadores, además de los antes nombrados, como Buenaventura BONNET REVERÓN,
Manuel LOBO CABRERA, Guillermo CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS, Pedro A. DEL CASTILLO RUIZ DE'VERGARA, Santiago
CAZORLA LEÓN, Agustín MILLARES TORRES, Carlos PLATERO FERNÁNDEZ, Pedro C.
QUINTANA ANDRÉS, Antonio RUMEU DE ARMAS, Antonio SANTANA SANTANA, Elías SERRA RAFOLS y Vicente
J. SUÁREZ GRIMÓN´, entre otros muchos que se pierden en mi memoria, y sin
olvidar la callada labor investigadora en esta materia de los Cronistas
Oficiales en sus ámbitos respectivos.
En muchos casos
estos antro-topónimos nos han obligado a consultar otros dos autores
fundamentales, con toda lógica muy recurridos por los genealogistas, como lo
son José A. CEBRIÁN LATASA y Tomás TABARES DE NAVA que han compendiado e
ilustrado de los conquistadores y sus descendencia el primero, y, de
importantes árboles genealógicos el segundo. Y es obligado mencionar a quien
los genealogistas homenajean este año: el académico Francisco FERNÁNDEZ
BETHENCOURT.
Todos ellos no
estarían acercando al que he definido como el primer tiempo de la ‘memoria toponímica’, en particular de
los antro-topónimos, el de los Repartimientos, y en algunos de ellos tenemos
testimonios genealógicos donde los hijos y hermanos reconocen a sus padres, al
heredar sus derechos de tierras y aguas, pues muchos Libros de Bautismo de los
primeros tiempos de las primigenias ermitas acabaron en cenizas por el incendio
del corso holandés.
También nos
permite conocer de la costumbre de entonces, cuando se daban homónimos que se
distinguían con los apodos de ‘el viejo’
y ‘el mozo’, con clara alusión a
padre e hijo, y cuando no había parentesco de sangre, se recurría a la adición
del apellido toponímico, por el lugar de procedencia como ya se ha dicho.
Veamos un
ejemplo en (ARCHIVO HISTÓRICO
PROVINCIAL DE LAS PALMAS, 2015, p. 85):
«Bartolomé
Martínez de Çorita e Alonso / de Çorita, el moço, e Martín de Chaves. En diez e ocho días del mes de agosto, de
mill e quinientos e ocho años, estando juntos en cabildo en la posada del señor gobernador Lope de Sosa, el señor
Pedro de Peralta, su teniente, e García de Lerena, e Batista de [Riberol, e el
bachiller Pedro de Valdés, regidores, e Francisco de Mercado, personero, e en
presençia de mi, Juan de] Ariñez,
escriuano mayor del conçejo de esta ysla, se presentó una petiçión de Bartolomé
Martínez de Çorita e de Alonso de Çorita, el moço, e de Martín de Chaves, hijos
de Alonso de Çorita, el viejo, por la qual dixeron que en Tintiniguada, ençima
de las tierras que fueron dadas a Gómez Arias, hierno de Xaraquemada, e tierras
de Manuel Ramos, hay obra de ciento e cincuenta hanegas en sembradura, de
helechares e otros montes; pidieron a los dichos señores les hiziese merçed
dellas para desmontarlas e aprovecharlas para ellos …»
Los detalles destacados en bicolor |
SEGUNDO TIEMPO TOPONÍMICO
Dejando atrás
los tiempos de la conquista y poblamiento de la isla, avanzando en las fechas
de los propios protocolos notariales nos adentramos en el Antiguo Régimen de la
propiedad, la que nos permitirá conocer cómo los bienes se vinculaban entre sí
constituyendo simples vínculos, patronatos o mayorazgos, sin olvidar las
capellanías. Es el segundo tiempo, el del Antiguo Régimen, cuando los bienes
pasan al heredero señalado por el testador, en muchos obligándolo al
mantenimiento del apellido, lo que supone una gran ayuda en el estudio
genealógico. Serán los protocolos de la constitución de vínculos, patronatos y
mayorazgos por legajos testamentarios de escribanos y notarios los que nos
permitirán conocer de la genealogía, aparente y exclusivamente vinculada al
descendiente heredero, cuya principal pista es el bien raíz que es conocido por
el antro-topónimo.
Pero como
decimos, es aparente que sólo conocemos del heredero, y no es así por las
costumbres de esos tiempos, no abandonaban al resto de los hijos, que son
mencionados en sus testamentos, manifestando los bienes no vinculados dados en
dotes a sus hijas para su casamiento de donde conocemos de la endogamia
practicada, o las congruas concedidas a sus hijos para el ejercicio de su profesión
eclesiástica, o las capellanías de sangre constituidas nombrando capellanes a
sus descendientes a cambio de misas perpetuas, o las obras pías concedidas al
convento que dio amparo a sus hijos o hijas que hicieron el voto de pobreza.
Y la pista esencial
que nos puede conducir a ello son precisamente los antro-topónimos, uniendo en
muchos casos los hagio-topónimos, relacionados con las capellanías y la
obligación de sostener la ermita construida o prometida en la búsqueda de su
prestigio social.
«Las referencias a la vida ultraterrena
y antagónicos también tienen su lugar en la toponimia, lo mismo que las
fundaciones, como capellanías y tierras donadas a la Iglesia, además del papel
desarrollado por los cargos eclesiásticos. Todas estas variantes multiplican el
número de voces con este origen» (AFONSO PÉREZ, 1996, p. 91).
Hemos de
destacar de forma especial en esta materia la importante tesis doctoral del
mencionado profesor Vicente J. SUÁREZ GRIMÓN: La propiedad pública, vinculada y
eclesiástica en Gran Canaria en el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen (1987), y las diferentes ponencias y artículos
desarrolladas para la misma, en especial “Propios y realengos en Gran Canaria
en el siglo XVIII” (1978). En mi trabajo investigador ha sido muy importante
disponer de esta información para la toponimia en general, y de forma
particular para relacionar el antro-topónimo con una familia genealógica en
concreto.
En una sociedad agraria dependiente del patrón propietario de las tierras,
tanto por relación de jornalero, colono de tierras o medianero, la referencia
obligada a la propiedad de las tierras adquiere y sustenta la construcción de
un antro-topónimo, que pervivirá a lo largo de nuestra historia moderna en la
sucesión dentro de la familia.
Dando por descontado que sólo los procesos de desamortización teóricamente
permitirían poner en explotación las tierras “en manos muertas”, en muchos
casos con rendimientos inferiores a los óptimos que condicionaba la reforma
agraria, la vinculación de los bienes nos aportará como única ventaja conocer
de los descendientes sucesores por los que fue pasando su tenencia y disfrute,
que nos aporta buena luz en el conocimiento genealógico.
Y ello gracias al
conocimiento del propietario de las abundantes tierras, por el que la memoria
colectiva de los lugareños creó el topónimo, ya clasificado como antro-topónimo
identificador del antropónimo, y en otros casos llegamos incluso a conocer del
grupo étnico al que pertenece, de su género, gentilicio, mote, oficio u origen
de procedencia.
Así tenemos que multitud
de ellos en la isla responden a tales fundamentos, del primero y segundo tiempo
toponímico, donde se cruzan descendientes de la etnia aborigen preexistente con
la etnia arribada, y en la que se nos cuelan algunos antro-topónimos más
modernos que deliberadamente no hemos querido excluir de esta amplia relación:
Antropónimos: ábalos, agustinas, albiturria, anchieta, andújar, aragómez, arbelos,
argüello, ariñez, arnao, bachicao, barahona, barbosa, barrial, bartolo,
bascamao, becerril, berlanga, bernardino, betancora, biliandra, bracamonte,
buenaventura, calva, camacho, cambalud, caraballas, caraballos, carnedagua,
carreñas, carrión, castillos, catela, catelas, catrillo, cerpa, clemente,
coruña, corvo, chirino, domínguez, doñana, doramas, galeote, galindo, garcía,
giles, góngora, gonzalo, guriete, herrera, jacomar, jerez, josé, leones, lópez,
lorenzo, lucena, luis, macarios, madrid, maldonadas, marente, marmolejo,
marreras, marteles, martín, martínez, mateos, matías, matos, mederas, megía,
melchora, menas, merina, merino, millares, miller, mirabal, mirabala, mirele,
mirón, monagas, monroy, montemayor, montesdeoca, monteverde, monzones, morales,
morón, moya, mujica, navarros, negrin, nicolases, ojeda, pacheca, padilla,
padillas, padrón, padrones, paulino, pavón, pavonas, pineda, pinedas, ponce,
quintanas, quintanilla, ramírez, riquiánez, rivero, riveros, rornán, rosadas,
rosales, rosiana, ruanas, rugallo, salvago, sanabria, sánchez, sardina, sardo,
schamann, siberia, siberio, silva, solís, soria, tarifa, tenorio, trompeta,
troya, troyanas, trujillas, trujillo, valerón, vargas, velázquez, vélez,
vergara, vicentes, vicentillos, villarona, zambrano, zamora, zárate, zurbarán,
etc.
También nos
encontramos otros antro-topónimos que nos informan de etnias, gentilicios,
motes, oficios, y lugares de origen, que conociendo de los propietarios de las
tierras nos permitiría aventurar de otras particularidades que no son recogidas
en los protocolos notariales. Así tenemos:
Etnias: berbería, fula, meleguinas, morena, morenitos, moreno, morenos,
moriscas, morisco, moriscos, negra, etc.
Gentilicios: canario, castellana, castellano, castellanos, catalán, filipina,
gallego, gomera, gomerito, gomero, lombarda, vizcaína, etc.
Mote: babilones, cano, corcova, corcovada, corcovado, manco, tanasio,
tuertos, etc.
Oficio: albarderos, alfaques, alguacilejo, amadores, bachilleras, boticaria,
canónigo, capellán, capitán, cardenal, carnicero, carpinteras, cazadores,
cerera, clero, coronel, cura, curato, deán, doctoral, espartero, fraile,
frailes, herrero, molinera, molineras, monjas, pagador, vaquero, zapatero, etc.
Origen: canarias, inglés, majoreras, mondragón, portuguesas, portugueses,
sevilla, vasco, etc.
Podría estimarse
que estos atributos pueden ensombrecer la investigación, pero nos serán de
inmensa ayuda, pues ya conocemos de casos de deficiente transcripción o de
errores caligráficos en la mención de los apellidos en los registros
parroquiales. Les ilustro con un simple ejemplo.
El amigo y Cronista
Oficial de la Aldea Francisco SUÁREZ MORENO (2008) escribió el artículo
titulado “Carmita Díaz (1894-1983). Semblanza de una partera”, que incluía el
siguiente párrafo con datos tomados de Libros de Bautismo (8-10) de la
Parroquia de San Nicolás de Tolentino:
«El 20 de febrero de 1894 nacía en La
Aldea de San Nicolás, en el hogar formado por Pedro Díaz Afonso y Fermina
Suárez Gourié, la niña Carmen Celedonia Díaz Suárez. Es el comienzo de una
larga historia familiar. Su abuela, Josefa Nieves Gourié, era natural de
Arucas, de la conocida familia de propietarios y se casó en La Aldea con Juan
Suárez González.»
Por las señas
referidas en el párrafo, conocía que hacía referencia a Alfonso Gourié
Álvarez-Conde, del que ya conocía su costumbre de mantener relaciones amorosas
con empleadas de su servicio doméstico, supuse que era una hija más, a sumar a
los siete hijos que tuvo con dos mujeres hermanas, y de los que reconoció poco
antes de su fallecimiento sólo a dos, registrados ambos en la Capilla del
Rosario como cuneros, Rosario y Francisco Gourié Marrero, y así lo recogí en mi
libro sobre la historia de Arucas (Silencios rotos. El desflorillado
de la historia aruquense, 2012, p. 120).
Pero en abril de
este año, retomando su artículo el autor, me preguntó si los Gourié tenían
tierras en las Tirajanas, dado que
«… tenemos en 1814 un Guriet que se casa
con una de La Aldea Juana Espino y deja esa descendencia, siendo su padre según
consta en el acta matrimonial natural de Tirajana registro del 5 de noviembre
de 1814. Y sobre la marcha se me encendió el piloto rojo: pues no puede ser de
los Gourié ricos de Arucas.»
Esta nueva
derivación en sus investigaciones me llevó al topónimo de los Llanos de Guriete, al naciente de La Fortaleza en Santa Lucía de Tirajana,
donde consideré pudo estar vinculado a las propiedades de los Guriete.
«...Con fecha de 19 de diciembre de
1521, este Juan Bautista, genovés,
hermano o primo de un brumoso Antón Salvago y de una Isabel Salvago que
casó con un Sebastián Guriete, que por entonces era en Gran Canaria el apellido
de una familia de negros, posiblemente moriscos, o Gutierrez si es que está incorrectamente transcrito,
aparece como vecino de Gran Canaria, todavía mercader, en una escritura de
débitos por vino traído de las islas de Madeira» (PLATERO
FERNÁNDEZ, 1997, pp. 204-205).
Apellido que
consolidó en la isla y por aquellos pagos, dado que tenemos una nueva
referencia, en los tumultos de Artenara y Tejeda y se practicaba la información
sumaria contra los usurpadores el 23 de junio de 1819, a la hora del mediodía
la casa fue cercada por unas cuarenta mujeres pretendiendo que se les entregara
las diligencias, y fueron apresadas cinco de ellas. Ello originó que se
«… volvieron a amotinar las mugeres en
crecido número vestidas de hombres y se dirigieron donde estaban presas las otras
cinco queriendo romper las puertas si no se les entregaba las llaves, y que
abriendo, en efecto, dichas puertas para soltarlas, alzo el garrote Salvador
Guriete, de aquel vecindario, y descargo un fuerte palo a el alcalde hiriendole
en la cabeza» (SUÁREZ
GRIMÓN, 1988, p. 225).
Entenderán de
esta narración, que el error de transcripción o caligrafía nos ha llevado tanto
a su autor como a mí, a errar y cuando hemos tratado de enmendar, nos quedamos
en un interrogante hasta tanto encontremos algún dato genealógico más que nos
permita llegar hasta Fermina Suárez Gourié o Guriet/e.
Como habrán
podido deducir de este caso, además de considerar las debilidades que pueden
tener los Libros Parroquiales, queda acreditado cómo por la toponimia se puede
llegar a la genealogía, aunque tengamos una investigación inconclusa, y así
sucede en muchos otros casos
TERCER TIEMPO TOPONÍMICO
Hemos de
situarlo en la segundo tercio del siglo XIX cuando las nuevas tendencias
liberales inician las leyes de desamortización que van a tener un notable
importancia en la transparencia documental. De una parte, la primera, porque se
hacen públicos los libros de Capellanías custodiados en las parroquias y se produce
la expropiación de los bienes eclesiásticos que dará término a la interrupción
del incumplido censo en pago o “amortización de la propiedad realenga o de
Propios” concedida en data, que dará paso a la propiedad privada por
adquisición en subasta, que proveerán de recursos económicos al Tesoro Público
en quiebra por las guerras de tronos.
Como decíamos,
empiezan a conocerse las capellanías que aportaban censos a las parroquias y
eran administradas por los patronos establecidos por el testador. Es una
formula bastante curiosa, donde son patronos y capellanes los descendientes
milicianos los primeros y religiosos los segundos, que de alguna forma vuelve a
atestiguar las costumbre endogámicas desde un pacto no escrito mientras la
parroquia reciba las rentas de las tierras.
Y de otra parte,
la segunda, se retomará la división y liquidación de vínculos, patronatos y
mayorazgos, desvinculando los bienes de forma tal que los mismos se dividen
entre sucesores quienes podrán venderlos individualmente. Serán estos
protocolos los que volverán a vincular la toponimia a la genealogía, que se
verá favorecida con la creación del registro civil
Es así como con
pruebas documentales tenemos el testimonio cierto de aquellos que no descuidan
su prestigio social, y en tiempos de persecución inquisitorial, alardean de su
fe construyendo capillas o patentizando su fe cristiana, en unos casos para que
se conozca que es converso y no un hereje, reconociendo también en el culto y
los bienes que construye señalado con el topónimo para su historia:
Advocación: agustín, andrés, antón, antonio, bartolomé, belén, bernardo, brigida, candelaria, carmen, catalina, cayetano, clara, concepción, cristina, cristo, cristóbal, diego, dolores, domingo, elena, felipe, fernando, flora, francisco, gregorio, inés, isabel, isidro, juan, juana, lucía, maría, milagrosa, sebastián, etc.
Culto: agonías, animas, avemaría, campanario, capilla, ermita, etc.
Ermitas terminadas en
haciendas vinculadas:
FUNDACIÓN
Alejandro Amoreto Manrique
Alejandro Amoreto Manrique
Pedro Cerón
Juan Barrera Padrón
Francisco Ignacio Salazar
Matías Lorenzo Fernández
Francisco Manrique Amoreto
Catalina Calimano Bethencourt
Inés Padilla Manrique
Cristóbal I. Castillo
Tomás Grimón Nava
Jerónimo Rio Loreto
Luisa A. Trujillo Figueroa
Felipe Sosa Navarro
Diego Schamann
Francisco Hernádez Vega
Margarita Leiba Herrera
Juan Falcón González
Alonso Espinosa Peraza
Jerónimo Pineda
|
ERMITA
Nª Sra. de Guadalupe
San José
San Pedro
San Nicolás de Barí
Nª Sra. de la Concepción
San Lorenzo
San Cristóbal
María y José
San Nicolás
S. Jerónimo y Candelaria
San Gregorio
San Felipe Neri
Nª Sra. de La Concepción
S. Francisco Javier
N Nª Sra. del Madroñal
San Isidro
San Francisco de Paula
San Antonio
|
HACIENDA
Juan Grande
Arguineguín
Arucas
Atalaya o Majadilla – La Vega
García Ruiz
La Calzada
Costa Lairaga
Lomo del Rayo - Telde
Dragonal
Valle Casares
La Aldea
La Calzada
S. Gregorio y La Palma
Costa Lairaga
La Calzada
Tenoya Arucas
Vega del Medio
San Isidro (Arbejales)
San Fco. de Paula
Hoya Pineda
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Ermitas en proyecto:
FUNDACIÓN
Jacinto
Falcón
José
Medina
Esteban
Sánchez
José
Santa Ana
Gregorio
Trujillo Osorio
Miguel
Báez Marichal
Luis
Fernández Vega
|
ERMITA
San
Sebastián
San
José
San
José
Nª. Sra.
de Los Dolores
San
Matías
Inmaculada
La
Concepción y S. Fco. Paula
|
HACIENDA
Tamaraceite
Caldero
Anzofé
Mareta
Osorio
Atalaya
La
Atalaya
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Ermitas relacionadas
con vínculos:
VÍNCULO
Juan
de Matos
Antonia
Mª Alvarez
Magdalena
Alarcón
Juan
Martel Magas
José
Hidalgo
Fernando
Olivares
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ERMITA
San
Nicolás de Bari
San
José
San
José
San
Mateo
Santa
Catalina
Nª. Sra.
de las Nieves
|
LUGAR
Rico
S. Nicolás Las Palmas
Atalaya
- La Vega
Vega
de S. José - Las Palmas
La
Vega de Arriba
Arenales
- Las Palmas
Las
Nieves - Agaete
|
Fuente: (SUÁREZ GRIMÓN, 1987, p. 776)
Muchos de los bienes
eclesiásticos objeto de incautación y subastados por el Estado fueron
adquiridos por la emergente burguesía de las islas, que desempeñaban cargos en
las milicias o en los oficios eclesiásticos, en gran medida conocedores de los
bienes que se subastaban pues eran administrados por ellos mismos y de cuyo
producto pagaban su censo a la parroquia como ya se ha dicho. Y en una gran
mayoría, nacidos de la endogamia del Antiguo Régimen que se perpetuaba en ellos
para así, de esta forma, el vínculo de los bienes es sustituido por el vínculo
de sangre de la familia que protegerá practicando la endogamia como ya se ha
dicho.
De alguna manera esta
realidad de lo acontecido, impidió la consecución del acceso a la propiedad
agraria de aquellos que la trabajan, y por consiguiente, el esperado éxito de
la reforma agraria pretendida.
Coincide también con
los tiempos de la privatización por subasta de los bienes Propios ya trasladados
a los Ayuntamientos por el Cabildo, cuyos lotes de subasta son definidos por
los regidores municipales en los que están personados los nuevos burgueses y
así dominar los remates, desde su condición de herederos de sangre de los
grandes poseedores del Antiguo Régimen.
Un ejemplo de las
sucesiones endogámicas en el control de los Ayuntamientos en los tiempos de la
Desamortización lo encontramos en los alcaldes de Arucas (Silencios rotos…, 2012, p. 76):
1834 Ponce Ponce, Antonio
José
1835 Rodríguez Barbosa,
Gregorio Domingo
1836 Ponce Medina, Miguel
1836 González Armas, Vicente
1837 Ponce Ponce, Antonio José
1838 Ponce Medina, Miguel
1839 Rodríguez Barbosa,
Gregorio Domingo
1840 Ponce Ponce, Antonio
José
1841 González Rodríguez,
Francisco
1842 Borges del
Manzano, José Antonio
1843 Ponce Ponce, Luis
1844 Rodríguez Barbosa, Gregorio Domingo
1846 Ponce Ponce, Antonio
José
1850 Ponce Ponce, Luis
1852 Ponce Marrero, Juan
1857 Ponce Ponce, Luis
1861 Suárez Ponce, Miguel
1863 González Castellano,
Bruno
1868 Ponce Ponce, Luis
1869 Ponce Ponce, Luis
1870 Ponce Ponce, Luis
1872 Castellano Ponce,
Pedro
Otra variante
toponímica es el anonimato de la propiedad, y así aparecen de este tiempo los
socio-topónimos, porque hombres y mujeres no eran seres solitarios, precisaban
vivir en colectividad, en la sociedad de entonces. Fundaron los sistemas de
propiedad de la tierra y del agua que constituían el Antiguo Régimen, pero por
causas no despejadas, parece perderse la huella de su antiguo propietario,
porque aquel hipotecó los bienes para obviar la vinculación, por el impago de
los censos y adjudicación al prestamista, o porque no afrontó los pagos del
remate. Y de ellos quedaron en la toponimia algunas muestras:
capellanía, data, dehesa, dehesilla,
ejido, mayorazgo, mayordomía, santísimo, tribunal, vinculación,
vínculo, etc.
Todos ellos son
bienes privados, y como tales encontramos la huella en los protocolos notariales,
donde se hizo constar su antiguo propietario y los vínculos familiares de quien
los heredó, e igual en el caso de bienes de Propios o realengos, pues era y es
norma acostumbrada en las minutas reflejar en el expositivo de cómo accedió el
otorgante a su propiedad, o en su caso, las causas que motivaron la
adjudicación al Estado.
Podría pensarse
que las capellanías y las demás figuras del Antiguo Régimen son pocas y aportan
poca luz a la genealogía y a la toponimia, pero la realidad es muy distinta y
como ejemplo permítanme volvamos al caso de Arucas
(El Sultanato
y los Jóvenes Turcos. Anales de la Historia de Arucas, 2015, p. 15):
«Para
conocer la verdadera dimensión de los bienes vinculados, con casas, tierras y
aguas afectados por las leyes de desamortización en la jurisdicción de Arucas
que despertaban muchas ambiciones entre sus propios poseedores, patronos,
administradores o censatarios, conozcamos la larga lista de quienes fueron los
fundadores de mayorazgos, capellanías y otros vínculos con bienes en Arucas,
por orden cronológico de su constitución, sin olvidar el oficio que
desempeñaban si lo declaraban:
Jerónimo
de Pineda (1543); capitán Hernando Padilla y su mujer Luisa Espino (1562);
capitán general Pedro Cerón y Ponce de León y su mujer Sofía de Santa Gadea
(1572);
Gregorio
Barretos (1647); labrador Domingo López (1648); María Guerra, viuda de Gregorio
Álvarez Travieso (1649); licenciado Luis León Afonso (1669); maestro de campo
Antonio Trujillo (1671); Juliana Pérez, viuda del capitán Domingo Suárez
(1672); capitán Juan González de Niz y su mujer Justa Sánchez de la Trinidad
(1674); María Laso de la Vega, viuda del capitán Juan Tejutas Cano (1674);
capitán Juan Matos y su mujer María González (1680); bachiller Juan Mateo de
Castro (tres, 1680, 1683 y 1688);
SÁNCHEZ beneficiado de Gáldar Francisco Sánchez Tovar y su madre María
Sánchez del Rosario (1686); canónigo Juan González Falcón (1693); Blas Ortega
Ortiz (1693); Fernando de Armas Troya y su mujer Catalina Álvarez de Godoy
(1693); capitán Gaspar Álvarez de Godoy y su mujer Inés González (1697);
licenciado
Blas González de Niz (dos, 1702 y 1717); Josefa Castillo Olivares, viuda del
maestro de campo Antonio Trujillo Vergara (1704); Luisa Antonia Trujillo
Figueroa, viuda del sargento mayor Alonso Olivares del Castillo (dos, 1705 y
1726); licenciado Matías Lorenzo Fernández (1711); bachiller Juan Quintana
Rodríguez (1714); presbítero Blas González de Niz (dos, 1716 y 1717); canónigo
Manuel Álvarez de Castro (1717); Bartolomé Navarro Ortega (1718); Blanca Moreo
del Castillo, viuda del sargento mayor Alonso Muxica Lezcano (1720); Francisco
de Niz y su mujer Catalina Rodríguez (1722); Estebana María Perdomo (1725);
licenciado Leandro Curbelo (1728); Ana
Vargas Timagada (1734); Beatriz Quintana (1738);Tomasa Miguel González (1738);
capitán Gaspar de Ayala Quintana (1742); coronel Francisco Manrique Amoreto
(1748); Alonso Jordán (1750); maestro escuela José Álvarez de Castro y Godoy
(1753); Ana María Rosales, viuda de Gregorio González Marrero (1753);
presbítero Francisco Ponce Navarro (1759); Juan González Travieso y su mujer
Ana Suárez Fleitas (1763); canónigo Manuel Massieu Monteverde (1765); Tomasa
Henríquez, viuda de Domingo Guerra Travieso (1767); Petronila Cabrera Vargas
(1767); presbítero Gregorio Borges del Manzano (1770); presbítero Juan González
Zambrano (1770); Tomasa Henríquez, viuda de Domingo Guerra Travieso (1772);
presbítero José Antonio González Marrero (1772); canónigo Vicente Antonio de
Armas (1777); y Domingo Hernández Naranjo Nieto y el Marqués del Buen Suceso
Juan Domingo Hernández Naranjo Monasterios (1788).»
Con esta larga
relación de nombres y apellidos con indicación del año de fundación con
protocolo notarial, convendrán conmigo que mucha información habrá para la
genealogía, y también, que aporta mucha información toponímica.
Conclusiones
De la
experiencia acumulada tengo la profunda convicción de que la toponimia aporta a
la genealogía una notable fuente de información, o al menos de localización de
los protocolos para llegar a definir un árbol genealógico. A la viceversa, por
esa misma experiencia, puedo afirmar que la genealogía me ha permitido conocer
a quién o quienes alude el topónimo.
En todo este
proceso de investigación, conociendo mucho de los pequeños lugares de nuestra
tierra, primé la excelencia del detalle, método que me permitió aproximarme a los
orígenes del asentamiento y el significado del topónimo, apoyado documentalmente para construir el
mejor relato de cada lugar, situándolo en el escenario de la isla, todo ello enmarcado
en un buen diseño de comunicación, para dar respuesta a la curiosidad humana
que a todos nos embarga sobre el lugar donde hemos nacido o crecido.
No de todos
ellos habremos obtenido la prueba documental de la autoría del topónimo, pero
como en muchos casos hemos tenido que recurrir a la lógica filosófica, al
silogismo de dos premisas que llevan a una conclusión certera, como ese vivo
refrán castellano: blanco y en botella.
Podría
extenderme muchos más, entrar en muchos ejemplos, pero creo que era más
importante conocer de forma estructurada los acontecimientos de los tiempos
toponímicos para entender de ellos, y de porqué la memoria colectiva creó el
topónimo como patrimonio inmaterial, que no es de nadie en particular y sí de
todos. Espero haber complacido las expectativa que el título pudiera haber
despertado, pero no duden que lo he contado con la pasión que ponemos los que
estudiamos la genealogía y la toponimia, empezando siempre por uno próximo a
nuestra propia persona, que termina enganchándonos en la búsqueda de muchos otros,
como decía, sólo por la pasión que en ello ponemos, buscando descifrar de
alguna manera lo que pudo ser el pasado.
(Ponencia del III Encuentro de Genealogía, noviembre 2016)
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