Topónimo que localizamos en un lugar equidistante entre Tenteniguada, a su naciente, y Cueva Grande, a su poniente, adoptado
por una de las elevaciones del territorio que alcanza en su vértice alcanzando
los 1.545,8 msnm. de altitud, que señala el deslinde jurisdiccional entre los
municipios de Valsequillo y la Vega de San Mateo.
De fácil identificación por ser su sustrato de picón volcánico rojizo o
crema, por lo que figuraba en la Cartoteca
hasta 1977 con la denominación de Montaña
de las Arenas, topónimo que tan sólo se mantiene para la Degollada de las Arenas situada en su
vertiente sur.
No conocemos si tal cambio en el topónimo se debió a la abundante
presencia de codeso de monte (Adenocarpus foliolosus) en esta montaña,
endemismo que no es de reciente presencia, muy al contrario, de muchos siglos
pues es sabido que el codesal comparte su hábitat natural con los pinares en
todas las islas, y así ya había sido acreditado por Webb y Berthelot en 1842, hábitat también reconocido siglos atrás en los repartimientos, como lo fue en el solicitado por Gonçalo de Quintana el 19 de diciembre
de 1543, cuando dice «y el espygon arriba
asta los codeço del Pynal. » (RONQUILLO
RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 158).
Pudiera ser que el cambio de topónimo se debiera a esa tendencia
academicista para enmendar de alguna manera el término de ‘arenas’ para
denominar al lapilli o pequeñas piedras de materiales piroclásticos (de ‘piro’ = fundido, quemado, etc. y ‘clastos’ =
fragmentado) expulsados por el volcán
durante las consideradas recientes erupciones volcánicas en la isla
(posteriores al Pleistoceno medio), conocidas en los últimos siglos como
‘picón’, y ello para no confundir con las cenizas y arenas volcánicas,
elementos muy finos, inferiores a 2 mm. de diámetro, poco abundantes en las
erupciones canarias.
Desde esta hipótesis, pudo considerarse oportuno inventariarla como Montaña Codeso por ser la especie
dominante del escobonal-codesal, y
sin que ello advere de su existencia masiva. Aun así, muchos lugareños y
senderistas, e incluso estudios técnicos oficiales, siguen conociéndola como Montaña de las Arenas, encontrándose
dentro de la delimitación protegida del Paisaje de la Cumbre.
Hasta muy avanzado el siglo XIX, cuando desde Las Palmas se quería llegar a
las Tirajanas, se realizaba un
trayecto en coches de tracción animal por el camino Real hasta San Mateo, y a
partir de aquí se iniciaba el trayecto caballar o mular por el sendero que
discurría por el Lomo de las Pitas,
la actual carretera San Mateo-Telde
(GC-041) y se continuaba hacia Cueva
Grande, Los Manantiales, Montaña de las
Arenas para enlazar con el camino Real que viene de la Cruz de Saucillo para atravesando la Cumbre, llegar por el Paso de
La Plata a la Degollada de la Cruz Grande.
En la actualidad los senderistas atajan utilizando la carretera de Acceso a La
Lechucilla (GC-414) y continuar por viejos caminos de
pastores junto al cauce del Barranco de
la Lechucilla y así llegar a la montaña, en un entorno de abundancia de
retamas, codesos y escobones, que
constituyen el paisaje de la ganadería tradicional de pastoreo y viejos corrales.
De esta ruta que fue realizada a finales del siglo XIX por Agustín Millares Torres, acompañado de
su hijo Agustín Millares Cubas, nos
dejó una semblanza escrita del territorio y los usos encontrados en su entorno.
Panorámica desde la Cañada de Siete
Fuentes de Roque de La Retama y Montaña Codeso (Mario Rodríguez B.) |
« A nuestra izquierda el Saucillo alzaba orgulloso sus 1830 metros sobre el
nivel del mar, como la aguja de una colosal pirámide cuya base fuera el
basáltico asiento de la isla. Despues de un alto de diez minutos, empleado en
beber una agua helada y cristalina, y deleitarnos con tan variado panorama,
abandonamos el caserío de Cuevas-Grandes, y despidiéndonos de los castaños y
nogales para encontrar tan sólo desde allí helechos y retamas, dimos principio
á la ascension de la montaña de las Arenas, donde tiene su nacimiento el
Giniguada, montaña compuesta de una aglomeracion de volcánicos despojos, y
cruzada de infinitas sendas, que tan pronto se dibujan como se borran sobre su
inmovedizo suelo.
Detalle del sustrato (caminosdecanarias.blogspot-com) |
En una de las mil
revueltas que dá el camino para hacer menos penoso su declive, nos cruzarnos
con los carboneros y sus bestias, raquíticos asnos alimentados con los cardos que
encuentran al paso, habiendo advertido, que al vernos aquellos fieros enemigos
del pinar, (hablo de los carboneros, no de los burros) procuraban ocultar la
cara, si cara puede llamarse una negra figura, mezcla de tierra y carbon,
creyendo tal vez que fuéramos a delatar su fraudulenta mercancía.
Estos carboneros, y
otros que no lo son, constituyen hoy la filoxera del pinar, terrible plaga que
concluirá por dejarnos sin un árbol de tan rara especie. Despues que la récua
se alejó, prosiguió nuestra cabalgata prolongándose á la fila indiana por la senda en espiral de la montañeta, avanzando las
pobres bestias casi en linea vertical, mientras nosotros buscábamos un nuevo
punto de apoyo en las guedejas de sus inclinados cuellos.
La otra variante del sustrato (caminosdecanarias.blogspot-com) |
Cada cuarto de hora
preguntaba yo, participando del cansancio de mi yegua, si estábamos cerca de la
meseta central; á lo que contestaba mi arriero invariablemente: ¡Aquí encimita,
señor! » (MILLARES TORRES, 1882, p. 298).
Nos deleita el historiador con el relato de su viaje y de su pensamiento
conservacionista ya en aquellos tiempos, identificando a los carboneros como
“fieros enemigos del pinar” por la práctica ilegal de la quema ilegal; también
nos dice del sustrato volcánico de la Montaña y de los pequeños senderos
debidos al tránsito de las ovejas.
El codeso (Adenocarpus foliolosus)
«es un endemismo canario del cual se diferencian dos variedades: variedad foliolosus, en todas las islas citadas y
la variedad villosus Webb et Berth en
Gran Canaria y La Palma. Se diferencia de las otras especies del género porque
las flores poseen un cáliz sin glándulas y el pétalo estandarte es seríceo. Los
foliolos son lanceolados u obovados, con un corto peciolo de 1-3 mm, y las
legumbres son escasamente glandulares. Se conoce como "codeso de monte"» (floradecanarias.com).
La flor "mariposada" de Viera y Clavijo (floradecanarias-com) |
El Jardín Botánico Viera y Clavijo
recoge que la «Descripción se diferencia de la variedad tipo en que las
hojuelas son estrechas y villosísimas por todos lados. Folíolos involutos,
villosos. Fruto liso. (DO). Remite sus datos a la primera publicación de Webb y Berthelot, p. 33, [20 enero 1842-antes 10 octubre 1850]
[livr.62]».
Nos describe nuestro más ilustre investigador de siglos atrás con singular
belleza poética sus percepciones del codeso:
«Estas ramas están
todas vestidas espesamente de hojas muy menuditas, que van alternando de tres
en tres, y tienen la figura de hierro de lanza, un poco doblada de alto abajo,
de color de un verde oscuro velloso. Las flores amarillas, mariposadas, se
presentan en el remate de las varas, formando vistosos ramilletes, y consta
cada una de un cáliz de los labios velludos, el superior de dos dientes, y el
inferior de tres; una corola de cuatro pétalos, de los cuales el llamado estandarte,
es oval, erguido y plegado por los lados; las dos alas obtusas, y la barqueta
con punta levantada, donde se hallan diez estambres reunidos; y un ovario
peloso, cuyo fruto es una vaina comprimida, llena de las simientes. Florece en
mayo» (VIERA Y CLAVIJO, 1866, Tomo I, p. 218).
Las referencias de la localización histórica de la variedad son las siguientes:
Ortofoto de Montaña Codeso (Google Earth) |
«[…] se plantaban muchas orillas de escobones,
escobesos, pa’ las vacas - las ramas -
y las cabras…» (San Mateo-1);
«[…] los escobesos también pa’ las vacas, pa’ las
vacas, pa’ las ovejas no […] se cogen
ahora a principios de invierno, cuando ellos revientan es cuando ellos se
cogen…» (Caideros-4);
«[…] hay otra clase de rama que es rama escobeso,
ésa es pa’ vacas…» (Bascamao-3);
Codeso y pinar (atlasruraldegrancanaria-com) |
«Los escobones no [los plantabamos], pero los
escobesos sí, era comía... buena comía pa’ las vacas...» (Fontanales-3);
«Sí, eso también salía en la tierra,
pero también se arranca y se planta en otro sitio… el cobeso también es buena comía pa’ las vacas. Bueno,
y las uvejas también se lo comía y las cabras» (Valsendero-1);
«Sí se plantaron, escobesos...» (Teror-1);
«Mi padre plantaba escobones,
escobesos, le gustaba mucho [...] los traía chicos de arriba y los plantaba
aquí... pa’ tenerlo ahí en un ribanzo [ribazo] [...] La rama escobeso es lo mejor que hay pa’ los animales, pa’ vacas y pa’
too» (La Umbría-1).
También tenías otras utilidades para la cestería, y así se recoge en
nuestra recurrida Historia Natural «Sus varas son excelentes para canastillas y
cestos (VIERA Y CLAVIJO, 1866, Tomo I, p. 218).
Nos concreta este aprovechamiento debido a su fortaleza y resistencia un autor
mucho más moderno (MORENO MEDINA, 1997, p. 148):
«Cestón: gran cesta que se hacía con
varas de mimbres o madera de codeso, de figura cuadrangular, de constitución
muy fuerte, y que si destinaba a contener tierras y cascajo para ser arrastrado
por yuntas sobre una corsa.
Serones: eran de dos clases: unos de palma,
destinados a llevar frutos, tierra, abonos, etcétera, sobre caballerías; otros
de palo, que se fabricaban con tablillas delgadas de madera de codeso, a la
manera de una cesta. Eran muy fuertes y de larga duración. Se utilizaban para transportar
sobre una bestia frutos de todas clases y objetos frágiles».
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