Topónimo que da nombre a un pequeño Lomo entre Las Vegas al poniente, y la Hoya
de la Vieja a su naciente, en el centro de la histórica hacienda de Los
Mocanes, junto a la carretera Lomo
Magullo - Los Arenales (GC 132). Igualmente da nombre a un barranquillo que nace en la vertiente
suroeste de la Montaña del Pleito y tributa
sus aguas al Barranco de Cueva Blanca,
aproximadamente en el lugar donde se encuentra el área recreativa de la Reserva Natural Especial de Los Marteles.
Vista del Lomito (Google Earth) |
Del pitango
o pitanga, sólo la expresión en
femenino es recogida por la ACADEMIA
CANARIA DE LA LENGUA, en su Diccionario Básico de Canarismos, diciéndonos
que es el «Fruto del pitanguero». De este nos aporta
el DRAE su significado «pitanguero. 1. m. Can. y Ur. [Canarias y
Uruguay] Arbusto de las mirtáceas, de
unos cinco metros de altura, que crece en los montes fluviales, de corteza gris
verdosa, hojas simples, ovoides, de color verde intenso y frutos comestibles,
rojos o morados, en forma de pequeñas bayas globosas de dos centímetros de
diámetro, que se utilizan para aromatizar bebidas alcohólicas».
La remisión
que nos hace el DRAE al uso exclusivo del término en Uruguay y Canarias, nos pone
en la pista de donde conocer algo más del mismo, y así lo encontramos en la
ficha del Instituto Nacional de
Investigación Agropecuaria (INIA) de Uruguay, con una amplia información
del mismo.
Pitanguera |
«Tiene un follaje persistente o semicaduco, con hojas
de color verde que a veces presenta coloraciones rojizas a violáceas en el
invierno y tonalidades purpúreas más o menos pronunciadas con los brotes
nuevos. Su altura en el monte nativo puede llegar a 7 - 8 m.
Las flores son blancas y frágiles, con largos pedúnculos.
La floración es abundante y muy atractiva para las abejas; ocurre en primavera aunque
algunas variedades tienen una segunda floración en verano. En estos casos hay
una doble cosecha.
Las frutas son pequeñas y pueden ser de varios colores:
anaranjados, rojos, violetas y casi negros, con “costillas” o gajos, de sabor
dulzón, con presencia de taninos y jugo con pigmentos que tiñen. Contiene 1 o 2
semillas grandes. Se consumen frescas o procesadas, obteniéndose muy ricos
jugos, helados, salsas y licores. La piel es muy fina y por ello la fruta debe
ser tratada con mucho cuidado para que no se lastime. Está pronta para cosechar
cuando ha desarrollado su color y se desprende al tocarla suavemente. Se puede
comer directamente del árbol».
Pitangas |
En relación con su inclusión en el DRAE,
conocemos de las razones que llevaron a ello «La excepción corresponde a “pitanga”, porque pese a que tampoco hemos
podido anotarla en ninguno de los léxicos consultados, ni tan siquiera en
diccionarios y libros de botánica, entendemos que su inclusión en el DRAE-84,
como “Can. Y Urug. Fruto del pitanguero”, puede estimarse correcta, lo mismo
que el árbol correspondiente el “pitanguero”. Es este uno de los muchos casos
en que los repertorios léxicos canarios, capaces de recoger palabras de muy poca
entidad de uso, olvidan otras de mayor importancia » (CORRALES, 1992,
p. 209).
Algunos años después el mismo
investigador amplía su información para conocer de su arribada a las islas «… “pitanga y pitanguero” ‘arbusto de las
Mirtáceas’ surgieron en el uso americano, y deben de tener igual punto de
partida estas otras palabras, aunque sea difícil plantear con total evidencia
que todas ellas vinieron a las islas con la vuelta de los emigrantes, si bien
entendemos que las posibilidades de que sean americanismos en Canarias son más
amplias que el sentido contrario, es decir, canarismos en América » (CORRALES et CORBELLA, 2013, p. 662).
Vista del barranquillo (Google Earth) |
Como bien se dice, ni las palabras, ni
las frutas viajaban solas por el Océano Atlántico, y siempre precisan de un
portador humano que las lleve consigo en su viaje de regreso, y para ello se
hace necesario conocer como salió de las islas, bien él o sus antepasados en aquellos
bergantines en los que se asumía enormes riesgos y sufrir de los mayores
rigores, como auténtica “mercancía de
carga”.
A partir de la aprobación de la
Constitución de 1830 de Uruguay, el gobierno de dicho estado ya independiente se
planteó el desarrollo del país que venía condicionado, entre otros factores,
por la insuficiente población rural que imposibilitaba cualquier intento de transformación
del sector agrario, la carencia de rutas eficientes en transportes y
comunicaciones y el escaso valor comercial del puerto de Montevideo que tenía
que diversificarse más allá de la salazón del pescado para poder competir con
el cercano puerto argentino de Buenos Aires.
La burguesía comercial uruguaya surgida
a partir de la nueva Constitución, propuso al Estado la contratación de albañiles,
herreros, carpinteros y agricultores a partir de la traída de emigrantes. «En 1834 se puso en marcha un plan para
atraer la inmigración, cuyas características quedaron claramente delineadas. La
preferencia del gobierno se inclinaba hacia los artesanos, peones y
trabajadores a quienes pudieran acreditar buena conducta los cónsules
residentes en el territorio uruguayo. Fue entonces cuando se presentaron: Jorge
Tornsquist, proponiendo atraer la emigración alemana; Samuel Fisher Lafone, que
se comprometía a transportar mil emigrantes desde Islas Canarias, Cabo Verde y
provincias vascongadas. Entre ellos deberían contarse 400 artesanos ─albañiles,
herreros, carpinteros, etc.─…» (MARTÍNEZ, 1982, p. 261).
Puerto de Montevideo 1829 |
Si de una parte Samuel F. Lafone se encargaría del transporte de colonos canarios,
es Juan María Pérez, que desde su
privilegiada posición como comerciante, estanciero, propietario, diputado de
las Cámaras Legislativas y Ministro de Hacienda bajo la presidencia de Manuel
Oribe y Viana (1835-1838) *Nieto de José Joaquín de Viana, natural de Lagrán
(Álava), militar español y gobernador de Montevideo, se convierte en el
contratista en destino de los emigrantes canarios y facilitador en la
Administración interior.
Un siglo atrás, la legislación en origen
era favorable con la autorización «… que
el Monarca español Felipe V aprobara por Real Cédula de 1725 el poblamiento del
lugar que habría de constituir la ciudad de Montevideo, autorizando el paso de
familias canarias, con los privilegios que las Leyes de Indias concedían a los
vecinos fundadores …» (GUERRERO, 1960, p. 493), que generó el
establecimiento cada año de 1.500 canarios, utilizando como medio de transporte
los buques extranjeros en tránsito por las islas, emigración que en opinión de
los gobernantes de entonces consideraban que iba en perjuicio de la agricultura
y artesanía canaria, sin considerar que aquellos que recurrían a la emigración lo
hacían por superar la miseria a la que estaban condenados por los abusos de los
propietarios de las tierras isleñas del Antiguo Régimen.
Fuente: MARTÍNEZ DÍAZ, N.: “La emigración clandestina desde las Islas Canarias al Uruguay” |
Sería el proceso de independencia de
los países sudamericanos el que determinará la prohibición de emigrar a dichos
destinos en tiempos del absolutismo de Fernando VII «… El Consejo, teniendo a la vista el expediente en cuestión y lo expuesto
por el Consejo de Indias ─en consulta del 17 de febrero de 1827─, estimó conveniente que la autorización de
licencia para pasar a los "países sublevados, o extrangeros del Continente
Americano", la concediese el Rey o el Consejo de Indias. Se exceptuaba de
tal trámite el paso a Cuba, Puerto Rico y Filipinas y aquellos países que
volviesen a la "obediencia" de la casa borbónica reinante; en este
caso bastaba solamente que el Juez de arribadas concediese la licencia y se
abonase un derecho de dos pesos fuertes por ella…» (Ibídem, p. 494).
A partir de que fueron consolidándose
las contrataciones en Uruguay como destino de la emigración canaria, a pesar de
la prohibición porque la «… realidad
económico-social superaba a los buenos deseos de los gobernantes [¿?], y los Isleños indigentes hallaban siempre
los medios para abandonar sus tierras y hogares en busca de nuevos horizontes …»
la clandestinidad se hizo tan evidente como la necesaria y urgente supervivencia
económica de las familias, y así desde que Uruguay estableció los mecanismos para
acoger a estos “refugiados económicos”
de Canarias, primero fueron los “conejeros”, y le siguieron las restantes islas.
Vista del lomito (Google Earth) |
Pero los malos vicios de la sociedad aristocrática
española también se habían instalado en Uruguay, y en los primeros años de la
corriente migratoria «… La situación
especial de los colonos, trasladados hasta Montevideo por los distintos
contratistas, los colocaba casi inermes en poder de quienes les empleaban
haciéndose responsables del pago de sus pasajes a cambio del trabajo del
inmigrante. Esta semiesclavitud temporaria constituyó una ventaja adicional,
tal vez inesperada, para el patriciado; pero es indudable que produjo un margen
de beneficio comercial para los empresarios, aunque reducido más tarde por el
conflicto armado y el sitio de la capital. Este tráfico de nuevo tipo fue
explotado por hombres cuya habilidad en el terreno del comercio, las finanzas y
la especulación, no ofrecen duda alguna. Uno de estos hombres era Samuel Fisher
Lafone. Activo representante del estrato social más poderoso de la joven
república uruguaya, explotaba toda posibilidad para ampliar la esfera de sus
negocios.
[…] En 1837, Samuel
Fisher Lafone celebra contrato con la administración por el cual se compromete
a traer, por espacio de cinco años y a su costa: “de Europa y de Canarias
personas industriosas y agrícolas que fomentasen las artes y la labranza”. El
gobierno debía pagar ochenta patacones [*Antigua moneda de plata de una onza] por cada colono mayor de catorce años y cuarenta por los
menores de esa edad. Quedaban exceptuados los niños de pecho y los mayores de
sesenta y cinco dos. Los colonos firmarían con el Estado vales a doce,
dieciocho y veinticuatro meses por el pago de sus pasajes…» (MARTÍNEZ, 1982, pp. 261 y 263).
Entre 1835 y 1842 se estima llegaron a Uruguay 8.200 canarios, 4.900
hombres y 3.300 mujeres, aproximadamente un 17% de la emigración total arribada
en ese período.
Los intereses de Samuel F. Lafone y sus relaciones a ambos lados del Atlántico debieron
ir en aumento cuando «El domingo 3 de
abril de 1836, el periódico "El Español" de Madrid daba a conocer la
noticia de que últimamente se había concluido, entre el Cónsul de S.M.C. en
Bayona y el representante de la Casa inglesa "Samuel F. Lafone" de
Montevideo, un convenio para la traslación de Colonos canarios y vascongados a
la República del Uruguay».
Buena parte de los emigrantes canarios
se asentaron en Uruguay, después de haber soportado un inhumano viaje y un
largo tiempo pagando el coste de su viaje en condiciones de explotación, pero
no dudamos que la inquebrantable voluntad de prosperar en la vida les hizo
convertirse con el tiempo en propietarios de tierras uruguayas del noroeste, próximas
a Río Grande del Sur (Brasil), donde
ya se aprovechaban los “pitangueiros”,
castellanizado “pitanguero”, que se
daba de forma silvestre en los montes ribereños y en quebradas.
Fuente: MARTÍNEZ DÍAZ, N.: “La emigración clandestina desde las Islas Canarias al Uruguay” |
La “pitanga”
también llamada en Uruguay “ñangapiri”, “grulli”,
comercialmente como “grosella” o “cereza de Cayena”, debió convertirse en un preciado tesoro de
aquel o aquellos canarios que regresaron a sus tierras del nonato municipio de Valsequillo,
en gestación en aquellos tiempos del s. XIX por el impulso de su parroquia, no
dudando en traerse semillas de pitangueros,
que después de plantadas en las inmediaciones del Lomito o del Barranquillo
de su nombre, causaron tal sensación entre los lugareños que decidieron reconocer
dichos lugares con el nombre de su fruta, en masculino, que se podía comer
directamente del árbol.
Desconocemos si existe por estos
lugares todavía algún viejo pitanguero,
y si así fuera el dulce sabor de sus pitangos
o pitangas debe traernos a nuestra
memoria la alegría por la vuelta de los amargos momentos vividos en la obligada
emigración llevados en un pequeño barco de dos palos de velas llamado bergantín.
Localización del Lomito (IDE Gran Canaria) |
Localización del Barranquillo (IDE Gran Canaria) |
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