Se cree que en 1592 el ingeniero italiano Leonardo Torriani escribía en su
manuscrito informe destinado a la Corona el CAPITULO XLIV, titulado “De la fortificación de la Ciudad Real de
Las Palmas”.
«Esta ciudad está
situada en un lugar tan extraño e irregular (por más que sea llano), y puesta
debajo de tres montañetas que la dominan, llamadas con el nombre de los tres
santos, Domingo, Francisco y Lázaro, que por espacio de veinte años ha dado que
pensar juiciosamente a muchos ingenios italianos y españoles, con motivo de su
fortificación; y hasta ahora Su Majestad Católica no ha tomado ninguna
resolución, ni ha dejado entender qué parecer de tantos le ha gustado» (TORRIANI, L.: Descripción de
las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de su fortificaciones,
Sta. Cruz de Tenerife, 1959, traducción de Alejandro
Cioranescu). Y así las reflejo Próspero Casola en su plano de la Ciudad de 1599.
La elección de estos tres santos por los conquistadores
para dar nombre a las “tres montañetas”,
así llamadas por Torriani, no es casual. De norte a sur, San Lázaro al norte del barranco
de Mata, Tomaba su nombre de la advocación de todas las leproserías, como
lo era el Hospital de San Lázaro, de donde se
popularizó también el término "lazareto"
de la Ciudad, que estuvo emplazado en el siglo XVI a la altura de la actual
calle Murga, aislado del casco urbano
y fuera de las Murallas
de la Ciudad, y sin que nos lleve a engaño la
ubicación de la ermita
de
San Lázaro posterior al hospital.
San Francisco lo tomó del
convento franciscano, situado junto a la actual iglesia de su nombre en el
barrio de Triana; y Santo Domingo, del convento dominico
junto a la actual iglesia de su nombre en el barrio de Vegueta, al sur del barranco
de Guiniguada.
Como bien decía Leonardo Torriani, la ciudad estaba
situada “en un lugar tan extraño e
irregular”, hacía un descripción de una estrecha franja costera expuesta al
naciente, “dominada” a su espalda al poniente por tres “montañetas”, que más
tarde una de ellas será conocida con el canarismo de “lomo”, del que dice el Diccionario
de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA «1.
m. Elevación grande y alargada del terreno, más o menos redondeada en la cima».
En el norte la montaña
de San Lázaro, ocupando la conocida actualmente como Ciudad Alta, y la montaña de
San Francisco, donde se construyó el Castillo de San Francisco o castillo del Rey,
dejaban de por medio una loma ascendente junto al cauce del
barranquillo de Mata, con varias hoyas de donde surgiría el topónimo de Las Rehoyas.
Más al sur, la “montañeta”
ya era llamada en los repartimientos Lomo
de Santo Domingo, que en el poniente o inicio isla adentro lo hacía en el
actual barrio de El Fondillo, junto a
la Montaña de Tafira, lomo que separa
los cauces de barranco Seco y barranco
de Gonzalo, este último primitivo cauce del barranco de Guiniguada que la erupción de la Montaña de Tafira taponó y desvió por el Dragonal en opinión del profesor Telesforo Bravo.
En el repartimiento de Françisco de
Aguinaga, solicitado el 8 de agosto de 1550, describía las tierras
solicitadas como «… un pedaço de tierras
que son hasta quatro o cinco suertes de tierra e que en ellas ovieren que son
en un barranquillo que esta entre las tierras e lomo que desçiende hazia el barranco
de Gonçalo que asçiende hazia la imagen prieta e de la otra parte otro lomo que desçiende hazia santto Domingo la
qual tierra quiero para la aprovechar de cañaverales e heredades de viñas con
las aguas que me pertenesçen de Tafira por que para otra persona alguno no
sirven las dichas tierras por no tener agua con que las aprovechen como yo …»
(RONQUILLO, M. Y
AZNAR VALLEJO, E.: Repartimientos de Gran
Canaria, Las Palmas de GC, 1998).
Cuando el Lomo de
Santo Domingo se encuentra a 2.200 metros de la costa de naciente de la
isla, se divide creando dos divisorias “divisorias”,
en el significado geográfico que aporta el DRAE
«2. adj. Geogr. Dicho de una línea en un
terreno: Desde la cual las aguas corrientes fluyen en direcciones opuestas».
La situada al norte, se subdivide por la erosión a 1.250 metros de la costa,
formando al norte con vertientes del barranco
Seco, la que es llamada Divisoria de
la Mesa.
La Divisoria de la
Mesa corresponde al terreno ocupado por la conocida Ciudad de San Juan de Dios, que por su relieve es una “mesa”, es decir para el canario “Terreno elevado formado por una llanura que
acaba en paredes verticales fruto de la erosión”.
Al sur de la misma, la matriz de la que se subdividió que
es llamada Divisoria del Corral,
donde se construyó la urbanización
Casablanca I, y en las laderas septentrionales de la misma la Urbanización El Lasso. El origen del
topónimo de la Divisoria del Corral
lo encontramos en el repartimiento a favor del escribano mayor del Cabildo Juan de Ariniz, hijo del también
escribano del Cabildo Juan de Ariñez,
del 7 de septiembre de 1551, que describe las tierras pedidas diciendo «… le hagan merçed de le dar las demasias de
las tierras que se dieron a Françisco de Aguiniga que son entre el barranco
Seco y el barranco de Gonçalo que va a dar al camino de Telde al Corralejo que dizen en que podrá aver
dos suertes poco mas o menos …» (IBIDEM).
El astuto y privilegiado escribano disponiendo de la
información confidencial que tiene pide los sobrantes no concedidos en el
repartimiento de 8 de agosto del año anterior, y las identifica manifestando
que “va a dar al camino de Telde”, la
antiguo carretera a Telde por San Cristóbal, y añade lo que se encuentra a su
paso en la divisoria, que es un “corralejo”,
es decir, “un corral viejo del tiempo de
los canarios”, y de ahí el topónimo de la Divisoria del Corral.
Al sur de esta última divisoria, está el pequeño cauce
del barranco del Rosario, y en la
banda meridional del mismo las escorrentías de la divisoria o Lomo de Santo Domingo, donde se
encuentra la barriada de Pedro
Hidalgo.
Las rampas y escorrentías al sur del Lomo llegan al cauce
del barranco de Gonzalo, y en la
banda de enfrente, las rampas y escorrentías de
la Divisoria de las Cuevas, topónimo
que no ofrece duda alguna de su origen que guarda relación con las cuevas que
existieron en la ladera y que fueron sustituidas por casas de nueva
construcción. Por esta divisoria discurre la calle Puebla no asfaltada, desde lo alto la vista meridional es el
barrio de Salto
del Negro, y en la rampa de naciente de la misma, dando de frente
al mar, se encuentra la Hoya
de la Plata.
Volviendo
al manuscrito informe del ingeniero Leonardo Torriani sobre las defensas de
la Ciudad, decía también de la necesidad de fortalecer la frontera sur después
de describir los riesgos que comportaba el potencial ataque por el Lomo de Santo Domingo.
«… La primera razón es (tratando de
los lienzos laterales) que la dicha muralla roja sólo cerraba dos lados,
quedando abierta la parte del río y de la montaña de Santo Domingo, que son las
más importantes; y, por más que desde la montaña de San Francisco se las pueda
ver, no están defendidas, por hallarse alejadas y el río abierto, sin poderse
defender de noche. La segunda, que dichas murallas no impiden que se descubra a
la vista lo de dentro, desde todos los sitios circunvecinos. La tercera, que no
tiene defensa de flanco, sino solamente de frente, y el espacio en que deben
permanecer los defensores, es decir el lado sur, tiene solamente cuatro pies, a
modo de muralla antigua, de modo que es imposible estar en pie combatiendo. La
cuarta que, por estar dicha muralla lejos de las casas, separa a la gente, y el
espacio que queda en medio se descubre desde los lugares altos, y se necesita
mucha gente para su defensa …».
Y como solución a la fortificación total de la Ciudad,
propone en su manuscrito informe a la Corona amurallar el Lomo de Santo Domingo:
«… Así, pues,
queriendo buscar remedio a estos dos males, me decidí a rodear la ciudad de
murallas (siendo así que es, cosa posible), de manera que el enemigo no pueda entrar
por ninguna parte sin hallar resistencia, y que desde las alturas no se pueda
descubrir la gente de dentro. Esta defensa se entiende que se hace o por
defender la gente, o la ciudad, o, lo que es más común y mejor, la gente y la
ciudad al mismo tiempo; Por consiguiente, si podemos defender la gente y la
ciudad sin otras fortificaciones en la Montaña de San Francisco, y no ser
atacados desde ésta última, mejor será rodear toda la ciudad; porque, al ser la
fortificación a manera de círculo, las plazas de los baluartes quedarán cubiertas,
y las montañas alejadas, sobre todo la de Santo Domingo y la otra de San Lázaro
…».
Cartoteca y fototeca de 1962 (IDE Gran Canaria) |
Después del manuscrito informe del ingeniero Leonardo Torriani que se data en 1592,
acontecieron dos ataques por mar a la
ciudad. En 1595, una escuadra inglesa con los
almirantes Drake y Hawkins al mando atracó en la bahía de Las Isletas e intentó el desembarco para tomar la Ciudad.
La brava defensa de los isleños obligó a la retirada de los ingleses.
En 1599 tuvo lugar otro ataque a la
Ciudad, inicialmente atribuido a los ingleses, pero eran los holandeses
dirigidos por el vicealmirante Pieter van
der Does, que tuvo graves consecuencias porque al negarse el pago del
exigido “rescate de guerra”,
incendiaron y expoliaron todo lo que en la Ciudad encontraron.
No parece que la toma de la Ciudad, tras la huida de los
isleños hacia el Monte Lentiscal, se debiera a la indefensión de la frontera
sur, es decir, por el Lomo de Santo
Domingo. Lo fue por el elevado número de las tropas holandesas
desembarcadas que imposibilitaban cualquier defensa, y que sólo pudieron ser
diezmadas con la “guerra de guerrillas”
y la carencia de agua potable.
Cartoteca y Fototeca de 1977 (IDE Gran Canaria) |
Al siguiente siglo XVII, en 1678 ya hablan las crónicas
históricas de una inacabada muralla en el Lomo
de Santo Domingo: "A la parte
que mira al Sur, camino a la ciudad de Telde, guarda a esta ciudad real de Las
Palmas, una muralla, que se comenzó a fabricar el año de 1656, siendo séptimo
presidente de la Real Audiencia y Capitán general del mar y tierra de las siete islas don Alonso de Ávila y
Guzmán, caballero de la orden de Calatrava, la cual tiene de largo 900 varas,
hasta dar con el monte o lomo de Santo
Domingo; y cuatro de ancho con su puerta hornaveque, tres baluartes,
contrafoste y postigo, todo muy fuerte y fabricado con buena disposición y
arte, cuya planta y traza dio el capitán don Lope de Mendoza, Ingeniero militar
de estas islas por S. M.
Esta muralla se ha
quedado casi sin acabar por haber faltado los medios y haberse aplicado los
efectos señalados para esta obra á otros reparos mas necesarios, sino es ya lo
mas cierto. negligencia de los que gobiernan que tal vez no atienden tanto al
servicio del Rey como al provecho de sus comodidades. Acabárase con tres mil
cuatrocientos y sesenta reales, según el tanteo que hizo cuando pesó su obra el
sobre dicho ingeniero militar, mas de la suerte que se va arruinando con los
tiempos, cuando la quieran reparar, ni con cuatro mil ducados de plata lo ha e
hacer S.M. que Dios guarde …». (DE SOSA, J.: Topografía de la isla afortunada Gran
Canaria, Cabeza de partido de toda la provincia, Sta. Cruz de Tenerife,
1849).
Divisoria del Corral, divisoria al final del Lomo de Santo Domingo y Divisoria de las Cuevas, vista de norte a sur (Google Earth) |
En relación con dicho ingeniero militar y la inacabada obra
de la muralla sur, se conoce que «MENDOZA,
Lope de.- Se trata de un ingeniero militar al servicio de España. Aparece en el
Archipiélago reinando ya Felipe IV y continuó durante el de Carlos II. Lo
encontramos actuando en la isla de Gran Canaria en Las Palmas, con anterioridad
al año de 1669. Ya encargado de su principal misión, que fue mejorar las
defensas de la Ciudad del Guiniguada, sabemos que construyó la muralla que
había de cerrar el recinto por la parte del Sur de aquella población, subiendo
desde el mar hasta el lomo de Santo Domingo.
La traza de esta
obra, que por esos años se iba realizando, tenía una puerta para entrar a la
ciudad, y sus baluartes de trecho en trecho. Como fueran transcurriendo los
años, sin concluirse aquella construcción, se le pidió a don Lope de Mendoza
presupuesto de lo que costaría terminarla. Contestó que según sus cálculos
estimaba que subiría a tres mil cuatrocientos y sesenta reales. La obra quedó
inconclusa. Cumpliendo órdenes dadas por el Consejo de Guerra se trasladó
Mendoza a la plaza de Santa Cruz de Tenerife para visitar las fortificaciones
de esta población. (TARQUIS RODRÍGUEZ, P.: “Diccionario de Arquitectos,
Alarifes y Canteros que trabajaron en las Islas Canarias (siglo XVII)”, Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 11,
1965).
Las tres divisorias del Lomo de Santo Domingo desde la Divisoria de las Cuevas, vista sur-norte (Google Earth) |
Ya en el siglo XIX, se inician las primeras
construcciones en el Lomo, bastante aisladas, como nos lo cuenta la
investigación de otra fuente bibliográfica:
«Estos espacios de
desolado aspecto, de alguna forma suponen una referencia paisajística de la
capital grancanaria, como tempranamente lo advierte, ya a finales del siglo
XVI, el ingeniero Leonardo Torriani (…) Sin
embargo, no será hasta 1873 cuando el Ayuntamiento apruebe las bases, recogidas
en siete artículos, que ha de cumplir todo adjudicatario de solares, “obligado
a plantar frente a las fachadas de las casas que en ellos se construyan, el
número de árboles de sombra que el Ayuntamiento determine a propuesta de la
Comisión de Ornato. Este número no podrá bajar en ningún caso, de dos” [En ese mismo Pleno, en aplicación de
la normativa recién aprobada, se concede (…) a D.
José Ramos, “un solar para fabricar una casa en el Lomo de Santo Domingo”,
obligándose al peticionario “a plantar en el frente de su casa dos árboles por
lo menos”, con las condiciones ya formalizadas en dicha sesión].
Esta disposición
por parte del municipio a fomentar el arbolado, servirá a un grupo de vecinos,
“dueños de unos terrenos que pueden dedicarse al cultivo”, a exponer ante el
Ayuntamiento “que el aspecto de esta Ciudad se embellecería más y más, así que
las cordilleras que la rodean fuesen reduciéndose al cultivo y poblándose de
arbolado: esto mismo ha reconocido antes que nadie la Excma. Corporación y así
ha distribuido los terrenos comprendidos en las Lomas de Santo Domingo, San
Roque y San Nicolás…”. El destino de esta solicitud era conseguir que, por
parte municipal, se facilitara la construcción, emitiendo un informe favorable,
de una acequia que permitiera llevar el agua hasta las referidas tierras. Es de
destacar que los solicitantes esgriman como argumento a su favor que estas
aguas “fertilizarán muchas fanegadas de terrenos hoy improductivos, y aumentará
la riqueza de esta Ciudad, al par que mejorará su aspecto y condiciones
climatológicas”.
(…) En los
tradicionales Riscos, de nuevo la prensa se encarga de denunciar, con el
llamativo titular de “¡Qué nos arrancan los árboles!” [Anónimo (1910):
“¡Qué nos arrancan los árboles!”, en España , nº 83, 2.07.1910 p. 1], la
situación que se vivía: “Esta manía de destrozar lo poco que en arbolado
tenemos se está haciendo crónica. En el Risco, también se arrancaron árboles
hace algún tiempo por no haber otra cosa que hacer seguramente; se derriban árboles en las carreteras; se
arrancan palmeras en San José y se condenan a muerte los eucaliptus en Santo
Domingo” …» (NARANJO RODRÍGUEZ, R.: “Los ‘Riscos’ de Las Palmas de Gran
Canaria: de zonas verdes a espacios urbanizados”, XVII Coloquio de Historia Canario-Americana, 2006).
Transición hacia la franja costera de las divisorias |
A partir del último cuarto del pasado siglo XX se inicia
la construcción de las urbanizaciones y barriadas mencionadas anteriormente, que
ahora el propio Plan General de
Ordenación considera el criterio de un «Espacio
urbano consolidado en laderas de pendiente acentuada con predominio de urbanización
residencial en polígono», que de alguna forma recoge la merecida crítica urbanística de los
profesionales independientes:
«La geografía del
terreno demuestra el cambio de intereses económicos a lo largo de la historia:
las zonas llanas son de mayor interés para el uso agrícola, reservándose las
laderas para las edificaciones. Con la
llegada del turismo, cambia el interés y se ocupa para zona residencial y para
tráfico la zona llana. Sin embargo las coyunturas pueden cambiar y volver a
imponerse las anteriores.
Enfrentamos la
construcción familiar o popular al diseño urbano del territorio desde las
instancias de la administración. La sabiduría popular fabrica sobre el terreno
adaptándose a él y encontrando soluciones que contemplan diversidad de
aspectos: aprovechamiento de aguas, preocupación por el paisaje, vías para
desplazamientos de personas y vehículos (escalones con grado inclinado para
aprovechamiento de huella, relieves que unen escalones para paso de motos y
bicicletas), embellecimiento y zona de sombra para la espera del transporte
público…
En cambio, la
solución que ofrece la administración pública cuando diseña la ocupación del
terreno sólo contempla un aspecto (según un modelo cartesiano), que impone el
cemento y no tiene inteligencia ecológica
(ejemplo de canalización y alcantarillado de aguas que se llevan hasta
el mar, nivelación de terrenos sin adaptación al relieve original, etc.). La
administración es burocrática, pero una ciudad no es una simple suma de actos
individuales: alguien observa que debería tenerse en cuenta la transversalidad
de las actuaciones urbanísticas, que contemplara el derecho a la cultura, la
dignidad o las relaciones humanas a la hora de diseñar un enclave urbano …» (forocriticaysociedad-blogspot-com-es, 2014/05).
Localización (IDE Gran Canaria) |
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