domingo, 25 de marzo de 2012

ADEJE, VUELTAS DE (SANTA LUCÍA DE TIRAJANA)

Actualización 1-nov-2016
Topónimo con el que se conoce el territorio pastoril y montañoso más septentrional del municipio, junto a los riscos de la antigua Sierra, las actuales Cumbres de la isla. Son claros los indicios de su histórico aprovechamiento por donde discurría el camino Real que unía el Lugarejo de Santa Lucía con los altos del barranco de Guayadeque, a través de las Vueltas de Adeje, los Cascajales y la Calderilla, muy utilizado para la trashumancia de los ganados de cabras y ovejas en busca del pasto verde cuando llegaba el estío del verano.


Montaña de Adeje Gran Canaria (Patrinet)
Sorprende la antigua denominación de "vueltas" a un quebrado camino que va serpenteando, lo que hoy entendemos como andar en zigzag, para salvar el ascenso/descenso en un territorio montañoso, al que hemos de añadir el inconveniente del sustrato calizo erosivo, que por las señas que se documentan a continuación eran del tiempo de los aborígenes, es decir, de la prehistoria de la isla de donde se le llaman "viejas", circunstancia que nos aproxima a un tránsito obligado por estos parajes en aquellos tiempos.

Sobre el origen del topónimo primero hemos de destacar la mención del lugar en el repartimiento solicitado por Pero de Mendoça el 19 de diciembre de 1554, cuando al describir las tierras que pide dice:

«un pedazo de tierra que es en el termino de Tirahana en que podrá aber quarenta hanegadas de tierra de probecho poco mas o menos que son desde el barranquillo de la Fortalesa del Lugarejo el barranquillo abajo hasta la açequia e canales por donde pasa el agua del dicho Lugarejo e de ay adelante a dar a la Hoya que dizen de la Sebada e serca della e deay por debaxo de la dicha çerca cortando por el canto de debajo de la dicha çerca a dar al barranquillo que dizen de San Luzia e Higueral e alindan las dichas tierras por la banda de arriba con los Riscos de las bueltas biejas de Temysas e por el lado de arriba con el barranquyllo de la dicha Fortalesa …» (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 590).  

Las curiosas vueltas del camino aborigen en Adeje (Google Earth)
Ha de advertirse la clara referencia a “los Riscos de las bueltas viejas” que alude directamente a lugares con asentamientos de aborígenes, topónimo que luego evolucionaría con la adición del término Adeje, que se proyecta también sobre el territorio que rodea a las Vueltas, que denota la existencia de algunos paralelismos parecen darse en Gran Canaria con los topónimos de los nueve menceyatos de la isla de Tenerife, y particularmente con Taoro, Tegueste, Anaga, y Adeje, como lo es en este caso. Del primero, lo tenemos en la antiguo voz del actual Tauro; el segundo, lo encontramos en un pago de Gáldar cerca de la Hoya de Pineda; tenemos después las Cuevas de Anaga en el barranco del Pinar de Moya; y por último este de Vueltas de Adeje. Todos ellos guardan relación con los aborígenes deportados de la isla de Tenerife a Gran Canaria (BETANCOR QUINTANA, 2003).

Al margen de que estos territorios y menceyatos de Tenerife fueron conquistados y dominados por Alonso Hernández de Lugo, que conoció de estas tierras y luego volvió ocasionalmente a ellas, algunas fuentes hablan de la presencia  en esta isla de guanches de Tenerife que fueron deportados y obligados a asentarse aquí.

Corral (Fedac)
Concurren en estos casos algunos paralelismos, al encontrarse en ellos yacimientos arqueológicos de singular importancia, como lo son los que han llegado a nuestros días de Tauro y el Adeje grancanario. Del primero de Tauro, de su yacimiento nos ocupamos en su entrada y destacan los arqueólogos que son de notable importancia.

En el caso de las Vueltas de Adeje, la ficha arqueológica de Patrinet localiza en la montaña homónima un conjunto de cuevas naturales y artificiales de habitación y funerarias, integrado por más de 45 unidades. El primer grupo se emplaza en la vertiente, agrupando varias cavidades de diferentes dimensiones y morfologías, de las que varias se encuentran completa o parcialmente sepultadas, por los desprendimientos. Algunas de la cavidades artificiales presentan silos excavados en el suelo y en las paredes.

En dos cuevas artificiales de pequeñas dimensiones muy próximas entre sí, se localizan también abundantes cazoletas, de entre 10 y 20 cm. de diámetro, que se unen mediante canales. En una de ellas de  planta irregular, en la pared del fondo se contabilizan unas 12 cazoletas. También próximo a la cima del conjunto se localiza una plataforma de toba en la que también se identifican cazoletas y canales y en la pared contigua de la citada plataforma se documenta una estación de grabados rupestres de motivos geométricos.

Cuevas del Adeje grancanario (Patrinet)
En la vertiente noroeste se localizan diversas cuevas naturales dedicadas a sepulcro, parte de ellas sepultada por los intensos fenómenos de desplomes que afectan a la unidad de acogida.  Su grado de fragilidad y estado de conservación es medio por la alteración que significa los intensos episodios de desprendimientos que afectan a las cavidades y con menor significación la reutilización histórica de este espacio.

Integran el conjunto estructuras de piedra de cuatro construcciones alineadas en un eje norte-sur, compartiendo parte de sus muros, localizadas bajo un gran solapón natural. Las construcciones están constituidas básicamente por un doble paramento de piedra seca relleno de cascajo de dimensiones pequeñas, con muros bastante regulares de dimensiones medias de en torno 1,25 metros de ancho, 0,7 metros de altura conservada y casi 8 metros de largo. Las bocas de acceso a las estructuras se encontraban en el momento del informe completamente derruidas y su interior casi completamente colmatado por las piedras.

Observemos ahora los paralelismo que se dan en el yacimiento de la montaña conocida por Torre del Conde en Tenerife, a partir de la ficha arqueológica para el expediente de delimitación del entorno del "Bien de Interés Cultural" con categoría de Zona Arqueológica (atan-org/patrimonio, diciembre 1999).

Torre del Conde de Adeje - Tenerife (laspain-com)
«... en el lado de Adeje, las unidades arqueológicas se distribuyen por la base de la montaña: entre Morro Meceño y Morro Negro, donde se localiza una serie de yacimientos bien conservados, de gran interés científico y patrimonial.

Se trata de una estación de grabados rupestres catalogada en la Carta Arqueológica de Adeje, una cueva sepulcral y dos pequeños grupos de cabañas. En cambio, por el lado de Arona, la distribución está ordenada, de manera que los yacimientos más numerosos, las estaciones de grabados rupestres, se alinean en los diques fonolíticos exhumados a los pies de la ladera del Roque del Conde, desde Risco Bisechi, hasta media ladera, donde quedan interrumpidas por una banda intrusiva de tobas pumíticas. Estas son prolongación de las estaciones del Barranco del Rey, lo que en conjunto delimitarían por el lado de poniente el conocido Valle del Ahijadero. Próximo a las estaciones se registran construcciones que pueden ser asimiladas como fondos cabaña, no todas con el mismo grado de conservación.

Por el noreste, se suceden tres grandes estaciones de cazoletas y canales, entre las que destaca la de Los Frailitos, por ser una de las de mayores dimensiones de la isla y contar con una compleja trama de canalillos asociados a variedad de cazoletas. Las tres están en perfecto estado de conservación ».

Es oportuno aclarar que la  partición de la isla de Tenerife en nueve reinos entre 1442 y 1453 es a partir del reino único de Adeje (ÁLVAREZ DELGADO, J. (1985). "La división de la isla de Tenerife en nueve reinos", Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 31. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, 61-132). Y por último, volver a reseñar las coincidencias que se dan en los yacimientos arqueológicos de iguales topónimos en Gran Canaria y Tenerife: poblado de montaña, cuevas de habitación, cuevas sepulcrales, grabados rupestres, además de cazoletas y canales. Probablemente algo más tuvieron en común sus moradores.

Localizacíón (IDE Gran Canaria)





ACUSA (ARTENARA)

Actualización: 18-mar-2016
Topónimo aborigen. Con este nombre se conocen dos caseríos, uno con el epíteto de "Seca" y otro con el de "Verde". La diferenciación entre Acusa Seca y Acusa Verde viene marcada por que el primero está situado en la vertiente sureste y el segundo en la vertiente noroeste, e históricamente por la dedicación de sus habitantes, pues en Acusa Seca se dedicaban al pastoreo y cultivo de trigo y cebada en la vega, mientras que los de Acusa Verde se dedicaban al cultivo de hortalizas y ordinarios por su micro-clima de costa.

Taller de escobas (Patrinet)
La fortaleza natural de Acusa es una mesa de brechas y coladas volcánicas, de paredes verticales, ubicada en la vertiente noroeste de la cuenca de Tejeda. La mesa está bordeada, por el lado norte y oeste, por el barranco del Merino y, por el lado sureste, por el barranco Grande. Este hecho le confiere una posición estratégica por el gran dominio visual de casi toda la cuenca de Tejeda y por ser paso natural hacia la costa a través del citado barranco. La Vega de Acusa, así llamada en la antigüedad, si bien constituyó parte importante y vital para los antiguos pobladores, hoy en día no conserva yacimientos arqueológicos destacables.

El gran poblado aborigen de Acusa se extiende por diferentes zonas, de norte a sur y de este a oeste, entre las que destaca Los Corrales. Está formado por nueve cuevas distribuidas en dos niveles y localizadas bajo un gran solapón natural al este de la meseta. La mayor parte de ellas son artificiales. En el primer nivel se pueden apreciar restos de muros más recientes para guardar el ganado en lo que probablemente fueron cuevas-vivienda. De todo el conjunto destacan dos cuevas por contener manifestaciones rupestres consistentes en pinturas. Los colores blanco y rojo conforman la decoración de las citadas estancias.

Los Corrales (Patrinet)
Dejando atrás Los Corrales y siguiendo en dirección sur, se encuentra el asentamiento troglodita de Acusa Seca, excavado en la base de un saliente natural. Está conformado por unas cuarenta cuevas, la mayoría de habitación, muy cerca de un granero fortificado. Aparte de las razones geológicas propicias para la elección de este lugar como gran asentamiento, era el único que tenía nacientes de agua permanentes.

En la zona de Hoya del Álamo y Acusa Seca, el poblado troglodita aborigen ha sido reutilizado hasta hace unos años. Varias de las momias encontradas allí están en el Museo Canario: cuatro varones, dos hembras y un niño, todos ellos envueltos en esteras de junco y sacos de pieles de cabra. Otra se la llevó el Dr. Verneau a un museo de París. Entre todas las construcciones de Acusa Seca cabe destacar la Cueva-Ermita, fácil de distinguir del resto por presentar un hueco sobre la puerta a modo de claraboya, en donde, según cuenta la tradición, había instalada una campana. Es probable que esta cueva-ermita tenga su origen en la entrada de los franciscanos que a mediados del s. XIV se establecieron en el lugar. Al parecer, primero fue advocación de San Juan y luego de la Virgen de La Candelaria hasta 1675, año en el que se decide construir una nueva ermita.


Mesa de Acusa (Rafael Peñate Navarro)
La primera referencia documentada del topónimo la encontramos en data solicitada por Garçía de la Coruña el 1º de marzo de 1531 cuando pide «... me fagan merçed de un pedaço de tyerra de sequero que es en Artevirgua termino de Galdar a qual dycha tierra es en el barranco que vyene para las tierras de Ximon Gyl del camino de Alcusa para baxo fasta la punta de los barrancos a los Roques aguas vertyentes de las laderas de Tamadaba al barranco de Artevirgua...» (RONQUILLO, M. Y AZNAR VALLEJO, E.: Repartimientos de Gran Canaria, Las Palmas de GC, 1998).


Años después se conoce del primer repartimiento de tierras en el lugar cuando el 29 de agosto de 1543, solicita una data Gaspar Hernandez y pide «... un pedaço de tierra montuosa de sequero que esta en el termino de Acusa que tienen por linderos de la parte de abaxo el barranco de Aytata e de la otra parte la cordillera del Risco de Guadamesteme que va a dar al barranco de las Eneas e toda la cumbre hasta la Montaña de Azaenegue e por la otra parte el barranquillo que dizen de las Vinagresas que entra en el barranco de Aytate en las cuales podra aver quarenta hanegadas y estan en dos pedaços ...» (IBIDEM).


La verde Acusa (Google earth)
Dos siglos después, Luisa Antonia Trujillo Figueroa, viuda del Sargento Mayor Alonso Olivares del Castillo, en escritura de 29 de abril de 1705, dice ser propietaria de 97 fanegas de un «Cortijo de tierras labradías con cuevas en la Vega y Montaña de Acusa», que heredaría Pedro A. del Castillo Vergara. Y María Tello, en escritura de 25 de junio de 1717, decía tener 3 fanegas de un «Cercado de tierra labradía denominado la Hoya de Juan Benítez en la Vega de Acusa».

En el momento de la división de los bienes vinculados a Luisa Antonia Trujillo Figueroa, el 23 de junio de 1876, la extensión del cortijo antes citado aparece más especificada y se mencionan muchos topónimos del lugar: 24 fanegas y 5 celemines de «Trozada de tierra labradía denominada La Fuentecilla»; 2 fanegas y 8 celemines de una «Trozada de tierra denominada Lomo del Calvario»; 9 fanegas y 8 celemines de otra «Trozada de tierra denominada Barreras»; 36 fanegas y 9 celemines de otra «Trozada de tierra en el Cortijo de Los Llanos de Acusa»; 3 fanegas y 9 celemines de otra «Trozada de tierra en la Montaña de Acusa»; y 19 fanegas y 3 celemines de otra «Trozada de tierra labradía y en su mayor parte de “arrifes” con 4 manantiales que nacen en ella, denominada La Huerta y La Cárcel», que fueron heredados por el Condado de la Vega Grande, padre e hijo.

La seca Acusa (Google earth)
También, con motivo de la desamortización de bienes eclesiásticos, el 23 de octubre de 1805 se sacan a remate, vendiéndose el 21 de diciembre del mismo año, «Dos suertes de tierra de “secano” denominadas “La Quebrada” y “El Corralillo Viejo”, en Acusa», que pertenecían a la Cofradía de San Blas en la ermita de Candelaria de Acusa, por donación testamentaria de Claudina Santos, y que fueron adquiridas por el vecino José Hernández por el precio de 2.400 reales de vellón.

Igualmente, se sacaron a subasta el 7 de enero de 1842 cuatro trozos del Convento de Santa Clara, conocidos por «Tierras Las Portuguesas», en los lugares de «Tinajas, Tordenos, Lomos-Carcel y Lomitos de Acusa», y que posiblemente pertenecieron a los portugueses asentados en Artenara, Juan y Antonio Báez, que fueron vendidos a Francisco Perera González el 30 de noviembre de 1844 (SUÁREZ GRIMÓN, V. J., La propiedad pública, vinculada y eclesiástica en Gran Canaria, en la crisis del antiguo régimen, Las Palmas de G. C., 1987).

En 1866 se sacan a remate los bienes de la fábrica parroquial de Artenara, muchos de los cuales figuraban en este lugar, y cuyos topónimos resultan también de interés: La Longuera, El Pañuelo, los Tonillares, Cercado Colorado, Los Llanotes y Casa de Portillo.

Localización (IDEE Instituto Geográfico Nacional)



ÁBALOS (SANTA MARÍA DE GUÍA)

Actualización: 2013/09/04
Este caserío, surgido en los imprecisos límites de la antigua Dehesa de Tamara-Gáldar, que fue reduciéndose por datas concejiles, estaría en el lugar entre barrancos aproximadamente donde hoy se encuentra el caserío de Santa Inés, próximo al Paso de María los Santos. El antiguo topónimo lo conserva la Presa de Ábalos, entre la presa de Los Paredones y la presa de Calabozo. Era uno de los territorios más solicitado en las datas por sus condiciones y ser una de las "puertas de entrada" al desaparecido bosque de Doramas, donde el trasiego pastoril a través de la Dehesa dejó abundantes caminos.

En la antigüedad, su extensión tenía que ser grande pero fragmentada por el relieve, según se desprende de los documentos donde se mencionan partes de Arriba, de Abajo y de En medio, que surgen por la división de la finca primitiva, como se verá. Todavía perdura el testigo etnográfico del topónimo en el molino de su nombre, con acequia mantenida por cinco arcos construidos con piedra, barro y cal con cantería en uno de ellos, con un cubro que desemboca en una construcción de techo plano y planta rectangular de seis metros de altura.


Molino (Fedac)
El topónimo tiene su origen, probablemente, en algún propietario de las tierras con este apellido. En opinión de eminentes tratadistas, los Ábalos o Dávalos proceden de la villa de San Félix Dávalos, en Navarra, donde fueron naturales y heredados. Descendientes suyos pasaron al reino de Aragón para luchar contra los moros, y de aquí a Andalucía, señalándose en el servicio de los reyes como valerosos y esforzados caballeros que participaron en la Reconquista. Un personaje famoso en la antigüedad fue Alfonso Ávalos, marqués del Vasto, general español del siglo XVI, de gran importancia con el rey Carlos I.

Este topónimo, que se encuentra también en un lugar de Adeje y en el Barranco de Ábalos en la isla de La Gomera, tiene que corresponder con algún estante en la islas, y tenemos documentada la presencia de un licenciado Ávalos en la segunda mitad del siglo XVI, según resulta del acta del Cabildo Catedralicio del 2 de enero de 1566, cuando se trata de la "Ración del preceptor de gramática" y se dice: «Tratándose de las condiciones con que se debía establecer la ración que el rey había destinado, a petición del Cabildo, para un bachiller o preceptor que lea Gramática en esta Santa Iglesia, se acordó que dicho racionero en los días que no fuesen de guardar, asista a su cátedra dos horas por la mañana y dos por la tarde, dando a los estudiantes a su arbitrio las lecciones más convenientes. Que enseñe gratis a los ministros de la Iglesia, mozos de coro y familiares de los señores beneficiados. Que se le tenga presente en dichos días en el coro, etc. Y en este mismo día se dio la posesión de la dicha ración de la Gramática al licenciado Ávalos, por muerte del bachiller Aguiar» (VIERA Y CLAVIJO, J.: Extracto de las Actas del Cabildo de la Catedral de Canarias. 1514-1791, Las Palmas de G.C., 2007).

Aunque no podemos relacionar al licenciado con este lugar, tenemos con posterioridad otras noticias suyas que acreditan su proyección profesional y suficiencia económica a tal fin. Del acta de 13 de noviembre de 1571, donde se dice: «Se nombró por maestro de ceremonias al señor racionero Ávalos, con 20 doblas de salario, por tiempo de la voluntad del Cabildo». Tres años después, del acta de 18 de junio de 1574, donde ya se acredita su condición de canónigo cuando se dice: «En este día se dio poder al licenciado Ávalos, canónigo, para que asistiese al expresado Tribunal del Santo Oficio siempre que el señor vicario capitular no pudiese». Y la del 23 de octubre de 1579 cuando es comisionado para el Sínodo: «El Cabildo nombró para que asistiesen con el ilustrísimo en el sínodo, así en la Iglesia como en su casa, a los señores tesorero, arcediano de Tenerife y canónigos Águila, Morales, y racioneros Padilla y Ávalos; pero sin ningún poder para consentir en cosa alguna hasta dar parte al Cabildo». La última noticia la tenemos por el acta del 16 de agosto de 1702, donde ya se acuerda «... que se escriba a Hernando Ávalos, residente en Sevilla,...» en relación con la cátedra de Gramática.


Antiguos caminos  (AGUIAR, J. Caminos tradicionales de Guía)
Durante siglos, parte de estas tierras fueron «tierras muertas», según queda documentado en la desamortización de una finca del Convento de San Bernardo, la «Hacienda de Abalos de Arriba, con casa terrera y dos horas de agua», de trece fanegas, que tenía su origen en la dote de Teresa S. Diego Botino, pagada por Diego Durón. El Convento la había recibido de la capellanía del maestre Diego Durón y, después de su remate, fue vendida el 9 de marzo de 1843 a Francisco Suárez Perera, vecino de Gáldar, por 221 005 reales de vellón. Se ubicaba la finca en el camino que se dirigía a la Montaña de Doramas y junto a la hacienda del capitán Juan de Vitoria.

Se señala más claramente el lugar en una partición de 1881, que describe una finca: «… una hacienda denominada Abalos en la que se comprende un trozo con el nombre de María de los Santos situada en el pago de La Dehesa, término municipal de esta ciudad, y tiene todo una superficie de trece fanegadas, dos celemines, y linda al naciente con camino real que va al Paso,al poniente con terrenos llamados de Antón Pérez de la pertenen con terrenos denominados Abalos de abajo que corresponden a José María Valdés y otros terrenos llamados de Antón Pérez que administra Juan Pestana y al sur con tierras de herederos de José Guillén y que fueron de Catalina Martín y camino que va al Paso de María de los Santos…».


El fundador de la capellanía antes referida es el maestro Diego Durón Ortega (1653-1731), conocido músico de la Catedral de Las Palmas, hermano mayor de Sebastián Durón Picazo. El padre de los Durón era sacristán y músico organista en la iglesia de San Juan de Brihuega, Guadalajara, que se casó dos veces. Fruto del primer matrimonio nació Diego Durón Ortega, y del segundo, Sebastián Durón Picazo y tres hermanas que luego fueron monjas jerónimas en el convento de Brihuega. Toda la familia estuvo siempre muy vinculada con la Iglesia. Diego Durón tiene una gran labor de música sencilla desarrollada sobre todo en la Catedral de Las Palmas desde donde ya no regresó a la Península, según dicen las crónicas, porque, cuando vino, lo pasó fatal en el viaje. A los 18 años se hace cargo de la Capilla de la Catedral de Las Palmas, donde en 1685 se ordena sacerdote, siendo conocido en las historias de la música hispana como fray Melchor de Montemayor. Su personalidad, de carácter más cómodo y sedentario, le lleva a ser querido y respetado, muy al contrario de su hermano y discípulo Sebastián, más arriesgado y de espíritu aventurero dentro del ambiente musical, pues aun siendo también sacerdote, se dedica a la obra profana en el teatro lírico barroco español.


Órgano Catedral de Santa Ana
Se trata sin duda de un polifonista y policoralista de primera fila, entre cuyas numerosas producciones, cerca de medio millar de obras, existen incluso composiciones de inspiración canaria, en las que los textos encierran un marcadísimo interés folclórico. El villancico representado y cantado «Entre ángeles y pastores» en 1691, así como los llamados «Cuatro tratantes de la plaza», «El alcalde de Tejeda» o «Los muchachos de Canarias». Autor prolífico dentro de la polifonía barroca, sobresalen sus villancicos, compuestos cada año para los músicos de su capilla. Trabajó silenciosamente en la Ciudad durante cincuenta y cinco años, hasta que murió en 1731. Sus villancicos fueron estrenados con la Academia de Ricercare en la iglesia de Santo Domingo, dentro del XXV Festival de Música de Canarias celebrado el 23 de enero de 2009. En la introducción al programa realizada por el compositor y musicólogo Lothar Siemens, se decía de la obra de Diego Durón que «… es un epígono del estilo policoral del Barroco Pleno del s. XVII, que, a causa de la longevidad, se prolonga y adentra en Las Palmas nada menos que treinta años en la centuria siguiente…».

Continúa diciendo el introductor que «… Los villancicos polifónicos (…) representan solo una pequeña parte de su ingente producción de villancicos cultos barrocos. Eran las piezas que se cantaban en lugar de los Responsorios en el oficio de Maitines de Navidad, pero también para Reyes, Corpus, Santa Ana, la Ascensión del Señor y otras festividades singulares, (…) el compositor imbuido de un espíritu ciertamente teatral, “escenifica” en sus villancicos estampas de fuerte colorido: los hay de negros que vienen a adorar al Niño Dios, pero también de moros, de portugueses, de asturianos, de gallegos y hasta de polacos. Tiene villancicos representados y cantados, auténticos tropos que los convierten en obras de muy larga duración. Y especialmente interesantes son aquellos en que alternan coros de voces con coros puramente instrumentales, tocados bien por heráldicos ángeles, chirimías, bien por adorantes pastores, flautas…». Diego Durón legó más de cuatrocientas cincuenta obras, que constituyen uno de los tesoros más valiosos del patrimonio artístico-cultural de Canarias.




Localización (Espacios Naturales de Gran Canaria)



sábado, 24 de marzo de 2012

12. GRAN CANARIA ORIGEN Y NOTICIAS DE SUS LUGARES

  La gran isla redonda

«… Es de creer que esta isla de Gran Canaria, favorecida por una particular influencia de las estrellas (por las cosas que de ella se ven), ha tenido el primer lugar entre las demás Afortunadas, como se indicó al principio de este libro. En efecto, antiguamente fue tan fértil y abundante de bienes, que bastó para sustentar en tan pequeño espacio de tierra casi sesenta mil almas, sin ninguna ayuda de otro lugar; y los hombres tuvieron tanto valor y astucia, que en muchas cosas militares, a pesar de su rusticidad, se pueden comparar con naciones nobilísimas, según en su tiempo se dirá, no sin admiración». Así da comienzo a su descripción de la isla Leonardo Torriani en 1588 (TORRIANI, L., Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, antes afortunadas con el parecer de sus fortificaciones, Traducción del Italiano, con Introducción y Notas, por Alejandro Cioranescu, Santa Cruz de Tenerife, 1959).

En el texto de Plinio el Viejo donde se relata la expedición mandada por Juba II, rey títere puesto por el Imperio romano en la Mauritania, la isla aparece ya denominada como Canaria. El origen etimológico de este término se suele explicar por los perros o canes que aparecen en el propio relato de Plinio; otros estudios lingüísticos e históricos señalan que el origen de este topónimo está en el antropónimo Canarii, una tribu bereber.
Mapa de Leonardo Torriani
El nombre de Canaria, que con la conquista sería extendido al conjunto del archipiélago, siguió utilizándose para referirse a la isla durante mucho tiempo. No obstante, convivió con la denominación Gran Canaria desde la aparición de esta última en el s. XIV, siendo válidos ambos términos durante siglos. Para explicar el surgimiento del apelativo Gran hay distintas versiones. Todas coinciden en que fueron los conquistadores los que añadieron dicha palabra, con una mezcla de temor y admiración, a la vista de la valentía de los nativos de la isla y de los abundantes recursos de esta.

La primera referencia a Canaria la Grande aparece en la Crónica de Enrique III, alusiva a 1393 pero que data de las primeras décadas del s. XV. Es en Le Canarien, obra escrita en los primeros años del s. XV sobre las campañas de los normandos en las islas, donde aparece por primera vez de forma inequívoca este término aplicado a la isla. La confirmación oficial de esta denominación se da con una disposición de Isabel la Católica, en la que se puede leer como sigue: «… y desde ahora mando que aquesta, mi ínsula de Canaria, sea llamada Grande...».

En el período prehispánico, a diferencia de lo ocurrido en otras islas donde se consolidó exclusivamente un sistema de jefatura, en Gran Canaria existieron órganos de gobierno supratribales: el Guanartemato y el Faycanato, en sustitución del consejo de jefes de tribus.
El máximo consenso de las distintas fuentes en cuanto a cantones, reinos o principados conforma la siguiente lista: Gáldar, Telde, Agüimes, Tejeda, Aquexata, Agaete, Tamaraceite, Artebirgo, Artiacar y Arucas. Salvo raras excepciones, estos reinos se corresponden con los actuales nombres.

El recordado Celso Martín de Guzmán, en su obra Las culturas prehistóricas de Gran Canaria (Las Palmas de G.C., 1984), al hablar de los asentamientos humanos ya apuntó las elementales diferencias biotópicas y las posibilidades mismas del territorio insular, y daba información de las siguientes variables:
  • Un patrón residencial, en zona fértil, ligado a la actividad agro-alfarera.
  • Un patrón residencial semiestable y combinado con «oasis» permanentes, ubicado, preferentemente, en las áreas semiáridas, más vinculadas a la actividad ganadera que a la agrícola.
  • Un patrón residencial de costa.
  • Un patrón residencial de montaña.
Con posterioridad, otro estudio territorial del poblamiento (SANTANA SANTANA, A., "Análisis territorial del poblamiento prehispánico de Gran Canaria: delimitación de agrupaciones territoriales", Revista Vegueta, Las Palmas de G.C., 1992) con una metodología que utilizaba fuentes muy diversas, como naturales, etnohistóricas, arqueológicas y bibliográficas, se examina la relación entre la distribución de los recursos naturales de entonces y la ocupación del territorio por su población, concentrada en tres entidades importantes (Telde, Arguineguín y Gáldar). El autor llega a la definición de distintos modelos de asentamientos poblacionales o unidades políticoterritoriales de tribus, donde las cuencas hidrográficas marcaban sus ámbitos de explotación agrícola y pastoril en la isla, y donde el Guanartemato de Gáldar dominaba bajo su control a las tribus del Noroeste y el Faycanato de Telde a las del Sureste, agrupándolas de la siguiente manera:
  • Agrícolas de vega: Gáldar, Telde, Arucas, Tamaraceite y La Aldea.
  • Agrícolas de barranco: Arguineguín Bajo y Alto, Agüimes, Agaete, Mogán, Fataga y Tirajana.
  • De bosque: Tirma y Utiaca.
  • Pastoriles: Tejeda, Ajódar, Guayadeque y Ansite.
Desde el primer momento, dominado el pueblo aborigen, se inicia el proceso de reconocer con tierras y aguas a los nuevos colonos. Primero, los delegados nombrados por la Corona para efectuar los repartimientos de tierras y aguas calcularon el caudal de agua necesario para irrigar, en un determinado espacio temporal (medio día o jornal de un regador), una parcela de cañaveral. Se obtuvo así un módulo de repartimiento de tierra de regadío, la fanega, irrigada con su correspondiente caudal de agua, la azada de agua, y siguiendo al efecto una frecuencia de riego denominada dula.

Con estas reglas, los delegados regios distribuyeron las tierras destinadas al regadío entre los conquistadores y nuevos colonos, atendiendo a su rango y participación en el proceso de conquista y colonización. Así, en el caso de Gran Canaria, los peones fueron agraciados con la peonía de regadío, equivalente a cinco fanegas o una suerte, con cinco azadas de agua; los caballeros conquistadores recibieron el doble que los peones; y, finalmente, se premiaba con más tierra y agua a los mayores inversores en la economía azucarera, es decir, a quienes construyeran un ingenio de moler cañas. Se deduce entonces que los principales beneficiarios de las tierras de regadío fueron la minoría de grandes conquistadores y los genoveses, agentes financieros del proceso de conquista y colonización.

Pero el legislador por Cédula Real de 1480 buscó, desde el primer repartimiento, impulsar el asentamiento estable en la isla, y así, los repartimientos a colonizadores venían condicionados por causas de incumplimiento a tal fin: la obligatoriedad de poner en explotación las tierras recibidas y el carácter de merced de las concesiones regias; el abandono del asentamiento por retorno a los lugares de origen o por marcha a tierras más lejanas; el incumplimiento de la exigencia familiar, por soltería o por multiplicación de residencia; etc., y se limitaba la inversión máxima de los extranjeros, aunque siempre hubo fórmulas o favores para alcanzarla.

Al describir las suertes de tierra repartidas, ya comienza a utilizar el topónimo que llega a nuestros días: primero, de los bienes aborígenes directamente repartidos; de abundantes vestigios de dicha cultura, prueba de su pasado esplendoroso; de sus viviendas, con referencias a casas y caserones, la mayor parte de las veces abandonados; de antiguos pueblos, caseríos o lugarejos; de lugares de concentración indígena; de datos constructivos, al consignar aprovechamientos en ellas de teones y palos caídos; menciones a cuevas, no solo las habitadas, sino incluso las de los muertos; de instalaciones ganaderas, como albarradas y corrales; o de paredones, albercones y acequias (RONQUILLO RUBIO, M. y AZNAR VALLEJO, E., Repartimientos de Gran Canaria, Madrid, 1998).

El pétreo símbolo isleño (hachePH)

Y del medio natural, como helechales y granadillares, palmerales, lauredales o salviales, tabaibas, cardones, inciensos, escobones, leña santa, poleos, carrizos, espinos y balos, juncos y anea. Habla de las prohibiciones destinadas a proteger la naturaleza, de tierras con brezos, de cortar palmeras, de pinares, mocanes, almácigos y viñátigos, así como de las dehesas y pastos comunales, que también pueden servir para reconstruir los paisajes históricos de Gran Canaria. E inicialmente, tiene claro que no se debe repartir la «sierra», donde estaban nuestros bosques, donde estaban el de Doramas y el Lentiscal.

Con estos modelos, Pedro de Vera dispone el nombramiento de una comisión de nueve diputados: por Gáldar, Pascual Tellez, Juan Sánchez de Morón y Diego Ramírez; por Las Palmas, Alonso Jaimez, Diego de Zorita, y Martín Escalante; por Telde, Juan Vélez, Diego Valdivielso y Alonso de Zorita. A ellos se uniría Pedro García de Sto. Domingo, regidor, en quien delega para hacer los repartimientos, dividiendo la isla en tres distritos: el de Gáldar, que comprendía desde el barranco de Aumastel (después Azuaje) hasta las tierras de realengo en La Aldea; el de Las Palmas, desde el Aumastel hasta el límite con Telde; y el de Telde, el resto de la isla, sin incluir las tierras de realengo del Suroeste que se reserva la Corona.

Así, las tierras baldías y montes quedaron en poder de la Corona, aunque su aprovechamiento fue comunal y como tales fueron señaladas en Tafira, Tamaraceite, Tasaute, Vega Vieja, Vegueta de Porras, Tasautejo y el Gamonal; y cuando fueron solicitadas, se asignaron como bienes de Propios al Cabildo, para, con sus censos, satisfacer las necesidades organizativas y de la población. Otras quedarían como de realengo.

Y para consolidar la conquista, Gran Canaria se organiza y alberga las instituciones representativas en la región: el gobernador, con sus doce regidores (1485); el poder religioso de las siete islas, el Obispado de la Diócesis Canariense (1485); el instrumento represivo que permitía el control estatal sobre población y sobre el territorio, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Canarias (1501); el poder judicial, la Real Audiencia de Canarias (1526); y el Capitán General (1589), siendo el Gobernador de Gran Canaria el que supervisará la infraestructura militar en un Archipiélago acosado por los rivales de la Monarquía española en Europa.

Pero desde el primer momento, fue el Cabildo General o Concejo de la Isla, máximo representante del poder municipal, el modelo para la implantación del sistema administrativo castellano en la totalidad del Archipiélago, si bien existía una zona que escapaba a la jurisdicción concejil, la villa de Agüimes, por el señorío concedido. Aparecen las primeras disposiciones legales sobre la gestión y organización del territorio canario, recogidas en el Fuero de Gran Canaria (1494); el sistema de pesos y medidas, así como el valor monetario, que tendrán un carácter propio dando lugar a la llamada moneda canaria; y las estrategias de explotación económica aquí experimentadas.

En el siglo XVI, conquistados y conquistadores, con los genoveses financieros de la conquista, unidos a otros arribados que aquí deseaban prosperar, valiéndose también de la mano de obra esclava procedente de la Berbería, en el mejor de los mestizajes, inician sus asentamientos en la isla; en algunos casos, sobre los mismos asentamientos prehispánicos que modifican o destruyen, y en otros, creando nuevas poblaciones. Son voces de estos nuevos lugares que, conservando sus topónimos aborígenes castellanizados o creando otros nuevos, se constituyen primero en parroquias, salvo alguna excepción, Agaete, Agüimes, Aldea, Artenara, Arucas, Firgas, Gáldar, Guía, La Vega, Moya, Lugarejo de San Lorenzo, Tejeda, Telde, Teror y Tirajana.

Unas antes, otras después, son las primeras que se escuchan de pagos que, unidos a la Ciudad, la Muy Noble y Leal del Real de Las Palmas, crecerán en el tiempo, tras haber nacido junto a los ingenios azucareros y a los cañaverales, y tendrán sus alcaldes reales. Surgen iglesias, ermitas, palacetes y casas por doquier, que son testimonio de esa prosperidad. Después, debido a las consecuencias de la crisis del mercado del azúcar por la fuerte competencia de las Américas, del patrón del antiguo régimen de la propiedad de la tierra que cae en las manos muertas, y de los continuos ataques de los piratas, la isla inicia un letargo de prácticamente dos siglos hasta que se abren nuevas expectativas: viñedos, cochinilla, vuelta a los cañaverales, comercio de ultramarinos y un incipiente turismo en busca del paraíso y de las aguas termales.
Antiguo Ayuntamiento de La Ciudad
Las reformas administrativas impulsadas por Carlos III en el s. XVIII introducirán en los gobiernos locales un singular proceso electoral para la elección, por parte de los vecinos, del alcalde real, dos diputados y un síndico personero. Son nuevos tiempos de prosperidad, con un claro aumento de la población, gentes de los pagos que demandan una mayor proximidad en la administración local, y que, luchando primero por la independencia parroquial, alcanzarán más tarde la independencia municipal, para que, después de las reformas liberales de 1836, surjan por división o segregación nuevos municipios en el s. XIX, que potencian conocidos topónimos. Primero serán San Mateo y Valsequillo, en la primera década; después, Mogán, Santa Lucía de Tirajana e Ingenio, en la segunda década; por último, ya en la cuarta década, Valleseco; que se suman a los ya instaurados para conformar la gran isla redonda. Eran los primeros tiempos del Nuevo Régimen, de los modernos Ayuntamientos (SUÁREZ GRIMÓN, V. J., "Los orígenes de los municipios en Gran Canaria", Revista Vegueta, Las Palmas de G. C., 1993).

Y en cada uno de los municipios, bien junto a los caminos reales, de herradura o pastoriles; bien cerca de los cauces de los barrancos o donde existió abundancia de agua para el riego de las tierras, se oyen voces de topónimos de lugares y lugarejos. Unas, relacionadas con nombres de personas o familias, con el cargo administrativo o profesión, e incluso con una insuficiencia física o defecto caracterizador (antrotopónimos); otras, relacionadas con los aspectos religiosos o simplemente con su advocación (hagiotopónimos); otras, relacionadas con las plantas (fitotopónimos), con los animales (zootopónimos), con el agua (hidrotopónimos), con el relieve (geotopónimos), con el color (cromotopónimos), etc.; y muchos genéricos que, olvidando el diccionario de la lengua, han llegado con nuestra habla a estos días.

Es quizás uno de nuestros mayores patrimonios, intangible por tratarse de voces, máxime cuando de alguna de ellas hemos perdido su rastro documental por el expolio o destrucción de las tropas del invasor Pieter van der Does, o por el histórico incendio del Ayuntamiento y Audiencia, o por ser negocio innombrable, o por voluntad de algún santo inquisidor. Y a pesar de esas sombras, cada una de esas voces contiene en sí misma historias hermosas y tristes, que se han vuelto bellas en su gesta, de una forma de vivir, sobrevivir o subsistir; de un modo de prosperar; de una manera de entender la vida, de echar raíces en la nueva tierra, de admirar la naturaleza; o, simplemente, un modelo de querer a su tierra y a sus gentes. Así es la Gran Canaria. Y así lo sienten sus vecinos, como lo escribió Manuel Melián para su interpretación por Los Gofiones:


Te llevo en el corazón,
te amo con el alma,
vivir en ti es mi razón.
¡Ay mi Gran Canaria!