En los primeros decenios del siglo XVIII, para regar las primeras cadenas dedicadas al cultivo de millo, papas y otros cereales de El Cruce y Las Marciegas, se construyeron las acequias con el agua captada del interior del valle de La Aldea. La Acequia Real que llegaba hasta El Roque pudo ser anterior a este siglo. Después se construyó la Acequia de Jerez, que llegaba a La Montañeta; y más tarde, la Acequia Alta o de La Canal, que llegó hasta el barranquillo de Las Canales, llamado así por los canales de madera con que lo salvaron.
Dice el cronista Francisco Suárez Moreno que es posible que a principios del siglo XVIII ya existiera un pequeño albercón para regular el riego de La Marciega, que luego se ampliaría, y algunas viviendas de medianeros perpetuos de la Hacienda Aldea, pues el censo de población de la Sinodal del Obispo Dávila (1735) recoge un barrio en el valle de La Aldea con el nombre de «Evercón», «albercón» sobre el que se construiría, en 1823, el actual, secuencia de albercones que dan nombre al barrio. Esta obra hidráulica era necesaria para regular mejor el riego de las «dos hojas» de La Marciega.
Dice el cronista Francisco Suárez Moreno que es posible que a principios del siglo XVIII ya existiera un pequeño albercón para regular el riego de La Marciega, que luego se ampliaría, y algunas viviendas de medianeros perpetuos de la Hacienda Aldea, pues el censo de población de la Sinodal del Obispo Dávila (1735) recoge un barrio en el valle de La Aldea con el nombre de «Evercón», «albercón» sobre el que se construiría, en 1823, el actual, secuencia de albercones que dan nombre al barrio. Esta obra hidráulica era necesaria para regular mejor el riego de las «dos hojas» de La Marciega.
Estanque (Patrinet) |
Estas aguas regaban el valle de La Aldea, unas 300 fanegas a través de una red de acequias principales y secundarias. A lo largo de los siglos fue parte del latifundio «Hacienda Aldea de San Nicolás», propiedad conflictiva de los marqueses de Villanueva del Prado. Este latifundio era cultivado por medianeros perpetuos y, hasta finales del siglo XIX, para distribuir el agua, se empleaba un sistema de diez zonas de alternancia de cultivo, llamadas las hojas del millo y de la cebada, dividas a su vez en parcelas que cultivaba cada uno de los medianeros perpetuos del latifundio. Estas hojas se alternaban, cada año, en las siembras de los dos principales cultivos: el millo y la cebada o trigo.
Cuando los «mal llamados» colonos, en 1927, acceden a la propiedad de la tierra después de un pleito de tres siglos, se constituye la «Comunidad de Regantes Aldea de San Nicolás», que gestiona todas las aguas del barranco de La Aldea-Tejeda. Decía Antonio de Bethencourt Massieu en su trabajo Colonización interior en el suroeste de Gran Canaria a fines del siglo XVIII que «… hacia 1770 había un excedente de 400 a 500 familias ociosas, sin ocupación, (…) de dos a dos mil quinientas personas condenadas a la caridad pública, y aún peor si consideramos que la mayor parte de la población campesina canaria en esta centuria solo alcanzaba un nivel de vida de mera subsistencia. (…) Que la única salida para las autoridades del s. XVIII fuera tratar simultáneamente de colocar estas 500 familias en tierras baldías, con el fin de transformarlas útiles a la comunidad, y de potenciar el campesinado depauperado, que aspiraba a acceder a la propiedad de la tierra. En otras palabras, dar una respuesta al “hambre de tierra”…».
Este fue sin duda el germen del Pleito de La Aldea, como tantos otros que hubo en la isla durante el Antiguo Régimen de propiedad de la tierra, agravado por la «usurpación» de tierras públicas por los «señores», que además las ponían en cultivo bajo sistemas de medianeros, aparceros y los mal llamados colonos, que no eran otros que los que habían venido de otro lugar de la isla, incluso de Fuerteventura y Lanzarote, en busca de una prosperidad económica que difícilmente consiguieron.
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