El nombre
de un lugar es a la vez propiedad de todos y de nadie. Si hay que hablar en
cualquier caso de pertenencia hay que referirse como regla general a la memoria
colectiva de los lugareños del mismo. Pero en las islas, y en particular el caso
que estudiamos de Gran Canaria, la regla general se rompe por la irrupción de
la cultura de siglo XV de los conquistadores y colonizadores europeos,
mayoritariamente representados por castellanos, en fuerte contraste con la
cultura prehistórica de los naturales pobladores aborígenes o indígenas, según
se quiera.
Los
arribados fueron respetuosos en gran medida con los topónimos expresados en
lengua aborigen, ya al uso por los naturales de la isla recibidos por transmisión
oral en fonemas de difícil comprensión para los europeos que dieron origen a su
corrupción, y como ejemplo de tantos, Ar-ehukkad,
que se convirtió tal vez en Arehucas
para terminar en el actual Arucas. La
comunicación entre arribados y naturales sólo tuvo el auxilio de los escasos
intérpretes llamados 'lenguas' en los primeros años de la Conquista, de forma
ocasional, y los castellanos tan pronto fueron conociendo el territorio insular
y sus gentes, tuvieron una percepción singular de sus costumbres, vestimentas, estructuras
de piedra seca y trogloditas para distintos aprovechamientos.
INTRODUCCIÓN
Como en
todos los procesos de colonización, cuando son desconocidas las cualidades de
los naturales de un lugar, de manera inevitable se produce el contraste de la
cultura arribada con la estante, y no debe sorprender que la comparación entre
unos y otros comportara que los primeros percibieran de los otros que era una
comunidad humana que en la práctica subsistía como los animales. Y va a ser
importante esta percepción por las semejanzas que encuentran en el mundo animal
para aplicar a una buena parte de la toponimia recurrente, desde la presunción
que no lo era en sentido despectivo, pero sí desde el atributo de superioridad, del grupo étnico de la comunidad
arribada sobre el de la comunidad aborigen.
Desde esta
percepción, cuando los castellanos conocen esos lugares con estructuras de
piedra seca y trogloditas que se asemejan unas a otras, crean unos topónimos
recurrentes para reconocerlos, y buena parte de ellos trata de interpretarlos y
reconocerlos por semejanza de lo que conoce del mundo animal. Y todo ello, porque
el nombre de lugar es antes que nada un modo de comunicación y un testimonio
del contexto de su origen, dando cumplimiento así a la doble dimensión toponímica: la del tiempo, conocida como 'memoria
toponímica' y la del espacio o 'función
toponímica'.
De ahí que
esa nueva toponimia recurrente corresponda a la memoria colectiva de los nuevos
lugareños arribados, y no de los lugareños estantes, si bien estos últimos
terminarán por aceptarla, al igual que aconteció con la progresiva sustitución
de sus creencias y costumbres después de ser obligados al bautismo, como
condición previa a la subsistencia de su comunidad que además dejará morir, por
imperativo legal, su lengua en un siglo.
A esta
conclusión de la toponimia recurrente de los castellanos se llega por el simple
inventario de los topónimos repetitivos que encontramos en la isla de Gran
Canaria ─excluimos las restantes islas que no han sido estudiadas para este
trabajo, si bien el modelo de alguna manera se siguió en ellas─ y cuyo
significado ha sido abundantemente debatido en muchas y divergentes teorías.
Más fácil fue conocer de los 'cromo-topónimos',
dado que en nuestros días prevalece el propio color del sustrato del lugar, que
decía y nos dice que era bermejal o blanquizal.
Conocidos
que estos topónimos repetitivos son recurrentes y además un recurso de fácil
entendimiento, nos proponemos acercarnos al posible significado o semejanza que
tenían desde su percepción, con la mirada obligada del pasado, documentando su antigüedad
a los textos transcritos de los repartimientos históricos (RONQUILLO
y AZNAR, 1998) y argumentados en las concurrencias en su localización, así
como de su importancia toponímica al proyectarse en el cuerpo del topónimo de
los accidentes geográficos próximos, prescindiendo en su enumeración de aquellos
en los que no concurren indicios para adverar que respondan a la tipología
descrita. Así construimos el siguiente relato entendiendo la toponimia como
patrimonio inmaterial etnográfico, afrontando primero los vinculados a las
construcciones de habitación y después a los distintos aprovechamientos.
CASERÓN
Es un topónimo asociado a
yacimientos arqueológicos, nombre con el que denominaban una casa de grandes
piedras, verticalmente hincadas en el suelo
o piedras secas, sin desbastar y sin mortero, generalmente de planta
circular al exterior y de tendencia cuadrangular o cruciforme al interior, con
una perfecta adaptación a las condiciones orográficas, acomodando los muros a
las irregularidades del terreno y recurriendo a la excavación parcial del
suelo, posibilitando el encajonamiento horizontal en la ladera. Esta estructura
de piedra seca puede ser una unidad de un agrupamiento o poblado aborigen.
Por encontrarse los vestigios de estas estructuras de piedra seca en
superficies, no parece se corresponden con las conocidas como 'casas hondas', «Construcción de piedra seca
semienterrada, que servía de vivienda a los antiguos habitantes de las islas» (CORRALES
y CORBELLA, 2001, p. 344).
Sobre el significado de
dicha palabra, la RAE nos aporta la
versión del DHLE 'CASERÓN. m. Casa muy grande, generalmente destartalada»,
con referencias al siglo XIX, y la del DRAE
«caserón.- 1. m. Casa muy grande y destartalada', definiciones bastante
alejadas de la realidad física, pero que en la percepción del siglo XVI podría
verse con la definición del calificativo dado por el DRAE «Descompuesto, desproporcionado y sin orden», si bien los
estudios arqueológicos avalan su ordenado diseño.
El 24 de octubre de 1548 el
labrador Juan Diaz solicitaba la data
en
«… en el barranco del
Gamonal a la Vega junto a unas cuevas Miguel Sanchez están unos casarones
caydos que hera pueblo en tienpo de canarios e do se dado a otros vecinos
solares subplico a vuestra señoria me den un casaron dellos que esta junto un
pajar que yo tengo en la dicha parte porque quiero hazer allí una casa para mi
morada …» (RONQUILLO y AZNAR, 1998, p. 417).
El 14 de agosto de 1549 Juan Martin del Castañal pedía la data
de
«… un casaron de tiempo de canarios e una
casa junto del que es en el lugarejo de Fataga y es junto a otra casa de Hernando
Mulagua por que la quiero rreparar e abeçar para morar en ella e rrecoger la
lana y çera de mi cosecha e asimismo para que pueda para el dicho rreparo
aprovechar algunos teones e palos que hallare de otras casas caydas de tiempo
de canarios… (Ibídem, 1998, p. 487).»
Localizaciones:
Aldea de San Nicolás: Los Caserones y Montaña de los Caserones.
Firgas: Los Caserones (TPL).
Gáldar: Caserón del Perro.
Moya: Los Caserones {Trujillo (TPL)
San Bartolomé de Tirajana: Caserones, Cañada de los Caserones y Llano de los Caserones.
Telde: Los Caserones y Lomo de los
Caserones.
Teror: El Caserón.
Valleseco: El Caserón, Barranco del Caserón y Barranquillo
del Caserón.
HORNILLO
Nos
encontramos ante un topónimo que ha suscitado todo tipo de tesis en lo relativo
a su significado, desde la existencia en el lugar de hornos, hasta aquellas que
hablan del calor por su fuerte exposición al sol. Pero ni en uno, ni en el otro
caso parece ser el denominador común de los muchos lugares donde se localiza el
topónimo.
Conocemos
que en muchos de ellos encontramos que se trata de casas trogloditas, o lo que
es lo mismo cuevas de habitación, algunas naturales y horadadas para su mejor
aprovechamiento, rematadas con cerramientos exteriores con algún tipo de tierra
apisonada y el desplazamiento de grandes 'lajas' de piedra a tal fin. De forma
mayoritaria en los lugares más primigenios del topónimo, lo eran en paredes
verticales, accesibles por estrechos andenes, a una altura variable, pero
siempre atendiendo a la relativa facilidad que comportaba su defensa.
Como
tampoco tenemos menciones de las mismas en la descripción de las datas
solicitadas, recurrimos a las crónicas históricas, para encontrar en una de
ellas la palabra asociada a una pared vertical.
«Entrado el
año siguiente de 1495 […] a poco les
salio una buena emboscada que fue con el favor de Dios desvaratada porque
estaban todos enfermos caiendose muertos de sus pies, alli havia grandes
cantidades de cuerpos unos serca del agua muertos, otros emparedados en cuebas,
y paredones a modo de hornillos, y todo era horroroso, y entrado el tiempo de
la quaresma no parecia un hombre vivo por todos aquellos campos y sierras» (ARIAS, 1986, p. 246).
El Hornillo - Agaete (Patrinet) |
Nos habla
el cronista de 'cuevas y paredones a modo de hornillos', y además tenemos la
mención de la palabra en el informe del ingeniero al Rey sobre las defensas de
Gran Canaria a finales del siglo XVI
«En cuanto al asegurar las
torres, que se hallan sin defensa, para que el enemigo no se le acerque por
debajo, para enderezar escaleras o para cavar algún hornillo, como no hay sitio
para cavar1 ángulos de protección, me parece que mientras las torres
tengan defensa cubierta para los fosos… »(TORRIANI,
1959, p. 60).
La propia “Nota a pie de
página” que incluye su traductor, el profesor Alejandro Cioranescu, dice «1. En el original: “per cavare fianchi che
la scortinino”, No estamos seguros de haber recogido exactamente la intención
del autor», nos hace dudar a que se refiere con la palabra hornillo, más aun
cuando es complemento del verbo cavar, de donde puede desprenderse se trata de
cavar un orificio para fijar verticalmente una escalera, pues no parece claro
que sea para su voladura con pólvora.
De ambas citas puede
concluirse que se refieren los autores a ciertos huecos abiertos en las paredes
verticales conocidos como “hornillo”, y ello lo encontramos en el mundo de las
abejas y los distintos sistemas para la obtención de la miel.
«Hay un tipo de colmenas, poco extendidas en el
espacio, que solía hacerse de obra de albañilería, con paredes gruesas. Estos
colmenares, que se han construido con adobe, ladrillo, incluso, con bloques de
piedra, son los llamados armarios y hornos. Estas construcciones, de forma
cúbica o abovedada, contenían varias colmenas en su interior, cada una con su
correspondiente salida al exterior (la piquera) para que las abejas pudieran
salir al campo. Este tipo de colmenas tenía algunas ventajas, como su duración
en el tiempo y ser más limpias.
Sin embargo, en contraposición, presentaba graves
inconvenientes, como, de una parte, no poder combatir las temperaturas
extremas, sobre todo el frío (aunque en algunas zonas de Cantabria, Burgos y
Álava para aliviar el frío se ideó construir estas colmenas de obra en el
edificio de la casa; para ello se labraban en la piedra del muro exterior unas
cavidades que albergaban los panales de las abejas. Estos huecos reciben el
nombre de hornillera y la
colmena propiamente dicha se llama hornillo
o bujo) y, de otra
parte, su emplazamiento fijo, a diferencia de las hechas con materias
vegetales, especialmente las de cajones de madera, que, por su ligereza, podían
desplazarse según la estación y la mayor o menor abundancia de pastos o plantas
melíferas para que las abejas pudieran alimentarse mejor…» (TORRES, 2008, p. 838).
La información bibliográfica
de este último investigador remite sus antecedentes a 1621, de ahí que no
sorprenda que el Tesoro de la lengua castellana (COVARRUVIAS, 1674, p. 479), incluya sin mayor explicación la
palabra «HORNILLOS, lugar dicho así», dado
que posiblemente conociera del mismo pero no de su etimología, más conociendo
por su trabajo que acostumbra a incluir todo tipo de refranes y costumbres que
sean de interés para entender su significado. También el DRAE recoge una acepción que dice «Hornillo.- 3. m. Concavidad que se hace en la mina, donde
se mete la pólvora para producir una voladura».
Y creemos fue con ese
sentido metafórico alusivo a las colmenas llamadas 'hornillos' por el que los castellanos
crearon el topónimo en la isla, por la semejanza que encontraron en esas
casas-cuevas trogloditas que encontraron en los altos y peligrosos riscos.
La arqueóloga Verónica
Alberto Barroso plantea que las aras de sacrificio (como las que se ubican en
El Julan, Frontera, El Hierro), también son denominadas, entre otros términos,
como altares, pireos, hornos u hornillos, debido al papel que desempeña el fuego
en este tipo de construcciones (Hernández Pérez, 2002: 125).
Localizaciones:
Agaete: El Hornillo y Barranco del Hornillo.
Aldea de San Nicolás: El Hornillo (dos, Morro Alto y Poyo de Arriba).
Artenara: El Hornillo.
Arucas: El Hornillo.
Mogán: El Hornillo.
San Bartolomé de Tirajana: Alto del Hornillo, Barranco del Hornillo,
Barranquillo del Hornillo, Lomo del Hornillo y Mesa del Hornillo (TPD).
Sta. María de Guía: El Hornillo y Cuesta del Hornillo.
Telde: El Hornillo.
Teror: El Hornillo y Barranco del
Hornillo.
Valleseco: El Hornillo.
Valsequillo: El Hornillo (dos, El Roque y Tenteniguada).
Vega de San Mateo: El Hornillo, Alto del Hornillo y Lomo del Hornillo (TPD).
HORMIGUERO
Es un topónimo asociado a
cuevas arqueológicas semi-enterradas o bajo solapones,
con vestigios aborígenes asociados a prácticas funerarias. No parecen disponer
de estructuras de piedra seca, de donde no puede relacionarse con las 'casas
hondas' antes descritas. Tampoco hemos encontrado menciones de esta palabra en
los repartimientos conocidos.
En relación con el topónimo
de Sta. María de Guía, tan sólo se tiene la información dada por una fuente
oral:
«Mas tampoco queremos dejar
de consignar lo que no hace mucho nos dijo el respetado anciano de setenta y
ocho años D. Agustín Marrero Díaz, familiar del contratista que remató la
carretera a Guía. El nos refiere que teniendo unos doce años aparecieron en
cuevas ubicadas donde llaman “El Hormiguero”, distante de las cuevas de Valerón
unos dos kilómetros, muchos esqueletos envueltos en esterillas y alguna loza.
Hasta aquí la parte descriptiva y documental» (JIMÉNEZ,
1944, p. 29).
Más reciente es la que se
tiene de unos solapones en Firgas, si
bien el topónimo no consolidó:
«Cueva sepulcral del
Hormiguero de Casablanca. Se trata de un enterramiento colectivo donde los
cadáveres estaban depositados en decubito supino y que nos va a servir para
analizar el ritual funerario aborigen. […] La distribución de los cadáveres
dentro de la cueva es varia. Los encontramos situados tanto en el centro de la
cueva como ocupando los laterales de la misma, hasta llegar a ocupar todo el
espacio disponible en el caso de tratarse de un enterramiento colectivo…» (GONZÁLEZ, 1987, p. 48).
El Hormiguero - Firgas (A. Jiménez) |
Más descriptiva es la información
que se tiene de estos solapones en el Barranco del Cabezo (Firgas) estudiados en
1977 por el arqueólogo Juan Francisco Navarro Mederos (NAVARRO, 1979), y de la importancia de la práctica funeraria aborigen.
«A la luz de las dataciones
absolutas obtenidas para la cueva sepulcral de El Hormiguero (Cal AD. 70-460)
(Martín, 2000) y para el solapón de El Barranquillo del Cabezo (Cal AD. 790-900
Y 1170-1280), podemos afirmar con total seguridad que este espacio cementerial
fue utilizado durante al menos 1.000 años. Estos datos reflejan la importancia
y el valor identitario que estos lugares tenían para los antiguos canarios. La
vinculación de una práctica social como la funeraria a un territorio concreto
durante un periodo de tiempo relativamente extenso, es prueba evidente de unas
pautas totalmente normalizadas y reconocidas por el grupo que utilizó este espacio.
En definitiva, esta perdurabilidad en la práctica funeraria materializa unas
pautas sociales consolidadas a lo largo del tiempo» (SANTANA, et al., 2010, p. 26).
En cuanto al significado
que hay que dar a la palabra “Hormiguero”,
la tercera acepción del DRAE nos dice
«3. m. coloq. Lugar en que hay mucha
gente puesta en movimiento». Consultando DHLE encontramos dos palabras que pueden acercarse al sentido
metafórico usado por los castellanos en la isla. La primera es «HORMIGUEAR, V. Bullir alguna cosa en numero
crecido, abundar en un lugar, de modo, que semeje á una multitud de hormigas»
y la segunda «HORMIGUERO, lugar donde se
juntan muchas hormigas, su cueva, ó habitación […] Por la semejanza se dice un
hormiguero de hombres, que por lo mismo que muchedumbre, V.» (TERREROS, 1787, p. 308).
En esa interpretación
metafórica de la palabra 'hormiguero' con la que los castellanos definían estas
cuevas de enterramientos múltiples, caben dos hipótesis. Una, que fuera debida
al elevado número de esqueletos encontrados en la misma, y la otra, al gran
número de naturales que pudieran congregarse en el lugar cuando algún
castellano pudiera merodear por el lugar de enterramiento de sus muertos,
protegiendo con su presencia la violación de sus prácticas funerarias.
«Acostumbraban los canarios
sepultar sus muertos de esta manera: Preparaban los cadáveres con yerbas y
manteca al sol, para que, a modo de cosas aromáticas, se defendiesen lo más que
fuese posible contra la corrupción. Después los envolvían con muchas pieles
preparadas para el mismo objeto, y los apoyaban a las paredes, al interior de
las cuevas de los montes …» (TORRIANI,
1959, p. 114).
Localizaciones:
Aldea de
San Nicolás: Lomo del Hormiguero.
Firgas: El Hormiguero (TPL).
Sta. Mª de
Guía: El Hormiguero, Barranco del
Hormiguero y Presa del Hormiguero (TPD).
LUGAREJO
La RAE relaciona hasta veinte sufijos con sentido despectivo para
formar nuevas palabras, entre los que se incluye el sufijo '_ejo'. En el caso
de este topónimo que tuvo su origen probablemente en los siglos XV y XVI por
las referencias que se tienen, no parece corresponder a un lugar que
despectivamente debiéramos dar la valoración actual de inhóspito, incómodo o
poco grato.
Parece más apropiado
entender que los arribados castellanos utilizaron el epíteto de 'viejo' para identificar los lugares donde habían asentamientos 'del tiempo de los
canarios', y por contracción de las
voces 'lugar y viejo', resultó 'lugarejo'.
Conocido que conquistadores y colonizadores fueron respetuosos con la toponimia
expresada en lengua aborigen, probablemente trasmitida por los 'lenguas' y la facilidad que comportaba
que ambas culturas con una misma palabra o voz reconociera un lugar.
Lugarejos - Artenara (A. Jiménez) |
Siendo así, es de entender
que en lugares de posibles asentamientos de escasa población, o abandonados por
sus primigenios ocupadores aborígenes, serían razones suficientes para no ser
notorios para el mundo aborigen, no conocidos con un topónimo en su lengua.
Pero allí continuaban los vestigios de su asentamiento, abandonados como se
dicen en la información de los repartimientos, y ello debió mover a los
arribados para reconocerlo como 'lugarejo'.
Localizaciones:
Artenara: Lugarejos, Barranco de Lugarejos y Presa de Lugarejos (TPD).
Las Palmas de G.C.: Lugarejo.
Santa Brígida: El Lugarejo y Barranco del Lugarejo (TPD).
Y así los encontramos
mencionados como decíamos en las descripciones de los repartimientos, no todos
los que siguen vivos, pero sí también de otros que han muerto en los siglos
como los de Fataga (San Bartolomé de Tirajana), San Lorenzo (Las Palmas de Gran
Canaria) y Sta. Lucía de Tirajana.
14-agosto-1549 Petición de Juan Martín del Castañas:
«… me hagan merced de un
casaron de tiempo de los canarios e una casa junto del que es en el lugarejo de
Fataga y es junto a otra casa de Hernando Mulagua por la que quiero rreparar e
abeçar para morar en ella e rrecoger la lana y çera de mi cosecha e asimismo
para que pueda para el dicho rreparo aprovechar algunos teones e palos que
hallare de otras casas caydas de tiempo de canarios y en ellos rresçibire …» (RONQUILLO y AZNAR, 1998, p. 487).
10-octubre-1550 Petición de Martín Suárez:
«... me hagan merced de un solar para hazer
casas que yo mire en el lugarejo que dizen de la Vega [Santa Brígida] junto al barranco del Gamonal que esta donde çerca un caserio de
canarios que lindan de la una parte con casas de Gomez Perez e por la otra
parte casa de Bartolome Martin entre ambos a dos ...» (Ibídem, p. 214).
4-enero-1552 Petición de Juan Yanez labrador:
«… le hagan merced de le dar
e señalar en Repartimiento e vecindad un pedaço de tierra que es en el termino
desta çibdad en dos pedaços que son dos barranquillos que alindan por la una
parte debaxo con tierras de Bernaldino de Lazcano Regidor desta isla e por la
otra parte tierras de Sebrian de Torrres por la vanda de arriba tierras de la
mujer de Luys Ximenez e por un lado unos paredones de tiempo de Canarios en que
se incluye en anbos pedaços […] las
tierras que en la petiçion desta otra parte pido son en el lugarejo junto a
Tamaraçaite [San Lorenzo] a los
barranquillos baxo de un anden de la Cueva de Zebrian de Torres y el otro
pedaço es por ençima de la misma cueva onde se concluyen las treynta hanegadas…» (Ibídem p. 560).
13-enero-1546 Petición de Gonçalo de Quintana:
«...le hagan merçed de un pedaço de tierras
de sequero en el termino de Galdar en Facaracas que es en dos hoyuelos y lo que mas pudiere aprobechar en malpays e
salbiares que por ally estan en que puede aber un cayz de sembradura que allyndan con los Riscos Grandes y el
barranco que deçiende de la Rehoya y un
caseron o corral de canarios y dos peñas que tiene mogon colorado y el
espigon arriba hasta el [roto]rillejo que alyndan con tierras de Garçia de la Coruña e por la otra
vanda las mismas tierras de Garçia de
la Coruña lo qual es aguas vertientes al barranco del Agaete [Lugarejos, Artenara] e en
ello...» (Ibídem
p. 369).
CASTILLEJO, CASTILLETES
La primera voz 'castillejo',
según el diccionario de la RAE de 1729 su significado es «castillejo.- dim. de castillo. Castillo pequeño y de poca importancia»,
características que definen lo que debió representar este topónimo en los
primeros años de la Conquista. Es así que siguiendo el patrón ya comentado para 'lugarejo', es la contracción de las palabras 'castillo y viejo', del tiempo de
los canarios. Todos los topónimos se localizan en la parte colonizada por los castellanos
en los primeros tiempos que fueron objeto de repartimientos hasta el siglo XVI.
La duda en cuanto a la similitud de las voces 'castillejo' y 'castillete', pudiera estar en el distinto aprovechamiento que a estas estructuras aborígenes se le daba, pues en la primera de ellas 'castillejo', en el caso concreto de Arucas se han encontrado restos humanos, por lo que se podría considerar un túmulo funerario. En los que se corresponde con la voz 'castillete', no se da este particular y pudieran tener un aprovechamiento como centinela o puesto avanzado para advertir la presencia de extraños, como más adelante se dice.
Localizaciones:
Arucas: Los Castillejos {elevación o promontorio
rocoso de El Picacho, al suroeste de El Carril, y norte de la Hoya de San Juan, cercano al Barranco de Arucas}.
Las Palmas de GC: El Castillejo {elevación al poniente del
Cortijo de San Ignacio, junto al Barranco del Cortijo}.
San Bartolomé de Tirajana: Andenes del Castillejo, extensión del
mismo topónimo de de Sta. Lucía de Tirajana.
Sta. Lucía de Tirajana.: El Castillejo, Andenes del Castillejo y Pozo
del Castillejo (TPD) {elevación
al poniente de La Fortaleza de Abajo,
en la otra banda del barranco de Tirajana}.
Sta. Mª de Guía: Castillejo {montaña a 2 km. al poniente
de las Cuevas de Doramas, junto al barranquillo de Guzmán}. Los Castillejos {elevación al naciente
de Los Paredones y Los Silillos, y, a 1,5 km. de Castillejo y a 3 km. al poniente de las Cuevas de Doramas, junto a un
barranquillo tributario del Barranco del
Brezal }.
Tejeda: El Castillejo y Barranquillo del Castillejo (TPD) {elevación al poniente de El Roque en Bentayga, junto al barranquillo homónimo}.
Vega de San Mateo: El Castillejo y Barranco de los Castillejos {dimanados, elevación al poniente de La Reyerta [¿?] junto al barranquillo
homónimo}.
La segunda voz 'castillete',
es un diminutivo despectivo de la palabra castillo tras la adición del sufijo 'ete', tal como recoge el DRAE «-ete,
ta.- Sufijo usado para formar diminutivos, despectivos u otras palabras de
valor afectivo, a veces de manera no muy explícita, a partir de adjetivos y
sustantivos. Todos los topónimos se localizan en la conocida por los castellanos
arribados 'la parte de atrás de la isla', cuyos repartimientos y datas tuvieron
lugar a partir del siglo XVIII, de donde puede desprenderse que de alguna
manera, ya arraigados en la isla, se había perdido el respeto a 'lo viejo, del
tiempo de los canarios', y así esas estructuras de piedra seca de los aborígenes
eran llamadas despectivamente. También pudiera ser como antes decíamos, que estas tenían un aprovechamiento distinto como centinelas, de donde se entendería la diferenciación, al margen de que esta voz es topónimo peninsular que se aplica a los promontorios rocosos.
Localizaciones:
Aldea de San Nicolás: El Castillete {elevación al naciente de Montaña de los Horgazales}. Castillete Grande, Castillete Chico, Castillete
Redondo y Puntón del Castillete
Redondo, Cañada de los Castilletes (TPD)
{elevaciones las tres muy próximas, al naciente del Barranco de Tasarte y al poniente de La Cañada del Mar (BIC),
al norte y al sur de la Cañada}. Castillete Colorado {elevación al norte
de Montaña de Piletas y al naciente
del Barranco del Asno}. Castilletes de Peñón Bermejo {elevación
al sur de la Degollada de Güygüy Chico}.
Artenara: El Castillete {elevación al poniente de La Audiencia en Barranco Hondo}.
Mogán: El Castillete {elevación al norte de La Cogolla de Veneguera (BIC)}.
Castillete Grande y Castillete Chico {elevaciones al
poniente de La Cogolla de Veneguera (BIC). Lomo del Castillete {al naciente de la Cañada del Mar (BIC)}. Castillete de Tabaibales y Llanos del Castillete (TPD)
{al sur de La Cañada del Mar (BIC), y al poniente de Lomo de Punta Canaria}. El Castillete {elevación en los altos
del Puerto de Mogán y al poniente del
Lomo de los Gatos (BIC)}.
San Bartolomé de Tirajana: El Castillete y Los Castilletes {elevación en la Vega de Amurga, junto al barranquillo
de la Cueva de Amurga, al poniente de Alto
de la Sepultura}.
Tejeda: El Castillete {elevación al naciente de Cruz de la Huesita}.
Telde: Morro del Castillete {junto al Barranco
de la Morisca, al poniente de La
Pasadilla y al norte del Barranco de
Guayadeque (BIC)}.
Fácilmente por la
información complementaria que se da entre {llaves} de cada topónimo, sea castillejo o castillete, se puede concluir que su denominador común es que son
elevaciones del terreno o promontorios rocosos, probablemente con algún tipo de
estructuras de piedra seca de la cultura aborigen para que fueran así llamadas,
que por derivar de la palabra 'castillo' hace
pensar que es parte de un sistema defensivo o preventivo.
No parece podamos tomar de
forma literal su significado cuando el diccionario de la RAE de 1729 dice que es «Lugar fuerte, cercado de murallas,
baluartes, fosos y otras fortificaciones», de donde sólo hemos de quedarnos con
la expresión de 'lugar fuerte', entendida así por las ventajas que aporta ser
una elevación o promontorio natural del terreno, que estratégicamente situado
podía permitir una función de vigilancia avanzada con respecto a un determinado
asentamiento aborigen, lo que entendemos por centinela.
Del primero de los topónimos tenemos su mención
referida a otro lugar en la data solicitada por el Regidor Alonso de Baeça el 10 de enero de 1543
«… por vuestras señorias me
fue hecho merçed de un pedaço de tierra con unas quebas do dizen El Castillejo e pro que las dichas
tierras yo las quiero para sembrar y syn las quevas que no serian nada …» (RONQUILLO
y AZNAR, 1998, p. 125).
El Castillete - Mogán (El Legado, Grupo de trabajo e investigación) |
_______________________________________________
Abreviaturas utilizadas:
ACL Academia Canaria de la Lengua.
BIC Bien de Interés Cultural.
DBC Diccionario Básico de Canarismos de la
ACL.
DHLE Diccionario Histórico de la Lengua
Española.
DRAE Diccionario de la Real Academia Española.
IDE Infraestructura de Datos Espaciales de
Gran Canaria.
RAE Real Academia Española.
TPD Topónimo/s dimanante/s que tienen su
origen en el principal por proximidad.
TPL Topónimo local, no inventariado por el
IDE, por información municipal o protocolos notariales.
Bibliografía:
ABREU Y GALINDO, J. (1977). Historia
de la conquista de las siete islas de Canaria. Sta. Cruz de Tenerife: Goya Ediciones.
ÁLVAREZ DELGADO, J. (1982). “Instituciones indígenas de Gran
Canaria”. Anuario de Estudios Atlánticos,
núm. 28. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, pp. 265-341.
ARIAS MARÍN DE CUBAS, T. (1986). Historia de las siete islas de Canaria. Madrid: Ed. Real Sociedad
Económica de Amigos del País.
AZNAR VALLEJO, EDUARDO (1981). Documentos
canarios en el Registro del Sello (1476 -1517). La Laguna: Ed. Instituto de Estudios Canarios.
CORRALES ZUMBADO, C. et
CORBELLA DÍAZ, D. (2001). Diccionario
Histórico del Español de Canarias. Madrid: Ed. Instituto de Estudios
Canarios.
COVARRUVIAS OROZCO, S. (1674). Tesoro
de la lengua castellana o española, Parte Segunda. Madrid: Ed. Melchor
Sánchez.
CUENCA SANABRIA, J., BETANCOR RODRÍGUEZ, A. et RIVERO LÓPEZ, G. (1996). “La práctica del infanticidio femenino
como método de control de natalidad entre los aborígenes canarios: Las
evidencias arqueológicas en Cendro, Telde, Gran Canaria”. El Museo Canario, núm. 51. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Museo
Canario, pp. 103-179.
DELGADO, G., MARTÍN, A., NOGALES, M., QUILIS, V., HERNÁNDEZ, E.,
TRUJILLO, O. et SANTANA, F. (1988).
“Nuevos datos sobre el Paiño de Madeira en las Islas Canarias”. Actas de la IV Reunión del Grupo Ibérico de
Aves Marinas. Formentera: Ed. Grupo Ibérico de Aves Marinas, pp. 137-145.
DÍAZ ALAYÓN, C. (1990). "Tres aportaciones
sobre toponimia prehispánica de Canarias", Anuario de Estudios Atlánticos,
núm. 36. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, pp. 561-592.
ESPINOSA, A. (1952). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Santa
Cruz de Tenerife: Goya Ediciones.
GÓMEZ ESCUDERO, P. (1936). Historia
de la conquista de la Gran Canaria. Gáldar: Tip. El Norte.
GONZÁLEZ ANTÓN, R. (1987). Cultura
prehispánica de las Islas Canarias. La Laguna: Ed. Consejería de Educación
del Gobierno de Canarias.
HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, V. (1987). “Aguas del barranco de Tenoya”. Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 33.
Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, pp. 239-322.
JIMÉNEZ SÁNCHEZ, S. (1944). “Silo colectivo prehispánico o Agadir
de Valerón”. Revista de Historia,
núm. 65. La Laguna: Ed. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La
Laguna, pp. 24-31.
MACÍAS HERNÁNDEZ, A. (1989). “Un artículo «vital» para la economía
canaria: producción y precios de la sal. 1500-1836”. Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 35. Las Palmas de Gran
Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, pp. 151-215.
MARTÍN GUZMÁN, C. (1984). Las
culturas prehistóricas de Gran Canaria. Madrid: Ed. Cabildo de Gran
Canaria.
MARTÍN, A., SUÁREZ-PÉREZ, A., RODRÍGUEZ, E. et AFONSO, D. (2013). “Sobre la antigua presencia de palomas
endémicas en la isla de Gran Canaria”. Revista
de la Academia Canaria de Ciencias, núm. XXV, La Laguna: Real Academia
Canaria de Ciencias, pp. 135-140.
MONTELONGO PARADA, V. (1988). “Espacios Naturales de Gran Canaria.
Costa de Arucas”. Revista Aguayro,
núm. 179. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Caja Insular de Ahorros de Gran
Canaria, p. 20.
MORALES PADRÓN, F. (1964). “Canarias en los Cronistas de Indias”. Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 10.
Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria, pp. 179-234.
MORALES PADRÓN, F. (1974). Ordenanzas
del Concejo de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de
Gran Canaria.
NAVARRO MEDEROS, J.F. (1979), “Excavaciones arqueológicas en «El
Hormiguero de Casablanca», Firgas (Gran Canaria)”. XV Congreso Nacional de Arqueología. Zaragoza: Ed. Universidad de
Zaragoza, pp. 329-336.
ONRUBIA PINTADO, J. (2003). La
isla de los "Guanartemes": territorio, sociedad y poder en la Gran
Canaria indígena (siglos XIV-XV). Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo
de Gran Canaria.
QUINTANA ANDRÉS, P. (2008). “Una visión histórica del mundo
troglodita de Gran Canaria. Siglos XVI- XIX”. El Patrimonio Troglodítico de Gran Canaria. Las Palmas de Gran
Canaria: Ed. Asociación Insular de Desarrollo Rural de Gran Canaria, pp. 105-122
RONQUILLO RUBIO, M. et
AZNAR VALLEJO, E. (1998). Repartimientos
de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Ed. Cabildo de Gran Canaria.
SÁNCHEZ NEGRÍN, T. (2002). Aves
de Canarias Nidificantes. Madrid: Editorial Rueda.
SANTANA CABRERA, J., MENDOZA MEDINA, F., SUÁREZ MEDINA, I. MARCO A.
et MORENO BENÍTEZ, M.A. (2010).
“Niños en la memoria: El depósito funerario del barranquillo del Cabezo”, El Museo Canario, núm. 65. Las
Palmas de Gran Canaria: Ed. Museo Canario, pp. 9-29.
TERREROS Y PANDO, E. (1787). Diccionario
castellano con las voces de ciencias y artes ..., Tomo 3º. Madrid: Ed. Vd.
de Ibarra.
TORRES MONTES, F. (2008). “De los nombres de la casa de las abejas”.
Actas del XXXVII Simposio Internacional
de la Sociedad Española de Lingüística. Pamplona: Ed. Universidad de
Navarra, pp. 837-845.
TORRIANI, L. (1959). Descripción
e Historia del Reino de las Islas Canarias, (A. CIORANESCU, Trad.). Sta.
Cruz de Tenerife: Goya Ediciones.
TRAPERO TRAPERO, M. (2000). “La morfología derivativa como procedimiento
de creación léxica: su especial importancia en la toponimia de Canarias (I):
Diminutivos y Aumentativos”. Estudios de
dialectología dedicados a Manuel Alvar: con motivo del XL aniversario de la
publicación de "El español hablado en Tenerife". Sta. Cruz de
Tenerife: Ed. Instituto de Estudios Canarios, pp. 207-236.
VIERA Y CLAVIJO, J. (1942). Diccionario
de Historia Natural de las Islas Canarias, Tomo II. Sta. Cruz de Tenerife: Ed.
Biblioteca Canaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario