Actualización 22-jun-2016
Pequeño barrio situado en la carretera Tafira-Marzagán (GC-800), muy próximo a la Finca Las Magnolias, situada en la cabecera del barranco de Gonzalo, en contacto con Tafira Alta.
Pequeño barrio situado en la carretera Tafira-Marzagán (GC-800), muy próximo a la Finca Las Magnolias, situada en la cabecera del barranco de Gonzalo, en contacto con Tafira Alta.
La mención más antigua
del lugar la tenemos en el repartimiento solicitado el 3 de julio de 1551 por
los regidores Alonso Pacheco y Espinosa, este último licenciado, cuando dicen
“… les
fagan merçed de cada treynta fanegadas de tierra para plantar viñas e arboleda
que están en el valle de Axinamar desde el camino Real a mano derecha hazya el
Lantiscal yendo el valle arriba desta parte del barranco para çerrillo que esta
en el dicho valle…” (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 508).
Dos siglos después
tenemos a un descendiente, Alonso Espinosa Peraza, Bachiller y presbítero, quien
en su testamento con fecha 19 de abril de 1704 dice ser propietario de treinta
y una fanegas y seis celemines de la “Hacienda de viña, arboleda y tierras de
sembrar denominada de San Francisco de Paula. Casa de alto y bajo, cocina,
lagar, y bodega en dicha hacienda. Nombró sucesor al Capitán Luis Romero
Jaraquemada, a quien mandó continuar la ermita y se le dijeran y decir una misa
todos los domingos y festivos” (SUÁREZ GRIMÓN,
1987, Apénd. Doctal. p. 49). En el vínculo fundado ya había iniciado la construcción
de la ermita dedicada a San Francisco de Paula (Ibídem,
p. 776).
Estanque (Fedac) |
El 18 de febrero de
1882, el sucesor y propietario es Juan M. Joven y Joven, vendiendo parte de la
hacienda, seis fanegadas de “Trozo de tierra en su mayor parte de arrifes perteneciente
a la hacienda denominada San Francisco de Paula en Tafira” al labrador y
propietario Sebastián Cabrera Rodríguez (Ibídem,
Apénd. Doctal. p. 400).
También tenemos la venta
que el 26 de febrero de 1862 hace el presbítero y capellán Rafael Farías Flores
a los labradores Francisco López Brito y su hijo Pedro López Naranjo de 10
fanegadas de un “Trozo de tierra labradía denominado Umbría y Tableros de San
Francisco de Paula”. Igualmente la compraventa incluye un “Trozo de tierra
labradía y para pastos de ganado en Los Tableros, debajo del Salto del Negro
(Tafira)”, haciendo referencia al Barranco
del Salto del Negro. Ambas pueden corresponderse con las 30 fanegadas que
obtuvo en el repartimiento el regidor Alonso Pacheco.
Finca Las Magnolias (Fedac) |
La antigua Hacienda de Las Magnolias es uno de los escasos testimonios para el recuerdo que quedan de la “pasión” de la familia inglesa Miller por las flores, que desde la isla de Madeira trajeron magnolias, strelitzias y buganvillas que plantaron aquí, alcanzando fama internacional por las postales de los afamados fotógrafos de la época, Ensell y Charles Nanson, en aquellos tiempos en que Tafira era el lugar de descanso de los británicos que comenzaron el turismo en la isla. También en el Parque de Santa Catalina plantaron estas flores que luego se multiplicarían por la isla.
Gregorio Chil y Naranjo (Rincones del Atlántico) |
Hay una antigua mención
particular a los pobladores de las casas-cueva del lugar, las gentes más humildes del
barrio, con respecto al desarrollo de una enfermedad, en el artículo del Doctor
Chil y Naranjo, en la publicación del Museo Canario del que era fundador y
presidente, número de enero-julio de 1901, donde, bajo el título de “Estudios
climatológicos de la isla de Gran Canaria”, se dice:
«… En la misma época de mis experimentos, en el verano de 1862, se padecía en toda la comarca del Monte, Tafira, Marzagán, Dragonal y La Atalaya muchas fiebres tifoideas, algunas meningitis y una que otra hepatitis, salvo algunas enfermedades crónicas de carácter nervioso. Cuando se presentó aquella forma atmosférica, los enfermos que ocupaban el fondo de los pequeños valles donde más se hacían sentir los efectos del calórico sufrieron una depresión general en Los Hoyos y Marzagán-Jinámar donde las tifoideas de forma cerebral sintieron sólo una ligera perturbación, al paso que los que ocupaban las alturas de San Francisco de Paula y los que habitaban en los vértices de las lomas ofrecieron todos síntomas alarmantes, y en varios de esos mismos se complicó la tifoidea con hepatitis y meningitis acompañadas de delirio tan intenso que pusieron en grave cuidado a las familias que acudieron a mi auxilio repetidas veces.
«… En la misma época de mis experimentos, en el verano de 1862, se padecía en toda la comarca del Monte, Tafira, Marzagán, Dragonal y La Atalaya muchas fiebres tifoideas, algunas meningitis y una que otra hepatitis, salvo algunas enfermedades crónicas de carácter nervioso. Cuando se presentó aquella forma atmosférica, los enfermos que ocupaban el fondo de los pequeños valles donde más se hacían sentir los efectos del calórico sufrieron una depresión general en Los Hoyos y Marzagán-Jinámar donde las tifoideas de forma cerebral sintieron sólo una ligera perturbación, al paso que los que ocupaban las alturas de San Francisco de Paula y los que habitaban en los vértices de las lomas ofrecieron todos síntomas alarmantes, y en varios de esos mismos se complicó la tifoidea con hepatitis y meningitis acompañadas de delirio tan intenso que pusieron en grave cuidado a las familias que acudieron a mi auxilio repetidas veces.
Vista del barrio en 1992 (Jaime O'Shanahan - MDC) |
No sucedió otro tanto con los habitantes de los valles más espaciosos, en
los que si bien la enfermedad no siguió los trámites regulares. Tampoco hubo
atraso notable, permaneciendo casi estacionaria mientras duró aquella
perturbación meteorológica. Un fenómeno extraño pero que se explica fácilmente
por la electricidad noté en aquella época: todos los enfermos que vivían en
cuevas, especialmente los de La Atalaya, donde hay un pueblo enteramente
troglodita, y en algunos puntos de Marzagán y San Francisco de Paula, donde hay
muchas familias que prefieren abrirse cuevas en las rocas a fabricar casas, no
sufrieron alteración de ningún género, ni en los síntomas ni en el curso del
mal.
Esto
se explica muy sencillamente: verificándose los fenómenos eléctricos en la
superficie terrestre y con mayor fuerza en los puntos más culminantes, en nada
afectaba el organismo de los que vivían en cuevas y las acciones y reacciones
seguían su marcha ordinaria…».
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